viernes, 31 de agosto de 2012


Umberto Eco y la reputación en tiempos mediáticos

 
Hazte fama


En una reciente columna, el escritor italiano Umberto Eco analizó la actual tendencia a procurar la celebridad a cualquier precio, aunque implique sacrificar la reputación.
La inspiración para dicha columna surgió durante un ciclo de charlas organizado por el diario italiano La Repubblica, donde se abordó el tema de la reputación, y fue publicada en L'Espresso, suplemento cultural de dicho periódico.
"Hubo un tiempo en que las reputaciones sólo podían ser buenas o malas, y cuando la reputación de una persona quedaba arruinada -debido a una bancarrota, por ejemplo, o por el rumor de que su esposa le estaba siendo infiel- podía llegar al extremo de suicidarse o cometer un crimen pasional", recuerda Eco, en un resumen de su columna publicado por Clarín.
"Naturalmente, todos aspiraban a tener una buena reputación", puntualiza el reconocido narrador y semiólogo. Y esa puntualización le sirve para comparar esa situación pasada con la actual.
"Desde hace un tiempo, sin embargo, el énfasis en la reputación ha cedido su lugar a un énfasis en la notoriedad. Lo que importa es ser ‘reconocido' por los compañeros -no reconocido en el sentido de estima o de premios, sino en el sentido más banal de que, cuando uno es visto en la calle, pueden decir ‘¡Miren, es él!'. Para Evo, en la mediatizada sociedad de hoy "la clave radica en ser visto por mucha gente, y la mejor forma de hacer eso es aparecer en televisión.
Para trepar a la gran pantalla, solía ser necesario algún tipo de mérito, cosa que ya no es tal "No es necesario ser un ganador del Premio Nobel o un primer ministro; todo lo que uno tiene que hacer es confesar en un programa de TV que su pareja lo ha traicionado", dice, para luego rastrear el origen del problema.
"En Italia, cuando menos, los primeros héroes de este género fueron esos idiotas que acostumbraban colocarse detrás del entrevistado y saludaban a las cámaras. Esto quizá los haya ayudado a ser reconocidos la noche siguiente en un bar (‘¡Te vi en la televisión!'), pero tal fama no duraba mucho. De forma que gradualmente fue aceptado que, para poder hacer apariciones frecuentes y prominentes, era necesario hacer cosas que, en épocas pasadas, hubieran arruinado la reputación de una persona".
Para Eco, no sólo no hay una aspiración por parte de la gente a ganarse una buena reputación, sino que dicha credencial es difícil de ganar y conservar. "Una persona tendría que realizar un acto de heroísmo, ganar algún premio literario importante o dedicar toda su vida a cuidar leprosos" enumera.
Por cierto, "cosas así no están al alcance de la mayoría de la gente. Es más fácil convertirse en un sujeto de interés popular -especialmente de la variedad más mórbida- mediante el recurso de acostarse con una celebridad o ser acusado de un fraude".
A modo de ejemplo, Eco sugiere observar "el aire orgulloso del extorsionador o del matón barato de barrio que aparece en la televisión después de ser aprehendido" Para el delincuente, "esos momentos de exposición y notoriedad bien valen un poco de tiempo en la cárcel, y es por eso que el matón casi siempre está sonriendo. Han pasado décadas desde el momento en que la vida de una persona quedaba arruinada porque se la exhibía sujeta por unas esposas".
"Ahora bien, este deseo frenético de ser visto -y de obtener notoriedad al precio que sea, incluso si significa hacer algo que antes era considerado vergonzoso-, ¿brota de la pérdida de la vergüenza o es lo opuesto? ¿Se ha perdido nuestro sentido de la vergüenza porque actualmente es más importante ser visto, aunque eso signifique caer en desgracia?", se pregunta el escritor.
"Me inclino hacia la segunda hipótesis", advierte. "Es tanto el valor que se da a ser visto, y en convertirse en tema de conversación, que la gente está dispuesta a abandonar sin temores lo que antes era llamado decencia, no digamos ya la protección de la propia privacidad", concluye.
 

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