EDGAR
DEGAS, ENTRE LA TIMIDEZ Y LA AUDACIA
Hilaire
Germain Edgar Degas nació en París el 19
de julio de 1834 y murió en 1917. Pintor A pesar de que inició sus estudios de
derecho, gracias a la desahogada economía familiar y al beneplácito de su padre
(cuya cultura y sensibilidad ante lo artístico resultó fundamental en su etapa
de formación), Edgar Degas se dedicó bien pronto a la pintura. En 1853 ingresó
en el taller del pintor Barriasy y en 1854 recibió las enseñanzas de Louis
Lamothe, seguidor de Ingres.
Sin
embargo, su privilegiada condición social, que determinará toda su vida y una
buena parte de su obra, le permitió acceder a las colecciones particulares de
pintura de la clase alta parisiense y formarse en la tradición clásica como
autodidacta a través de múltiples viajes. En Florencia, conoció en casa de su
tío, el barón Bellelli, copias y originales de Rafael, Mantegna, Pollaiuolo,
Ghirlandaio y Botticelli.
Por los
testimonios de la época se sabe que Degas era un hombre tímido, sensible, algo
retraído, con una gran vida interior que a veces le dificultaba la relación con
sus semejantes, tal como puede observarse en la serie de autorretratos que
realizó entre 1854 y 1858, donde se aprecia la influencia de Ingres. En la
década de los sesenta, la posibilidad de entender la pintura como un ejercicio
artístico, ajeno a las alegorías y al trasfondo moralista de los grandes
cuadros de historia, era todavía incierta y dudosa.
Sin
embargo, las recientes muertes de Vernet, Delacroix e Ingres abrieron un hueco
en el que pudo desarrollarse, de la mano de Manet y Degas, lo que Baudelaire
denominó enfáticamente el "heroísmo de la vida moderna". La familia
Bellelli (1858-1875, Museo de Orsay, París) surge de unos retratos de sus
primas que Degas pintó durante su primera estancia en Florencia, y muestra un
análisis visual de la familia en el que los caracteres de los personajes (la
atenta e inquieta tía Laura, su esposo Genaro, las dos niñas), junto con la
verosimilitud del mobiliario y los objetos personales, constituyen una composición
realista, fiel testimonio de la vida moderna.
La obra,
sin embargo, puede entenderse también como una alegoría de la continuidad
temporal familiar, pues el dibujo que cuelga de la pared representa al abuelo
Degas, patriarca de la familia, mientras delante de él, la propia Laura
Bellelli se encuentra embarazada; son cuatro y no dos -como parece a simple
vista-, las generaciones plasmadas en el cuadro: el pasado alimenta al presente
para proyectarse en el futuro, como ocurre en toda la obra de Degas.
De regreso
a París, tras una estancia en la villa Médicis de Roma, Degas descubrió el
fascinante mundo escénico que tanto exaltó en su pintura. Aunque de
connotaciones alegóricas, el retrato de Mademoiselle Fiocre en el ballet La
Source (1868, Brooklyn Museum, Nueva York) expuesto en el Salón de 1868,
representa su aparición en el panorama artístico parisiense.
Su obra
Orquesta de la ópera (1868-1869, Museo de Orsay, París), debía haber sido un
retrato del fagotista Désiré Dihau, pero finalmente se convirtió en una
composición en la que algunos de sus amigos, como el compositor Emmanuel
Chabrier y otros músicos -pintados casi a la manera de Ingres-, se encuentran
coronados por un friso de bailarinas decapitadas. Tras la visión instantánea y
objetiva de encuadre espontáneo se esconde un complejo artificio compositivo
que reclama el derecho a establecer nuevas reglas para la representación
realista de la imagen de una época.
Las
relaciones de Degas con el movimiento impresionista fueron bastante complejas.
A pesar de que participó en siete de las ocho exposiciones del grupo y mantuvo
diferentes contactos con todos los pintores que lo constituían, se negó
sistemáticamente a practicar la pintura al aire libre y su obra posee
indudables resonancias realistas e incluso clásicas.
a captación
visual del instante en Degas no puede asociarse al paisaje, que apenas
practicó, aunque sí puede reconocerse en algunas pinturas relacionadas con la
música, el baile o la escena. El padre de Degas escuchando a Lorenzo Pagans
(1869, Museo de Orsay, París), representa un momento preciso de una de las
veladas musicales que su padre organizaba en su propio domicilio; el instante
es retenido, pero no sólo a través de la referencia visual, sino también por
medio del gesto del cantante y guitarrista Lorenzo Pagans -boca abierta y
mirada perdida-, así como por el movimiento capturado de sus manos durante la
ejecución de una pieza y la expresión de ensimismamiento del padre.
