ANTE UN NUEVO ANIVERSARIO DEL
NACIMIENTO DE LEONARDO DA VINCI
La magnitud de la figura
de Leonardo nos exime de abundar en detalles sobre su vida y obra. Por lo tanto
nos remitiremos a una brevísima referencia sobre ella, teniendo en cuenta
además que este referente universal de las artes ha sido –y será- motivo
permanente de atención para esta publicación.
Leonardo Da Vinci nació en
1452 en la villa toscana de Vinci, hijo natural de una campesina, Caterina (que
se casó poco después con un artesano de la región), y de Ser Piero, un rico
notario florentino. Italia era entonces un mosaico de ciudades-estados como
Florencia, pequeñas repúblicas como Venecia y feudos bajo el poder de los
príncipes o el papa. El Imperio romano de Oriente cayó en 1453 ante los turcos
y apenas sobrevivía aún, muy reducido, el Sacro Imperio Romano Germánico; era
una época violenta en la que, sin embargo, el esplendor de las cortes no tenía
límites.
Primer período milanés
En 1482 se presentó ante
el poderoso Ludovico Sforza, el hombre fuerte de Milán por entonces, en cuya
corte se quedaría diecisiete años como «pictor et ingenierius ducalis». Aunque
su ocupación principal era la de ingeniero militar, sus proyectos (casi todos
irrealizados) abarcaron la hidráulica, la mecánica (con innovadores sistemas de
palancas para multiplicar la fuerza humana), la arquitectura, además de la
pintura y la escultura. Fue su período de pleno desarrollo; siguiendo las bases
matemáticas fijadas por León Bautista Alberti y Piero della Francesca, Leonardo
comenzó sus apuntes para la formulación de una ciencia de la pintura, al tiempo
que se ejercitaba en la ejecución y fabricación de laúdes.
Estimulado por la
dramática peste que asoló Milán y cuya causa veía Leonardo en el hacinamiento y
suciedad de la ciudad, proyectó espaciosas villas, hizo planos para
canalizaciones de ríos e ingeniosos sistemas de defensa ante la artillería
enemiga. Habiendo recibido de Ludovico el encargo de crear una monumental
estatua ecuestre en honor de Francesco, el fundador de la dinastía Sforza,
Leonardo trabajó durante dieciséis años en el proyecto del «gran caballo», que
no se concretaría más que en una maqueta, destruida poco después durante una
batalla.
Aunque Leonardo no parece
que se preocupara demasiado por formar su propia escuela, en su taller milanés
se creó poco a poco un grupo de fieles aprendices y alumnos: Giovanni
Boltraffio, Ambrogio de Predis, Andrea Solari, su inseparable Salai, entre
otros; los estudiosos no se han puesto de acuerdo aún acerca de la exacta atribución
de algunas obras de este período, tales como la Madona Littao el
retrato de Lucrezia Crivelli. Contratado en 1483 por la hermandad de la Inmaculada Concepción
para realizar una pintura para la iglesia de San Francisco, Leonardo emprendió
la realización de lo que sería la celebérrima Virgen de las Rocas, cuyo
resultado final, en dos versiones, no estaría listo a los ocho meses que
marcaba el contrato, sino veinte años más tarde. La estructura triangular de la
composición, la gracia de las figuras, el brillante uso del famoso sfumato para
realzar el sentido visionario de la escena, convierten a ambas obras en una
nueva revolución estética para sus contemporáneos.
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