sábado, 13 de julio de 2013

A 26 AÑOS DE LA MUERTE DEL POETA GERARDO DIEGO



Gerardo Diego nació en Santander en  1896 y murió en Madrid el 8 de julio de 1987. Poeta considerado una de las figuras más representativas de la Generación del 27, a la que agrupó por primera vez en una célebre antología y que encabezó el redescubrimiento de Góngora.
Profesor de literatura y de música, inició su andadura poética con El romancero de la novia (1920), que denotaba cierta influencia de Juan Ramón Jiménez y su aprecio por las formas tradicionales. Después de una breve estancia en París, donde hizo amistad con Vicente Huidobro y conoció la pintura cubista, reveló su permeabilidad a las corrientes vanguardistas, como el creacionismo, en versos de gran musicalidad.
Frutos inmediatos de esta experiencia fueron Imagen (1922) y Manual de espuma (1924), libro este último en el que fusiona al modo cubista dos o tres temas en el mismo poema, el cual a su vez actúa como agente creador de las imágenes. Desde entonces alternó ambas vertientes hasta el punto de hacer de esta alternancia una de las características de su creación lírica.
De aquí que no pueda analizarse su obra por etapas cronológicas sino a través del reconocimiento de esas dos vías paralelas representadas, según su propia enunciación, por la "poesía relativa", sostenida por la realidad perceptible, y la "poesía absoluta", sustentada en la misma palabra poética y muy secundariamente en la realidad evidente.
En este sentido, la primera se apoyó en las formas tradicionales, y la segunda, en las vanguardistas. Críticos como Manuel Cossío, Eugenio de Nora o Dámaso Alonso consideraron a su vez que la conjugación de ambas tendencias lo movió a revitalizar formas estróficas tradicionales con contenidos vanguardistas y a mostrar una gran diversidad de emociones como fundamento de un riguroso sistema poético. A ello contribuyó asimismo el dominio del lenguaje, una intuitiva aplicación de los recursos técnicos y expresivos, y un consciente desapego por el tono trascendentalista.
Los libros que marcan el inicio de este proceso creador son Fábula de Equis y Zeda y Poemas adrede (1932), en los que la décima, la sextina real y otras formas métricas comunes a la poesía barroca confieren una cierta estabilidad a los contenidos vanguardistas, al mismo tiempo que un léxico claro y preciso surgido de la realidad evidente y una sintaxis musical le sirvieron para soportar la pluralidad significativa de las imágenes. El precio de esta preceptiva fue la pérdida de intensidad emotiva, cosa que compensó con la fuerza esencial de su palabra poética.
De su vasta obra cabe destacar Versos humanos (1925), Ángeles de Compostela (1940), Alondra de verdad (1941), La luna en el desierto (1949), Biografía incompleta (1953), Poesía amorosa (1965), Vuelta del peregrino (1967), La fundación del querer (1970) y Versos divinos (1971). En 1947 ingresó en la Real Academia Española. Entre otros galardones, recibió el Premio Nacional de Literatura (1925), compartido con Rafael Alberti, y en 1980 el Cervantes, que compartió con Jorge Luis Borges.



Ahogo

Déjame hacer un árbol con tus trenzas.

Mañana me hallarán ahorcado
en el nudo celeste de tus venas.

Se va a casar la novia
del marinerito.

Haré una gran pajarita
con sus cartas cruzadas.
Y luego romperé
la luna de una pedrada.
Neurastenia, dice el doctor.

Gulliver
ha hundido todos sus navíos.

Codicilo: dejo a mi novia

un puñal y una carcajada.

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