viernes, 29 de noviembre de 2013

ALBERTO MORAVIA, CONSTRUCTOR DE RELATOS



Alberto Moravia Pincherle nació en Roma el 28 de noviembre de 1907 y murió el 26 de setiembre de 1990. Narrador de gran difusión internacional, que ocupa un destacado lugar entre los representantes de su país en la literatura del siglo XX. Una enfermedad infantil (que luego relató en Agostino, 1944) lo llevó a permanecer recluido en los años de la adolescencia. Durante ese reposo forzado leyó intensamente y escribió una primera y gran novela: Los indiferentes (1929).
El compromiso con el antifascismo, que escenificó en la sátira de un dictador, La mascarada (1941), le obligó a huir de Roma a la que volvió después de la liberación. Inició entonces una prolífica colaboración con diversos periódicos: Il Mondo, L´Europeo o Il corriere della sera, donde publicó reportajes, reflexiones, críticas de cine y relatos. El éxito de La romana (1947), que Luigi Zampa llevó al cine en 1954, y la popularidad de sus artículos lo convirtieron en una figura central de la renacida cultura italiana de los años de 1950 y 1960.
La capacidad para contar historias, la vigencia y oportunidad de los argumentos y la visión del mundo en la que se insertaban hicieron de su literatura una representación verosímil de la realidad del país. Moravia fue un narrador excelente, cuya energía fabuladora se demostró en El conformista (1951), convertida en película por Bernardo Bertolucci en 1970, El desprecio (1954), Cuentos romanos (1954), La ciociara (1959), llevada al cine por Vittorio de Sica en 1960, o los Nuevos cuentos romanos (1960).
Con El aburrimiento (1960) volvió a gozar del reconocimiento internacional, porque la novela, que refleja las tensiones íntimas provocadas por el autocomplaciente mundo burgués, supo conectar con las expectativas del público lector. Esta escritura que oscila entre el neorrealismo y la descripción de los ambientes de la clase media, entre el documentalismo y la introspección psicológica, fue también una defensa de las formas tradicionales de narrar. Moravia no fue por tanto un escritor moderno, en el sentido experimental de la palabra, pero construyó relatos eficaces con las herramientas intelectuales apreciadas por su generación: el marxismo y el concepto de alienación, plenamente vigentes hacia mediados de siglo.


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