Amados Cofrades: varias lunas han pasado sobre los cielos
desde que la última vez que tuve la osadía de dirigirme a vuesas mercedes.
Debo confesaros que mi ausencia no obedece a la deuda que
los aprendices de Hum Bral mantienen con este humilde, pues la esperanza de
recibir algunos de los muchos maravedíes que debí recibir por mis aportes
esfumóse hace mucho tiempo.
No obstante tales avatares económicos, este noche quiero
fablaros acerca de una condición humana muy particular. Como sabéis vosotros, a
este Escriba no le agrada calificar las actitudes del hombre como “buenas” o
“malas”, sino que prefiere tratarlas como parte del comportamiento natural que
esta especie trae desde las cavernas.
Fablaré entonces de la vanidad, no sin antes advertiros
que acepto la porción della que me corresponde pues no hacerlo significaría
aumentar el porcentaje de necedad (que también me corresponde).
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