Tras la
guerra franco-prusiana, en la que participó alistándose en la Guardia Nacional,
Degas regresó a París y frecuentó el ballet de la Ópera de la calle Peletier,
iniciando sus primeras y míticas series de bailarinas hacia 1872. Dos años
después, cuando participó en la primera muestra impresionista, su pintura fue
una de las menos criticadas debido al perfecto dominio del dibujo, entendido
éste sólo como un análisis de la realidad.
n la
tercera exposición impresionista que se celebró en 1877, en cuya organización
Degas participó activamente, su pintura se decantó momentáneamente hacia los
temas sociales como consecuencia de la influencia de Zola y de las tertulias en
el café Guerbois. De esa época cabe destacar Las planchadoras (1884, Museo de
Orsay, París) y La absenta (1876, Museo de Orsay, París), obra en la que el
artista se solidariza con dos personajes marginales, un mendigo y una
prostituta, cuyos atuendos crean una sutil relación cromática y metonímica con
sus respectivas bebidas. La perspectiva oblicua que introduce al espectador en
la escena no es más que un recurso de verosimilitud pictórica que apunta hacia
la objetividad y preocupación por lo social. Sin embargo, Degas, que seguía el
código de la buena sociedad tan elocuentemente descrito por Proust, no habría
de pasar a la historia de la pintura por sus reivindicaciones sociales, sino,
principalmente, por los efectos del movimiento que logró plasmar tan
magistralmente en su obra, sobre todo en la serie de las bailarinas, de
planchadoras o de figuras femeninas en general: mujeres bailando, bañándose o
secándose, captadas en ese instante preciso de la realidad. Su pintura se
interesó por la figura femenina, a la que consagró la mayor parte de su obra.
A partir de
los años ochenta, Degas realizó numerosas variaciones sobre el tema de las
bailarinas; sin embargo, la idea de la mujer estuvo muy vinculada a su vida
artística y privada. Degas perdió a su madre cuando contaba apenas trece años.
No se casó nunca y no se le conoció ninguna relación amorosa -Mademoiselle
Volkonska y Marie Dihau no son más que meras suposiciones-; ante ello el
artista comentó en una ocasión: "Hubiera sufrido durante toda mi vida el
temor de que mi esposa dijera: Te ha quedado bonita, después de haber acabado
una pintura."
El margen
de las connotaciones misóginas de semejante afirmación, lo cierto es que sus
complejas relaciones con las mujeres influyeron notablemente en su arte y
propiciaron su curiosidad a través de la mirada, un "voyeurismo" que
se manifiesta en esos cuerpos que, en realidad, parecen haber sido robados a la
intimidad femenina, mientras las mujeres se preparan para la escena, como en
Clase de baile (1872, Museo de Orsay, París), Bailarina sentada frotándose el
tobillo izquierdo (1881-1883, Museo de Orsay, París) y Bailarinas entre
bastidores(1890, Museo de Orsay, París), o mientras realizan sus aseos
cotidianos como en Mujer peinándose(1887-1890, Museo de Orsay, París) o Mujer
secándose el pelo al aire libre (1903, Museo de Orsay, París).
Mujer
peinándose es uno de sus más clásicos desnudos. En una versión posterior del
mismo tema, Doncella peinando a la señora (1896, National Gallery, Londres),
los contornos de la mujer y la criada surgen de un campo cromático rojo
anaranjado que parece anticipar el Estudio rojo de Matisse (1911, MOMA, Nueva
York) quien, curiosamente, fue propietario de esta pintura de Degas.
Degas fue
un pintor clásico de la vida moderna que mantuvo una apasionada relación con la
pintura del pasado: "Está muy bien copiar lo que uno ve; pero es mucho
mejor dibujar lo que ya no ve, salvo en el recuerdo. Es una transformación en
la que la imaginación y la memoria trabajan juntas. Sólo se reproduce lo que
llamó la atención, es decir, lo realmente necesario. De este modo los recuerdos
y las fantasías se liberan de la tiranía de la naturaleza. Por este motivo los
cuadros hechos así, por un hombre que tiene una memoria cultivada y que conoce
tanto su oficio como a los viejos maestros, son casi siempre obras
notables." De hecho, muchas de las figuras que parece haber plasmado con
objetividad paseando por alguna calle de París pueden reconocerse en obras de
Ingres, Watteau o algún pintor desconocido de los siglos XVII o XVIII.
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