BREVE RELATO DEL
VIAJE DEL ESCRIBA POR LAS TIERRAS DONDE SE DISPUTA LA POSESIÓN DEL CETRO QUE
PRONTO ENTREGARÁ EL REY JOSEPH “EL FEO”, Y DE LAS CONCLUSIONES DE TALES
AVENTURAS
Amados
Cofrades: de regreso a mi humilde morada tras un largo viaje, tomado que he
nuevamente la pluma para relataros algunas de las aventuras vividas en lejanas
comarcas.
Debo confesaros
que el dolor de mis huesos indica que tal periplo ha sido sin duda el último
emprendido por este humilde servidor de vuesas mercedes, porque el pellejo de
cabra que cubre el lomo de “Oberon” a guisa de montura -mi asno preferido no
solo por ser el único que poseo - no alcanza para disimular la dureza de sus
huesos.
Como no deseo
aburriros contándoos pormenores de las incomodidades vividas durante varias
semanas de viaje, comenzaré refiriéndome a mi arribo a los dominios del Rey
Joseph “el feo”; personaje extraño que del cual vosotros conocéis algunas de
sus excentricidades, como su predisposición a vivir en una morada ruinosa en
compañía de su consorte Luccía de los Topos y un can de tres patas.
Algunos
lugareños creen que su predisposición a “meter la pata” cuando fabla con su
pueblo, e incluso con personas de reinados vecinos, se debe precisamente a la
ausencia de una de las patas de su mascota. Sería –aseguran- una suerte de compensación
por tal falencia.
Instalado en
una humilde posada de las afueras del pueblo, asumí como estrategia visitar las
tabernas para escuchar a las gentes, pues el final del reinado de Joseph se
acerca, y varios caballeros de noble linaje –y no tanto- comienzan a disputarse
el cetro.
Debo informaros
–respetables contertulios- que en este caso la sucesión del monarca no se
trasmite por herencia sanguínea, sino que es el propio pueblo quien decide
sucesor.
Así las cosas,
oportunidad tuve de estar presente en la visita que uno de los aspirantes al
cetro que hoy descansa en la cocina de actual monarca (vergonzosamente
destinado a soporte para ollas y cucharones de hojalata).
Se trataba del
Caballero Luis de La Ruta, primogénito de un antiguo Rey famoso por su aficción
a las bebidas espirituosas, y por su capacidad de dormir aún arriba de su
caballo, curiosamente llamado “Cuatro por cuatro” en clara alusión a la fuerza
de sus patas.
Supe además al
fablar con los habitantes del lugar, que el tal Caballero Luis viajaba
acompañado por Maese George, conocido como “El guapo” –al parecer-por haber
“sacudido” a mas de una doncella, y quien llevaba muchos años fracasando en su
intento por llegar al trono.
Algunos
habitantes del lugar aseguran que la sonrisa que suele mostrar Maese George es
mas falsa que moneda de madera, pues en realidad tiene gran enojo por ser “el
segundo” del joven Luis de la Ruta.
Los encuentros
con aspirantes al sillón de Joseph “El Feo” se repitieron a lo largo de mi
viaje, y así fue como en una comarca vecina a un gran río llamado “De los
Pájaros”, tuve oportunidad de ver la llegada del Caballero Talaré Vas, otro ex
monarca en procura de recuperar el cetro que una vez colgó del respaldo de su
cama.
Personaje
extraño el tal Talaré. Cuentan que la sonrisa que suele ostentar frente a la
plebe se borra de inmediato en la intimidad de los recintos donde concilia con
sus acólitos.
Veterano de
muchas lides en asuntos de gobierno, dicen que sus aciertos pueden ser
comparables a sus errores, de manera que –por aquellos días de mi viaje- era
imposible saber si lograría la posesión del preciado cetro de mando en disputa.
Mas tarde
encontréme con un tumulto en la plaza pública de otro poblado, y llegándome a
ella pude saber que quien dirigía una oratoria a los circunstantes era conocido
como Pedro el Pequeño, cuyo progenitor guardaba prisión por haber entregado el
cetro de mando a los ejércitos que debían protegerlo, incurriendo en una clara
actitud de alta traición.
De todas
maneras, Pedro el Pequeño había resuelto enarbolar los rojos estandartes que
habían levantado con orgullo sus antepasados, y pugnaba entonces por acceder al
trono en cla
ra muestra de vigor, pues debía cargar además con una historia
heredada cuyo peso no cabía en una recua de mulas.
Finalmente
–nunca bien apreciados contertulios- encontramos a otro de los aspirantes en el
litigio de marras. Tratábase de Pablo de las Mieses, hombre que llevaba muchos
años remándola sin demasiado éxito. Repetía él sus preceptos sin demasiadas
convicciones, y quizá por ello el número de sus seguidores no aumentaba pese a
sus esfuerzos por atraer hacia si a las masas populares.
En conclusión –pacientes seguidores deste humilde- nada me truje de nuevo
al regreso de tales aventuras. Aposentado que me hube en mi morada y pluma en
mano, no pude mas que describiros de manera somera algunas alternativas de mi
viaje. Torné con las mismas promesas escuchadas años ha y con las mismas
decepciones, mas debo concluir sin temor a equivocarme, que buena cosa es que
los hombres que aspiren al Poder lo hagan como suelen acostumbrar en estas
comarcas, apelando al poder de la palabra y no al ominoso poder de las espadas.
Procurando convencer con argumentos, y dejando en manos del pueblo la
responsabilidad de decidir por su destino.
Moraleja:
En momentos en
que el mundo alimenta la bestia de la guerra, celebremos que los hombres que
disputan por el cetro, utilicen la palabra en esta tierra.
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