viernes, 31 de agosto de 2012

Hablando de Bueyes Perdidos

De la introducción
de los niños en la lectura

Ángel Juárez Masares

 
“Jonás se cuelga de los estantes bajos de la biblioteca, ha logrado sacar algunos libros e increíblemente hace como que los hojea, más allá de que ya arrancó algunas hojas”, dijo Daniel mostrando su alegría ante el interés de su pequeño hijo por los libros.
Ese podría ser simplemente el relato de un padre que comienza a sorprenderse ante las reacciones de un niño. Pero, ¿quién dice que no sea el mejor método para sentar las bases para un mundo mejor?....
Seguro que todos coincidimos que se viven momentos donde la inclusión de niños y adolescentes en la sociedad se encuentra en un punto crítico; donde las drogas y el consumismo arrasan con los principios más elementales del hombre, y la familia como institución se deteriora rápidamente.
Cuando desde los diferentes estratos del Estado se discute sobre el tema, cuando las acusaciones cruzadas entre los actores políticos están a la orden del día, y cuando toda esa parafernalia termina en debates sobre bajar o no la imputabilidad, es posible que introducir a los niños en el mundo de la lectura como método para lograr mejores personas quizá pueda catalogarse como una actitud inocente, cuando no utópica.
Nuestros lectores saben que rechazamos las moralinas, las frases hechas, y los lugares comunes. No tenemos nosotros los conocimientos técnicos para aportar soluciones, no sabemos de pedagogía, ni fuimos padres ejemplares, pero no conocemos –aunque los habrá sin duda-lectores que sean mala gente.
Quien lee no necesitará “productos” que le ayuden a “llenar vacíos”, porque tendrá a su alcance una diversidad de mundos para visitar, y la lectura le hará menos escabrosos los caminos para acceder a una especialidad laboral o profesional.
Podríamos elaborar un catálogo de beneficios que vienen de la mano de la lectura, pero sería una obviedad y una falta de respeto a la inteligencia de nuestros lectores.
Sin embargo, insistir en el tema forma parte del cometido de esta publicación. Lo decíamos en nuestra HUM BRAL de papel de junio de 1991: “un libro no es solo una sucesión de palabras que expresan algo con sentido estético; es, por sobre todo, una manera de trasmitir rasgos, costumbres, ideas, y bases de una cultura. Es abrir las puertas a la imaginación; es descubrir y descubrirnos cada vez que leemos y releemos. ¿Quién no ha descubierto nuevas sensaciones y sentido otras ya vividas al encontrarse con un libro leído años antes?
Dice Ortega y Gasset que “la misión del escritor es elevar hacia lo alto todo lo inerte y pesado”, y que cuando no lo consigue entonces no es un escritor, “porque su pluma se ha convertido en plomo”.
También señala que “el literato no es otra cosa que el encargado de despertar la atención de los desatentos, hostigar la modorra de la conciencia popular con palabras agudas e imágenes tomadas del propio pueblo”.
Decimos nosotros que “la misión del lector es elevarse por sobre todo lo inerte y pesado”, y que cuando lo consigue estará libre del lastre que significa la ignoracia.
También nos permitimos señalar que no solo el literato es el encargado de “despertar la atención de los desatentos”; lo hace Daniel cuando –como lector- pone al alcance de Jonás su biblioteca, para que el niño de vueltas las páginas, rompa alguna, y así los libros cumplan con el cometido para el que fueron creados: hacer que los hombres tengan la posibilidad de elegir su propio camino con Libertad.

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