Crean en París una “ruta cultural” en
homenaje a Julio Cortázar
París y el Instituto
Cervantes estrenaron el martes 25 de marzo la Ruta Cultural dedicada al escritor
Julio Cortázar, uno de los insignes latinoamericanos que más tiempo residieron
en la ciudad francesa, donde murió en 1984 y donde su sepultura es lugar de
peregrinaje y punto en el que finaliza el recorrido.
“Su tumba es la más
visitada o más obsequiada en el cementerio de Montparnasse”, donde también
reposan “el gran César Vallejo o el inmortal Baudelaire”, subraya Carles
Álvarez Garriga, autor de la ruta y editor del libro Córtazar de la A a la Z
(2014), junto con Aurora Bernárdez, primera esposa y albacea literaria del
escritor.
De ahí que el último
punto del recorrido sea el “ineludible cementerio” donde fue enterrado junto a
su segunda esposa, Carol Dunlop, explica el también editor de Papeles
inesperados (2009) y Cartas a los Jonquieres (2010).
Después de Unamuno,
Buñuel, Carlos Fuentes, Jorge Edwards, Vargas Llosa o Frida Kahlo, la de
Cortázar es la decimoséptima ruta lanzada por el Instituto Cervantes de París.
Con ella conmemora el
30º aniversario de su muerte, el 12 de mayo de 1984, un año después de celebrar
el 50º aniversario de la publicación de Rayuela con la creación de una ruta
homónima.
En Montparnasse, ante
la lápida decorada con la imagen de un cronopio, a Cortázar “se le rinde culto,
la gente deja cigarrillos, billetes de metro, flores, cartas...”, resalta
Álvarez Garriga. “Siempre que uno va a la tumba se encuentra alguien que está
ahí, no diremos rezando a la memoria de Cortázar, pero casi”, añade.
El paseo por la
veintena de sitios del mundo cortazariano incluidos en las Rutas Cervantes
comienza en su última vivienda, en el número 4 de la rue Martel del distrito X
de París, en la orilla derecha del Sena, donde el escritor se sintió feliz tras
haber vivido con Dunlop en un exiguo apartamento, según escribía a su madre en
enero de 1980.
Cronológicamente, el
recorrido debuta “Fuera de Ruta”, en la Casa Argentina de la Ciudad
Universitaria, en cuya habitación número 40 Cortázar pasó sus primeros meses en
París.
Antes, en 1950, había
realizado un viaje de turismo muy breve, “en el que apenas pasó una semana en
París”, pero al año siguiente volvió para instalarse definitivamente, gracias a
una beca del Gobierno francés, recuerda el editor.
Esta ruta “tiene dos
vertientes”, subraya, la primera con “los lugares que fueron muy importantes
para él”, como la Biblioteca del Arsenal, donde pasó muchas horas de estudio y
lectura, y que fue “el último lugar que quiso visitar en vida”.
Lamentablemente estaba
“muy enfermo, no hay ascensor y no pudo subir las escaleras”, pero Aurora
Bernárdez y su gran amigo y crítico Saúl Yurkiévich la visitaron por él y le
tranquilizaron diciéndole que todo seguía “igual”, comenta Álvarez Garriga.
Otro enclave parisino
reflejado en su literatura es el Jardín de Plantas, “donde hay una importante
colección de animales y están esos peces que son los ajolotes”.
Es el lugar donde se
desarrolla el cuento “Axolotl”, nombre mexicano “de un anfibio
extraordinariamente plano, con unos ojos que son como unas rayitas, que a él lo
aterrorizó”, apunta.
El editor resalta
asimismo la Galería Viviane, donde transcurre el relato “El otro cielo”,
construida en el siglo XIX y que para Cortázar representa como un pasillo
tempoespacial que comunica con el pasaje Güemes, de la calle Florida de Buenos
Aires.
En la ruta “hemos
intentado combinar lugares que tienen gran importancia en su literatura y en lo
personal”, como el Pont des Arts, muy importante en Rayuela, el restaurante
Polidor, o la casa de la Plaza del General Beuret donde vivió del año 60 al 68,
resume.
El tercer aspecto que
se tuvo en cuenta “es el de los monumentos y edificios singulares de París que
más le interesaron”, como el Museo del Louvre, donde durante tres años, de 1951
a 1954, con un pase que tenía como estudiante, “iba todas las tardes”.
Fuente: EFE
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