sábado, 27 de octubre de 2012


Cuentito medieval

De como la extensión de una vida puede ser medida tomando como patrón un año, y de los miedos del hombre por facerlo.

 

 

 
Escriba Medieval

 

 

Amados Cofrades: ¿Acaso alguno de ustedes se puso a pensar que nada hay de mas corta vida que el año?...
El maldito llega cada enero en medio de festejos; amasamos el mejor pan, matamos el mejor cordero, bebemos el mejor vino, apostamos a él nuestros últimos maravedíes, rupias, monedas de oro, o reales, pero lo que es aún peor, ponemos en el regazo del infante irresponsable nuestras esperanzas. Luego –como hace siempre- el año se lanza en una loca y absurda carrera hacia diciembre, mientras nosotros tratamos -¡ilusos!- de alcanzarlo. Pero cuando –como ahora-  aún le quedan un par de meses a este año del Señor de 1512, uno ve con desazón que vanos fueron los deseos y los festejos con los que fue recibido el muy cabrón. Y así seguimos dejando nuestro dinero en las arcas del herrero que forjó nuestras espadas, o en la del latero que dio forma a nuestras ollas. Y no olvidéis pagarle al artesano que fabricó nuestro ábaco nuevo, pues a nadie se le ocurre seguir usando el viejo.
Y el año avanza como loco, mientras pagáis los nuevos cucharones y cazos que os pidió vuestra mujer, pues es cuestión de orden que en su cocina esté “lo último” (siglos después seguro que a esto le llaman “consumismo”).
Por eso, Nobles y pacientes Amigos que me otorgáis con generosidad vuestra atención, es menester estar prestos al paso del año, no para ganarle, pues esa industria es imposible, sino para sacarle el máximo provecho. Exprimámosle el gaznate al muy traidor. Cada hora, cada espacio ínfimo de tiempo debe ser sabiamente aprovechado, tanto en la labor como en el placer.
Dígoles a los jóvenes mancebos y a las vírgenes doncellas, que vivir intensamente no significa extenuarse en el sacrificio ni refinarse en el jolgorio, sino poner en la balanza las medidas justas de una y otra cosa. La juventud que no sabe trabajar tan desdichada será como la que no sepa divertirse.
Dígoles que toda actividad debe tener un propósito consciente; malo es no hacer nada sin saber en realidad por qué lo hacéis, y malo es empezar obra alguna sin estar decidido a concluirla. Solo habrá de llegar a buen puerto el navegante que confíe tanto en su vela como en su brújula.
Por esas  y otras muchas razones lanzamos nuestra mirada y nuestra pullas al año, como un espacio de tiempo marcado por el hombre, que convirtió a ese mismo hombre en un esclavo.
No hablamos hoy de una vida…para qué, si ella cabe en todo un año y a veces puede hasta sobrar. Recordad, fieles Cofrades, que los grandes hombres que ha dado la humanidad han sido aquellos que supieron contar sus minutos tal como el avaro cuenta su dinero, y que los perezosos viven hastiados y se desesperan, no hallando entretenimiento para sus días interminables. Los hombres activos no conocen el hastío, y tienen por fortuna el don de multiplicar las horas del día, los días de la semana, y los meses de los años, y he ahí el secreto de la victoria.
Pero sobre todo, no dudéis jamás de vuestras fuerzas, ni os dejéis atrapar por el temor.
Manos que tiemblan no podrán nunca apartar del paso obstáculo alguno; el cobarde no portará jamás bandera o estandarte, y su mano no podrá nunca moldear una figura en la arcilla digna de la historia.
Sin embargo para ello basta un año, y buena cosa es –os lo aseguro- no dejar para diciembre el recuento de las cosas que hicimos, y de las que aún nos restan por hacer. De esa manera quizá podamos escatimarle al año algunas esperanzas, y cuando fenezca en el último día de diciembre, estaremos mejor preparados para enfrentar a 1513 cuando irrumpa berreando por la puerta de nuestro calendario.
 
 
Moraleja:
                 Joven que no tomáis  el tiempo por el rabo;  os digo que no se cosecha el grano sin sembrarlo, y que además corréis el riesgo que el rey Joseph “El Feo”… os diga nabo.

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