EL CUENTITO MEDIEVAL
De como el Señor Feudal recibió en palacio a un hechicero procedente
de otras tierras
Escriba Medieval
Según antiguos pergaminos
llegados a manos del humilde, era práctica habitual en el coqueto palacio que
levantábase a orillas del Gran Lago Negro, recibir la visita de adivinos y nigromantes
provenientes de tierras lejanas.
Verdad es que los nobles
frecuentaban periódicamente la abadía que dirigía con mano dura el Abad
Charles, pero tal costumbre no era obstáculo para asistir a sesiones de
brujería del más variado tenor.
Cuentan que una vez, y
ante el notorio y paulatino
distanciamento de sus acólitos, el Señor recibió en sus aposentos a un
hechicero proveniente de Persia, quien preparóle algunas pócimas para mitigar
la soledad en la que estaba inmerso.
-Tengo en mis alforjas
los más exóticos productos que imaginaros puedas-aseguróle el brujo.
-Puedo hacer que a tus
enemigos se les caiga la piel en escamas cual culebra al llegar el invierno, o
que la doncella que más deseas se introduzca en tu lecho por propia voluntad.
-No mas quisiera irme de
palacio aclamado como llegué- dijo el Amo.
-Tal asunto no es tarea
mollar –fabló el hombre de Oriente- la fidelidad de quienes te has rodeado
nunca ha existido, y ahora deberás
asumir las consecuencias de tu incapacidad para ver dónde estaba la gente de
valor-
-Quizá con un “trabajo”
adecuado esa circunstancia se revierta- insistió el Señor feudal.
-Tengo en mis talegos
hierbas que hubieran evitado que Judas Tadeo vendiera a Jesús, pero no creo que
surtan efecto con quienes has apañado.
-¿A tal punto llegan?-
inquirió asombrado el Amo.
-A tal punto. Pero quizá
podamos atenuar sus ambiciones. Sobre todo de quienes desean tu sillón, que son
varios mas de los que imaginas.
-¿Qué harás entonces?
-Comenzaré mezclando
algunas cosas- dijo el persa sacando de una alforja un cazo de cobre donde
comenzó a introducir hierbas.
-Aquí va una porción de
Olghigango de la india; tres hojas desecadas de Kast-kat, proveniente de la
gran isla de los hombres pequeños, un poco de amapola molida, y algo de bálsamo
extraído de la corteza del baobab. Cubre con agua de lluvia, agrega un poco de
tela de arañas, y hierve todo. Cuando esté frío pásalo por el cedazo y mézclalo
en el vino. Con esto, tus acólitos no se tornarán fieles, pero se alejarán sin
robarte mas de lo que te han robado, que además no es de tu propiedad, sino del
pueblo.
-¿Y que pasa si lo bebo?
-Puedes hacerlo sin
temor. Te quitará remordimiento, pero ten presente que no habrás hecho historia
en tu paso por Palacio. Cualquiera con sentido común lo hubiera hecho mejor que
vos.
Dicho esto el hechicero
recogió sus bártulos; extendió su bolsa para que el Señor deslizara en ella un
puñado generoso de maravedíes, y se fue en busca de su carruaje para continuar
su viaje por la región.
De lo acontecido después
desta visita no ha quedado registro alguno. Años mas tarde alguien cantó ciertas
historias sobre un Señor feudal que amaba los pequeños caballitos, y que
–cansado de la vida palaciega- fuese a vivir a su cabaña de los campos.
Otras versiones aseguran
que el hombre viajó a la gran comarca a ocupar un sillón en la Junta de Notables, pero en
realidad nada se sabe destos aconteceres.
Moraleja:
Da prueba el
hombre de cruel debilidad, cuando acude a brujos o hechiceros, pretendiendo le muestren la verdad.
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