De la
introducción
de los niños en la lectura
“Jonás se cuelga de los estantes bajos
de la biblioteca, ha logrado sacar algunos libros e increíblemente hace como
que los hojea, más allá de que ya arrancó algunas hojas”, dijo Daniel mostrando
su alegría ante el interés de su pequeño hijo por los libros.
Ese podría ser simplemente el relato de
un padre que comienza a sorprenderse ante las reacciones de un niño. Pero,
¿quién dice que no sea el mejor método para sentar las bases para un mundo
mejor?....
Seguro que todos coincidimos que se
viven momentos donde la inclusión de niños y adolescentes en la sociedad se
encuentra en un punto crítico; donde las drogas y el consumismo arrasan con los
principios más elementales del hombre, y la familia como institución se
deteriora rápidamente.
Cuando desde los diferentes estratos del
Estado se discute sobre el tema, cuando las acusaciones cruzadas entre los
actores políticos están a la orden del día, y cuando toda esa parafernalia
termina en debates sobre bajar o no la imputabilidad, es posible que introducir
a los niños en el mundo de la lectura como método para lograr mejores personas
quizá pueda catalogarse como una actitud inocente, cuando no utópica.
Nuestros lectores saben que rechazamos
las moralinas, las frases hechas, y los lugares comunes. No tenemos nosotros
los conocimientos técnicos para aportar soluciones, no sabemos de pedagogía, ni
fuimos padres ejemplares, pero no conocemos –aunque los habrá sin duda-lectores
que sean mala gente.
Quien lee no necesitará “productos” que
le ayuden a “llenar vacíos”, porque tendrá a su alcance una diversidad de
mundos para visitar, y la lectura le hará menos escabrosos los caminos para
acceder a una especialidad laboral o profesional.
Podríamos elaborar un catálogo de
beneficios que vienen de la mano de la lectura, pero sería una obviedad y una
falta de respeto a la inteligencia de nuestros lectores.
Sin embargo, insistir en el tema forma
parte del cometido de esta publicación. Lo decíamos en nuestra HUM BRAL de
papel de junio de 1991: “un libro no es solo una sucesión de palabras que
expresan algo con sentido estético; es, por sobre todo, una manera de trasmitir
rasgos, costumbres, ideas, y bases de una cultura. Es abrir las puertas a la
imaginación; es descubrir y descubrirnos cada vez que leemos y releemos. ¿Quién
no ha descubierto nuevas sensaciones y sentido otras ya vividas al encontrarse
con un libro leído años antes?
Dice Ortega y Gasset que “la misión del
escritor es elevar hacia lo alto todo lo inerte y pesado”, y que cuando no lo
consigue entonces no es un escritor, “porque su pluma se ha convertido en
plomo”.
También señala que “el literato no es
otra cosa que el encargado de despertar la atención de los desatentos, hostigar
la modorra de la conciencia popular con palabras agudas e imágenes tomadas del
propio pueblo”.
Decimos nosotros que “la misión del
lector es elevarse por sobre todo lo inerte y pesado”, y que cuando lo consigue
estará libre del lastre que significa la ignoracia.
También nos permitimos señalar que no
solo el literato es el encargado de “despertar la atención de los desatentos”;
lo hace Daniel cuando –como lector- pone al alcance de Jonás su biblioteca,
para que el niño de vueltas las páginas, rompa alguna, y así los libros cumplan
con el cometido para el que fueron creados: hacer que los hombres tengan la
posibilidad de elegir su propio camino con Libertad.
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