Cuentito Medieval
De como la lectura de viejos pergaminos trae a cuento historias
antiguas que bien pueden haber ocurrido ayer mismo
Escriba Medieval
Amados Cofrades: esta
madrugada cuando los grillos habíanse guardado entre las maderas de mi
scriptorium enfundando sus desafinados violines, y el silencio cubría la aldea
con su sonido indescriptible, trepé al ático en busca de antiguos rollos de
escritura. Fue entonces cuando descubro parte de la obra de Don Rodrigo Cota,
de la cual compartiré lo siguiente:
Diálogo entre el amor y un
Caballero viejo.
Á manera de diálogo
entr´el amor y un viejo que, escarmentado dél, muy retraído se figura en una
huerta seca y destruyda , do la casa del plazer derribada se muestra, cerrada
la puerta, en una pobrezilla choça metido; al qual súbitamente paresció el amor
con sus ministros, y aquél humildemente procediendo, y el viejo en áspera
manera replicando, van discurriendo por su fabla, fasta qu´el viejo del amor
fue vencido; y comenzó d fablar el viejo de la manera siguiente:
Cerrada estaua mi puerta.
¿A qué vienes? ¿Por do
entraste?
Di, ladrón, ¿por qué
saltaste
las paredes de mi huerta?
La edad y la razón
Ya de ti m´an libertado;
Dexa el pobre coraçón
Retraído en su rincón
Contemplar qual l´as parado.
Como abráis de imaginaros,
Nobles contertulios, la lectura destos asuntos disparó en mi mente (cual saetas
qu´en la noche no pueden verse pero llegan) un cúmulo de pensamientos de los
cuales procuraré poner de manifiesto algunos dellos, pese a las dificultades
que conlleva tal industria.
Cuando los hombres doblan
el Cabo de las Tormentas y el viento de la vida encorva su espalda y vuela sus
cabellos, muchas veces ocurre que –como el anciano de nuestra historia- creen
que la hora ha llegado de meterse en choça y cerrarle la puerta a los ministros
del amor.
Mas, un día cualquiera
estos se presentan y no existe cadena ni falleba de puerta que no abran. Verdad
es, qu´este Cupido no es el mismo que toca a la puerta dorada de la juventud,
este que toca la puerta del anciano es tan anciano como él, y por tanto su
espíritu es mas calmo y reflexivo qu´el
infante desnudo e irresponsable que lanza a siniestra y diestra dardos
empapados de libido.
Verdad es también, qu´ en
muchas ocasiones –como el anciano de la historia- el hombre niégase a
franquearle la entrada de su choça; vano intento que dispara la pregunta: por
do entraste/ di ladrón, ¿por qué saltaste las paredes de mi huerta?
Y es el mismo hombre que
no quiere recibir a los ministros del amor, quien muchas veces también desvía
obsesivamente su atención a los hijos engendrados cuando joven, o a los hijos
de sus hijos, sin pensar que no le pertenecen, pues él solo ha sido un
instrumento para qu´el ciclo de la vida continúe. ¿Por qué lo hace? Simple,
Amados Cofrades, porque estar ocupado con la vida de los demás exime de
ocuparse de la propia.
Apurando la lectura de los
pergaminos de Don Rodrigo Cota, vemos que el anciano intenta una defensa
diciendo:
Sal del huerto, miserable;
Ve a buscar dulce
floresta,
Que tu no puedes en ésta
Hazer vida deleytable.
Ni tú ni tus seruidores
Podéis estar bien conmigo;
Que aún qu´estén llenos de
flores
Yo se bien cuántos dolores
Ellos traen siempre
consigo.
Debo confesaros, gentiles
integrantes desta Cofradía, qu´esta historia no tiene final. El diálogo entre
el anciano y el amor se pierde en un tráfago de mutuos reproches que no viene
al caso enumerar, pero que sí deja en claro que el amor nada tiene de divino,
quizá por su propio humano origen. De cualquier manera podemos concluir en que
el viejo de marras cargaba un pesado talego sobre sus espaldas del cual no
había podido desprenderse nunca y que –como todos sabemos- enlentece el avance
del caminante y pesa en sus sandalias.
Saben vuesas mercedes que
repudio profundamente moralinas y vulgaridades, de manera que no buscaré un
final para esta historia ante el riesgo de caer en ellas. Prudente será
entonces dejar que cada uno de ustedes obre por sí mismo; que cada quien vea
esta historia desde la vereda de enfrente si lo quiere, o se ponga el sayo si
le cabe.
A nada mas aspira este
humildísimo que no sea lleguéis al final de la lectura; si tal industria
acontece habré de considerar bien pagos mis trabajos y las horas de vigilia por
vosotros.
Moraleja:
Si el anciano de Don Rodrigo
Cota franquea al amor la entrada de su
huerto, advertirá que cada aún puede evitar que se transforme en suelo muerto.
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