Trinidad Guevara, actriz pionera
Trinidad Guevara nació en Santo Domingo de Soriano –actual
Uruguay– el 11 de mayo de 1798. Hija de la criolla Dominga Cuevas y del actor
oriental Joaquín Ladrón de Guevara hizo su primera actuación en la Compañía Cómica de
Montevideo a los 13 años. Le sumó al “escándalo” de su profesión el dar a luz a
su hija Carolina Martina a los 18 años producto de su relación con Manuel Oribe
–futuro presidente del Uruguay– en pleno estado de soltería. Tras un juicio de
desalojo que la dejó en la calle, intentó probar suerte en la otra orilla del
Plata. Llegó a Buenos Aires en febrero de 1817 en compañía de Oribe, pero al
poco tiempo el militar volvió a Montevideo a poner sitio a la ciudad contra la
ocupación portuguesa. Trinidad pudo incorporarse al elenco del Teatro Coliseo
de Buenos Aires y se fue metiendo en el bolsillo al público porteño. A los 21
reincidió en esto de la maternidad sin marido a la vista y, mostrando su
cercanía con las ideas revolucionarias, bautizó Caupolicán al varoncito.
Dice Mariano Bosch en su libro El teatro antiguo de Buenos
Aires, El Comercio, Buenos Aires, 1904, que “poseía una dicción correctísima,
palabra clara y fácil, esbelta figura y, sobre todo, un don especial con que la
naturaleza la había dotado, el más espléndido metal de voz que pudiera poseer
criatura humana”.
Cuando estaba en la cúspide de su éxito, una colega que no
la quería mucho y quería ocupar su lugar, una tal Ujier, 1 hizo todo lo posible
por desplazarla.
En un principio ganó la Ujier , que ocupó cada noche de función un palco
bajo mirando con su peor cara a la
Guevara , que decidió dejar momentáneamente las tablas
cediéndole sin ninguna gana el lugar a su rival y ocupando ahora ella el palco.
Pero no era lo mismo. La Ujier , como dice Capdevila, no estaba muy bien
dotada para el oficio y ante cada pifiada, olvido de la letra o cosas por el
estilo, todas las miradas se dirigían a la Guevara , que no podía disimular cierto placer.
Hasta un periódico de la época decía: “Se descubrió en el papel de princesa a
una señora (la Ujier )
que solía antes ocupar un palco, y en otro de los de abajo se advirtió a la Trinidad , que antes
desempeñaba el mismo papel. Que cada una vuelva a su lugar antiguo”. 2 Los
siseos y los comentarios en alto tono del público derrotaron a la Ujier y se cumplieron los
deseos del cronista: la
Guevara volvió al lugar que le correspondía, el escenario
desde donde recibió una gran ovación de espectadoras y espectadores, y la Ujier , al palco.
El Argos en su edición del 14 de julio de 1821 celebra su
regreso con el siguiente comentario:
Por fin la Trinidad Guevara ha dejado de guardar silencio y
ha agradado tanto al público como al Argos en tres comedias seguidas: El
chismoso, El bruto y La enterrada en vida. La dulzura natural de su voz es
capaz de agradar a cuantos sepan o ignoren nuestro idioma; pero la medida y
flexibilidad que posee le da el mayor mérito de poder modular el tono de cada
palabra en su propio sentido; así es que el concepto justo que forma siempre de
éste produce efectivamente la modulación que a la vez penetra en el alma y
forma en ella la imagen que se ha propuesto excitar el mismo poeta. 3
Pero la Ujier
no se quedó tranquila y encontró en el periódico del padre Castañeda un lugar
propicio para dar forma a sus calumnias. El cura, que fue incluido por Ramos
Mejía entre los neuróticos célebres argentinos, se dio el gusto de publicar en
su Despertador Teofilantrópico:
Pero la Trini
no era mujer de quedarse callada y decidió publicar un volante que llevaba por
título “Exposición de la actriz de este Coliseo, doña Trinidad Ladrón de
Guevara, a consecuencia del libelo infamatorio publicado en el número 59 del Despertador
Teofilantrópico", donde decía:
Público respetable: la agresión tuvo por causa defender el
decoro de la señora Ujier y un periodista sacerdote ha venido a ser
sacrificador. Así se me ha calumniado en un papel que bien podría servir de
tumba a la libertad de imprenta en el país más fanático de ella. Según el autor
yo pertenezco a las furias, no a las mujeres. Pero ¿he dicho yo alguna cosa en
contra de ella o ha sido el mismo público? Y aunque fuera justo vengarse en mí,
¿sería preciso que un sacerdote periodista fuera el sacrificador y la gran
Buenos Aires el templo donde yo fuera sacrificada? Yo soy acusada, más bien
diré calumniada: hambre rabiosa con que despedazan a una mujer que nunca los
ofendió. El pueblo ilustrado la reputará, no como una mujer criminal, sino
infeliz.
Dicen que era una mujer muy atractiva e interesante que
pisaba fuerte en las tablas y era una de las preferidas de las porteñas y los
porteños amantes del teatro. Tras una vida difícil, morirá en Buenos Aires el
24 de julio de 1873.
Referencias:
1 El apellido no la ayudaba mucho en sus delirios de
grandeza; según la Real
Academia , ujier significa “empleado subalterno que en algunos
tribunales y cuerpos del Estado tiene a su cargo la práctica de ciertas
diligencias en la tramitación de los asuntos, y algunas veces cuida del orden y
mantenimiento de los estrados”.
2 Mariano Bosch, El teatro antiguo de Buenos Aires, El
Comercio, Buenos Aires, 1904
3 El Argos, Nº10, Buenos Aires, 14 de julio de 1821.
4 El Despertador Teofilantrópico, Nº 59.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario