sábado, 25 de junio de 2011


Piedad por las estatuas




Ángel Juárez Masares

El reencuentro con una obra de Luis Bausero (*), perdido en un fárrago de libros, carpetas, y papeles nos provocó dos sensaciones. Recordar una “restauración perpetrada” hace ya algunos años por un Intendente, y el deseo de compartir algunos tramos de esta interesante obra  de Bausero.
Hace algunos años gobernaba el departamento de Salto Ernesto Malaquina, quien viendo que  en algunas plazas de su ciudad tenía varios conjuntos escultóricos algo descuidados emprendió la tarea de “restaurarlos”. Se trataba de un conjunto escultórico conformado por ángeles y faunos en diferentes actitudes, y el entonces Intendente Malaquina no tuvo mejor idea que hacer “limpiar la pátina” de las esculturas de mármol con un contundente tratamiento a base de lija y aguarrás, y luego aplicar varias capas de  esmalte sintético de color blanco brillante, lo que transformó aquellas obras de arte en objetos dignos de adornar el jacuzzi de un millonario de mal gusto.

Armonías

Pero el  reencuentro con la obra del profesor Bausero, motivó el deseo de compartir con los lectores de HUM BRAL algunos pasajes de la misma.
El autor asegura que “la riqueza arqueológica, sobre todo cuando puede traducirse en riqueza monetaria, ha tentado siempre al hombre. Así las tumbas donde los vivos han depositado riquezas para acompañar a sus muertos (fácilmente negociables) han sido en todas las edades la meta de buscadores de tesoros.
La apertura de una tumba hecha con criterio científico lleva mucho tiempo en estudios y preparación, pero al depredador no le interesa fijar datos, posesión de los enseres, etc. debe proceder como lo que es, un vulgar ladrón que apresura su faena para no ser descubierto”.
En uno de los capítulos destinados a “restauración”, Bausero hace referencia a un escrito de Renato Bonelli(**), quien en una publicación del Instituto de Historia del Arte de la Universidad de Pisa (1953) dice: “La reconstrucción completa de un monumento no está en ninguna circunstancia permitida –por lo menos teóricamente- ni aún cuando se disponga de todos los trozos que componían la estructura, y de los planos precisos del estado anterior a su ruina, porque la reconstrucción no podrá recrear perfectamente y en todos sus matices el proceso de edificación. En efecto, si es verdad que en una arquitectura las armonías que de ella emanan nacen de las relaciones de masa, espacio, y peso, y estaban ya resueltas en la fantasía del arquitecto y por consiguiente en la idea del proyecto, es verdad que la creación no se detiene en esa etapa, sino que prosigue en la expresión de su construcción, vivificando la técnica para fijar la imagen y animando y encarnando la fase constructiva. Elementos indispensables para dar vida a aquellas armonías son –precisamente- el ojo y la mano misma del artista que ha sabido asociar esos trozos de un modo único, de manera que nadie está en grado de repetir”.

El tiempo y la obra

Vinculado de alguna manera con la anécdota relatada más arriba, Luis Bausero dice: “la pátina de las obras de arte, y en especial de las esculturas, ha merecido en todas las épocas la atención de los amantes y cultores de las bellas artes. Vitruvio, Plinio, Plutarco, y Pausanias, nos trasmiten la importancia que el problema tenía en la antigüedad clásica; Vasari en el Renacimiento, Heuzy, Cason, Reeman, y Kirbey en los tiempos actuales, examinan el problema desde diversos puntos de la técnica, la filología, y la estética.
La pátina puede encontrarse en la obra de arte por un trabajo adventicio, es decir, querido por el artista para su obra reciente, o ser resultado de un proceso patológico sufrido por la materia; el “aerugo nobilis” de Horacio. En el primer caso, ni estética, ni históricamente debe tocarse, en el segundo, ella documenta el traspaso del tiempo a través de la obra de arte; es documento histórico y debe ser respetado.
No se trata de la conservación pura y lisa de la pátina por la pátina, ya que ella sin su relación con la obra no tendría razón de ser.
La pátina patológica –por ejemplo- está tan ligada a la vida misma de la obra de arte; su alianza y dependencia con ella es tan cabal, que el problema se confunde con el objeto mismo”.
En otro segmento de su libro, Bausero recuerda la apertura de las tumbas de Lavalleja, Rivera, y Suárez, señalando “la insolvencia con que se procedió en los dos casos. Primero fue la tumba de Lavalleja, y luego la de Rivera y Suárez (Ambos en la misma sepultura)”.
El profesor asegura que “los sepulcros de estos tres prohombres eran preciosos veneros donde se podía extraer valiosa documentación; fueron destruidos para siempre en el breve lapso que duró la ceremonia de reducción de restos”.
Finalmente nos quedaremos con una última reflexión de Luis Bausero: “toda restauración plantea infinitos problemas, y sobre todo enfrenta dos circunstancias; lo artístico (que incluye lo histórico) y lo utilitario. Hacer sobresalir el aspecto artístico puramente formal en desmedro de lo utilitario, o viceversa, es reducir a una abstracción teórica, lo que esencialmente, real y viviente”.

(*) Patrimonio, restauración, y artes del fuego, publicado por editorial Tradinco en 1998.

(**) Renato Bonelli. Arquitecto italiano (1911-2004) dirigió la recuperación de un sinnúmero de edificaciones y monumentos históricos afectados por la guerra. Tiene en su haber numerosas publicaciones y estudios sobre estos temas

Luis Bausero nació en 1913 en Montevideo. Estudió arqueología clásica y restauración de monumentos en la Universidad de Roma. Fue conservador del Palacio Legislativo; Presidente de la Sociedad  Amigos de la Arqueología, y Director del Museo y Archivo Histórico Municipal (Cabildo) de Montevideo. Responsable del Museo de Arqueología Clásica instalado en el Palacio Taranco, identificó y clasificó sus piezas y organizó sus colecciones. Catedrático de Historia Antigua en la Facultad de Humanidades, y Profesor Emérito de la Universidad de la República. En representación de esa casa de estudios, integró la Comisión de Patrimonio Histórico, Artístico, y Cultural de la Nación durante varios períodos.

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