sábado, 15 de diciembre de 2012


Apuntes de pintura
ALEA JACTA EST


Ángel Juárez Masares


La expresión "pasar el Rubicón" significa dar un paso decisivo asumiendo un riesgo, y proviene de una anécdota histórica. El Rubicón era un pequeño río que separaba a Italia de la Galia Cisalpina. El Senado romano, para impedir el paso de tropas procedentes del Norte, declaró sacrílego y parricida a aquel que con una legión o con sólo una cohorte se atreviera a cruzar el río. Sin embargo, Julio César, a quien el Senado había rehusado nombrarle Cónsul y a quien -por instigación del cónsul Pompeyo- había ordenado dejar el mando y licenciar a sus tropas, decidió marchar sobre Roma para derribar a Pompeyo.
Cuando en el año 49 antes de Jesucristo, César llegó a orillas del Rubicón, después de unos momentos de reflexión acerca del peligro que entrañaba franquear dicho río, se decidió a vadearlo, diciendo: Alea jacta est (La suerte está echada). Sabía que este hecho desataría la Guerra Civil contra Pompeyo, pero esa, es otra historia.
¿Por qué hacemos referencia a este episodio que parece no tener nada que ver con “apuntes de pintura”? Porque cuando uno se detiene al borde del caballete (de la hoja en blanco, del torno de moldear, de la clave de Sol), es como estar a la ribera de un Rubicón al que hay que atravesar, y cuando la decisión se toma con responsabilidad: Alea jacta est.
La historia del arte nos sume en la incertidumbre. No nos muestra en realidad mas que pequeños instantes en la vida de los grandes creadores, y nada de quienes –siendo poseedores de gran talento- no pudieron atrapar ese ramalazo de genio que permitió a Picasso pintar “Guernika”, o trazar las curvas aparentemente descuidadas de su “Paloma”.
El arte es lo contrario de las ideas generales, describe solo lo individual, no desea sino lo único. No clasifica, desclasifica.
Sin embargo, el paso decisivo en la historia del individualismo se da con el desplazamiento del centro de interés de la obra, a la capacidad de realización de la misma, y este paso solo pudo ser posible cuando la forma de expresión personal se hizo mas significativa que el contenido mismo de la expresión.
Miguel Ángel es el primer artista moderno solitario, impulsado desde su interior por una fuerza sobrehumana; no solo porque se hallaba poseído por su idea, sino porque con él, el individualismo alcanza su forma propiamente moderna y problemática. Una forma que se ubica mas allá del concepto renacentista de equilibrio entre obra y personalidad, realización y capacidad de realización, voluntad artística y logro. Miguel Ángel no siente como una traición el refugiarse en los “brazos de Cristo” cuando ya no fue capaz de soportar el peso del conflicto entre los elementos cristianos y paganos del arte renacentista; todo lo contrario, estaba seguro que solo así podía seguir siendo fiel a si mismo.
La historia del arte nos sume en la incertidumbre –dijimos mas arriba- y quizá podamos agregar que tal incertidumbre surge de la intención del hombre por entender la historia.
La misma dificultad de entender cabalmente a los demás, obliga al artista a refugiarse en la individualidad. De ahí que la mayoría de las veces los grupos o asociaciones de pintores demasiado numerosas estén condenadas al fracaso –sobre todo al momento  de encarar acciones colectivas- pues invariablemente prima el individualismo. No quiere decir esto que no sea posible el trabajo colectivo, pero para que ello prospere, deben darse condiciones muy particulares en la personalidad de quienes lo aborden, como la relativización del afán de protagonismo (inherente a la condición humana), la solidaridad genuina entre las partes, y la visión puesta en un objetivo común. Si esto se logra habrá resultados, mas la obra no dejará de ser una “unión de individualidades”, antropológicamente inevitables, y que tampoco estarán ocultas a la vista de quien sepa descubrirlas.

En resumen, creemos que poner en práctica algunos de los conceptos que hemos esbozado, significa estar a las puertas de ser dignos de llamarnos artistas.
Asumiendo y admitiendo ser recurrentes, ponemos énfasis en el rigor y la pasión que nos debemos cuando nos enfrentemos a la tela o tabla. Quien aspire a ser llamado artista deberá tener presente que una vez decidido a ello; Alea jacta est.
La pintura es una disciplina dura, y si alguien lo duda que estudie a Leonardo; quien necesite “terapia” que vaya al psicoterapeuta, quien desee comenzar a pintar que lo haga sabiendo que nunca aprenderá porque no le alcanzará el tiempo que viva. Tampoco es necesario ser un genio; para ser digno de llamarse artista será suficiente buscar el “techo” de nuestra capacidad intelectual, y de cada uno dependerá saber cuántos escalones tiene su escalera.

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