sábado, 30 de noviembre de 2013

EUGENE IONESCO, MAESTRO DEL ABSURDO





Eugene Ionesco nació en Slatina el 28 de noviembre de 1912 y murió en París el 28 de marzo 1994. Autor teatral francés de origen rumano, fue el creador y más distinguido representante -junto con Samuel Beckett- del teatro del absurdo.

De padre rumano y madre francesa, su infancia transcurrió en París. Reclamado por su padre, regresó a los trece años a Rumania, donde realizó estudios y trabajos diversos y permaneció hasta 1938, cuando regresó a París. Inició su actividad periodística en diversos medios rumanos y provocó, en 1934, un fuerte escándalo por su ataque sarcástico a los valores literarios establecidos (T. Arghezi, I. Barbu, M. Eliade).
Aún volvió a su país tras declararse la guerra mundial, pero regresó a Francia (Marsella) en 1942. Fue agregado cultural de Rumania en Vichy. Acabada la guerra y de nuevo en París, trabajó como corrector de pruebas y traductor. En 1950 se representó su primera obra, El Juego, que pese a no ser un éxito le granjeó la amistad de intelectuales como A. Breton, Luis Buñuel, M. Eliade, R. Queneau y otros.
En 1970 fue elegido miembro de la Academie Francaise y obtuvo diversos premios literarios, que en adelante serían frecuentes, como sería frenética también su actividad en defensa de sus convicciones intelectuales y artísticas por toda Europa y América hasta el momento de su muerte.
El pesimismo se sitúa en la base del teatro del absurdo, que pretende poner de manifiesto la futilidad de la existencia humana en un mundo impredecible, junto con la imposibilidad de verdadera comunicación entre las personas; sin embargo, su obra está cargada de humor y sentido de la humanidad.
Entre las técnicas propias de tal dramaturgia figuran el non sense (juegos verbales sin sentido o sin sentido aparente), la creación de ambientes sofocantes y las situaciones carentes de lógica con el fin de resaltar el extrañamiento y la alienación; en todo caso, su principio esencial es subvertir los procedimientos de transposición literal de la realidad.

Aún volvió a su país tras declararse la guerra mundial, pero regresó a Francia (Marsella) en 1942. Fue agregado cultural de Rumania en Vichy. Acabada la guerra y de nuevo en París, trabajó como corrector de pruebas y traductor. En 1950 se representó su primera obra, El Juego, que pese a no ser un éxito le granjeó la amistad de intelectuales como A. Breton, Luis Buñuel, M. Eliade, R. Queneau y otros.
En 1970 fue elegido miembro de la Academie Francaise y obtuvo diversos premios literarios, que en adelante serían frecuentes, como sería frenética también su actividad en defensa de sus convicciones intelectuales y artísticas por toda Europa y América hasta el momento de su muerte.
El pesimismo se sitúa en la base del teatro del absurdo, que pretende poner de manifiesto la futilidad de la existencia humana en un mundo impredecible, junto con la imposibilidad de verdadera comunicación entre las personas; sin embargo, su obra está cargada de humor y sentido de la humanidad.
Entre las técnicas propias de tal dramaturgia figuran el non sense (juegos verbales sin sentido o sin sentido aparente), la creación de ambientes sofocantes y las situaciones carentes de lógica con el fin de resaltar el extrañamiento y la alienación; en todo caso, su principio esencial es subvertir los procedimientos de transposición literal de la realidad.
La obra teatral de Ionesco es muy amplia, y entre sus principales piezas se cuentan La cantante calva (1950), una sátira fundada en la vida cotidiana; La lección (1950), acerca de un profesor que asesina a sus alumnos; Las sillas (1952), donde los personajes hablan con seres que no existen; Amadeo o cómo salir del paso (1953), una parábola contra el matrimonio, y El nuevo inquilino (1956).
El rinoceronte (1959) es seguramente su obra más conocida; en ella, ante la resistencia y el asombro del protagonista, los habitantes de una villa se convierten en rinocerontes. Otras obras dramáticas suyas son La sed y el hambre (1964) y El rey se muere (1962). Escribió también abundantes textos sobre teatro, libros de memorias y una novela, El solitario (1974).
Ionesco fue uno de los dramaturgos más singulares e innovadores del siglo XX, de un humor mordaz y agudo, que consiguió trasladar al medio escénico las técnicas expresivas procedentes del surrealismo. De ese modo abrió nuevos caminos al teatro en una sociedad fragmentada y progresivamente dividida en compartimentos estancos, caminos que han sido seguidos por otros autores. Sus aportaciones a lo largo de medio siglo son transcendentales, aunque aún no sean apreciadas en su justa medida.


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