El
hombre eléctrico de Perew
Con el
cambio de centuria, entre el siglo XIX y el XX, apareció una moda que duró poco
más de una década que recogía la tradición europea de los autómatas del siglo
XVIII. Puede que no fueran tan refinados como los artilugios de salón
dieciochesco, pero los “robots” antropomorfos eran lo último en diseño
mecánico. Hubo bastantes de estos hombres de metal recorriendo las calles de
los Estados Unidos, sobre todo, aunque en Europa también se fabricó alguno.
De entre todos
los hombres de metal, destaca el gigante construido por Louis Philip Perew, un
tipo de lo más ingenioso que dio vida a varios “hombres automáticos” o,
también, “hombres eléctricos”, como solía llamarlos. Como digo, el más
sobresaliente era un hombretón metálico revestido con una especie de piel de
cuero, para que no pareciera artificial, que se vestía al modo de la época y
hasta tenía bigote. Con más de dos metros de altura, el cochero eléctrico era
capaz, al menos según Perew, de tirar de un carruaje en el que se instalaban
cómodamente dos pasajeros. Según se comentaba…
…la primera
exhibición del autómata se efectuó en un amplio salón en Tonawanda, en
presencia de gran número de personas. El hombre eléctrico anduvo, arrastrando
un pequeño coche en el que iba el inventor, con paso firme, ligero y elástico y
casi sin hacer ruido. Dos veces dio vuelta al salón, y cuando uno de los
presentes preguntó si podría andar mucho tiempo sin descomponerse, él mismo le
contestó: “Voy a ir desde Nueva York hasta San Francisco”. La voz salía como de
un megáfono dentro de la máquina. 1
Vale, era
palabra de máquina, solo que había un matiz importante. El artilugio movía las
piernas, pero no tiraba del vehículo, como es lógico. Todo era un complejo
mecanismo de relojería pensado para que pareciera que el hombre de metal era
quien tenía el protagonismo. En realidad, el coche tenía tracción trasera
eléctrica, así de sencillo. En la mayor parte de las demostraciones se
utilizaba un motor animado por baterías, pero cuando se deseaba recorrer un
trecho considerable, se empleaba un pequeño motor de gasolina. Hombres
automáticos como el de Perew fueron usados en ferias, campañas comerciales y
políticas, llamando mucho la atención de la gente allá por donde pasaban. No se
puede decir que caminaran realmente, pero lo importante era que parecía que lo
hacían.
1 Fuente: Caras
y Caretas, 8 de diciembre de 1900.
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