EUGENE
IONESCO, MAESTRO DEL ABSURDO
Eugene Ionesco nació en Slatina el
28 de noviembre de 1912 y murió en París el 28 de marzo 1994. Autor teatral
francés de origen rumano, fue el creador y más distinguido representante -junto
con Samuel Beckett- del teatro del absurdo.
De padre rumano y madre francesa, su
infancia transcurrió en París. Reclamado por su padre, regresó a los trece años
a Rumania, donde realizó estudios y trabajos diversos y permaneció hasta 1938,
cuando regresó a París. Inició su actividad periodística en diversos medios rumanos
y provocó, en 1934, un fuerte escándalo por su ataque sarcástico a los valores
literarios establecidos (T. Arghezi, I. Barbu, M. Eliade).
Aún volvió a su país tras declararse
la guerra mundial, pero regresó a Francia (Marsella) en 1942. Fue agregado cultural
de Rumania en Vichy. Acabada la guerra y de nuevo en París, trabajó como
corrector de pruebas y traductor. En 1950 se representó su primera obra, El
Juego, que pese a no ser un éxito le granjeó la amistad de intelectuales como
A. Breton, Luis Buñuel, M. Eliade, R. Queneau y otros.
En 1970 fue elegido miembro de la
Academie Francaise y obtuvo diversos premios literarios, que en adelante serían
frecuentes, como sería frenética también su actividad en defensa de sus
convicciones intelectuales y artísticas por toda Europa y América hasta el
momento de su muerte.
El pesimismo se sitúa en la base del
teatro del absurdo, que pretende poner de manifiesto la futilidad de la
existencia humana en un mundo impredecible, junto con la imposibilidad de
verdadera comunicación entre las personas; sin embargo, su obra está cargada de
humor y sentido de la humanidad.
Entre las técnicas propias de tal
dramaturgia figuran el non sense (juegos verbales sin sentido o sin sentido
aparente), la creación de ambientes sofocantes y las situaciones carentes de
lógica con el fin de resaltar el extrañamiento y la alienación; en todo caso,
su principio esencial es subvertir los procedimientos de transposición literal
de la realidad.
Aún volvió a su país tras declararse
la guerra mundial, pero regresó a Francia (Marsella) en 1942. Fue agregado
cultural de Rumania en Vichy. Acabada la guerra y de nuevo en París, trabajó
como corrector de pruebas y traductor. En 1950 se representó su primera obra,
El Juego, que pese a no ser un éxito le granjeó la amistad de intelectuales
como A. Breton, Luis Buñuel, M. Eliade, R. Queneau y otros.
En 1970 fue elegido miembro de la
Academie Francaise y obtuvo diversos premios literarios, que en adelante serían
frecuentes, como sería frenética también su actividad en defensa de sus
convicciones intelectuales y artísticas por toda Europa y América hasta el
momento de su muerte.
El pesimismo se sitúa en la base del
teatro del absurdo, que pretende poner de manifiesto la futilidad de la
existencia humana en un mundo impredecible, junto con la imposibilidad de
verdadera comunicación entre las personas; sin embargo, su obra está cargada de
humor y sentido de la humanidad.
Entre las técnicas propias de tal
dramaturgia figuran el non sense (juegos verbales sin sentido o sin sentido
aparente), la creación de ambientes sofocantes y las situaciones carentes de
lógica con el fin de resaltar el extrañamiento y la alienación; en todo caso,
su principio esencial es subvertir los procedimientos de transposición literal
de la realidad.
La obra teatral de Ionesco es muy
amplia, y entre sus principales piezas se cuentan La cantante calva (1950), una
sátira fundada en la vida cotidiana; La lección (1950), acerca de un profesor
que asesina a sus alumnos; Las sillas (1952), donde los personajes hablan con
seres que no existen; Amadeo o cómo salir del paso (1953), una parábola contra
el matrimonio, y El nuevo inquilino (1956).
El rinoceronte (1959) es seguramente
su obra más conocida; en ella, ante la resistencia y el asombro del protagonista,
los habitantes de una villa se convierten en rinocerontes. Otras obras
dramáticas suyas son La sed y el hambre (1964) y El rey se muere (1962).
Escribió también abundantes textos sobre teatro, libros de memorias y una
novela, El solitario (1974).
Ionesco fue uno de los dramaturgos
más singulares e innovadores del siglo XX, de un humor mordaz y agudo, que
consiguió trasladar al medio escénico las técnicas expresivas procedentes del
surrealismo. De ese modo abrió nuevos caminos al teatro en una sociedad
fragmentada y progresivamente dividida en compartimentos estancos, caminos que
han sido seguidos por otros autores. Sus aportaciones a lo largo de medio siglo
son transcendentales, aunque aún no sean apreciadas en su justa medida.
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