sábado, 30 de noviembre de 2013


El arte en el podio


Los récords en Nueva York
y la escalada de ventas en subastas traen al tapete a los grandes coleccionistas.



En la puja que ha situado a Francis Bacon como el artista más caro vendido nunca en una subasta, Larry Gagosian pujó hasta los 101 millones de dólares. Y hubo dos pujas por encima de los 120 millones. Finalmente, el tríptico se remató en 142,2 millones.
Si a estos multimillonarios, que parecen tener un bolsillo casi infinito, sumamos el dinero procedente de rusos, oligarcas de Medio Oriente, turcos, brasileños, mexicanos, chinos… o sea, el nuevo mundo económico, la tormenta perfecta en el arte está servida. ¿Qué límite tiene una mujer como Sheikha Al-Mayasa bint Hamad bin Khalifa Al-Thani quien, con solo 30 años, destina más de 965 millones de dólares al año a la compra de arte?
Y sobre esa pulsión de los coleccionistas las salas de subasta relanzan sus balances. Hace una década, en el mejor de los casos, Christie`s conseguía 85 millones de dólares en una única jornada de ventas. Estos días logró la cifra más alta de su historia: 691,5 millones de dólares. Una cantidad que hace exclamar al coleccionista Paco Cantos: "¡Estamos cerca de que explote la burbuja! Estos precios no se pueden soportar". Son advertencias que, de tan repetidas, resultan cansinas. Y que no todos comparten.
Lo cierto es que nunca antes las casas de subasta habían tenido tanto poder. Bueno, quizá habría que reescribir la frase: nunca antes el mercado del arte había tenido tanto poder. "La fuerza es de tal calibre que está haciendo desaparecer, si alguna vez existió, la clase media del arte", ahonda con tristeza Marcos Martín Blanco, quien, con más de 400 obras, atesora una de las mejores colecciones de pintura contemporánea de España. El coleccionista reconoce que se vende mucho y bien, pero sobre todo las grandes obras, los grandes nombres, que únicamente son accesibles a bolsillos multimillonarios. La explosión de los precios es de tal calibre que, en efecto, parece estar dejando al coleccionista de clase media fuera de juego. "Si un artista de 27 años como el colombiano Óscar Murillo vendía hace un año sus cuadros por menos de 20.000 dólares y ahora se rematan en 300.000 es que el mercado está desenfrenado", incide Martín Blanco. Una especulación similar sufren los trabajos de artistas treintañeros como Wade Guyton, Nate Lowman, Alex Hubbard o Hurvin Anderson.

Y como una onda expansiva esto afecta a las galerías. Elba Benítez, una experiente galerista, cuenta cómo algunos artistas trabajan con listas negras con nombres de coleccionistas que vendieron sus obras en el segundo mercado a poco de comprarlas. A esos, no se les vuelve a vender. Hay que protegerse.
Bajo este paisaje la inversión en pintura o escultura contemporánea parece un buen negocio. ¿Pero es así siempre? "¿Vale la pena invertir en arte?" Este el contundente titular con el que tres economistas acaban de zarandear el más que conservador mundo de las subastas. El trabajo de estos expertos -que proceden de la universidad de Stanford, la Escuela de Finanzas de Luxemburgo y la Universidad Erasmus de Rotterdam- plantea una idea desasosegante: los ingresos procedentes de este tipo de activos se han sobreestimado y los riesgos se han minusvalorado. Para ello han utilizado una muestra de 20.538 pinturas que se vendieron repetidamente en subastas entre 1972 y 2010. De su estudio se deriva que las ganancias medias anuales son del 6,5%, bastante por debajo del 10% que estiman otros índices. En estos días de euforia, una llamada de atención al alocado planeta del arte contemporáneo.





Extraído de El País de Madrid

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