Paraguay 23 de setiembre de 1850
Roberto Sari Torres
En este mes, en que la primavera llega y derrota al invierno, la naturaleza deja atrás el estado latencial y recobra de nuevo su vigor. En la memoria de Setiembre llega el recuerdo de Artigas… y la historia que anota: hace 160 años se nos fue de viaje a la muerte y nos dejo su saga heroica y ejemplar… por si un lance funesto pueda “arrancarnos la vida, pero no envilecernos”.
El primero de entre nosotros, los uruguayos, fundador de la nación, al llegar la madrugada de aquel lejano lunes 23 de Setiembre muere tranquilo en su cama; en una adusta pieza del rancho de Ibiray al que rodea, por un lado, la lujuriosa esmeralda de la selva tropical y por otro lado, el gran río padre; al que las barras del amanecer ponen reverberos de tenue luz en sus oscuras aguas. Pero el antiguo Jefe de los Orientales, nada de eso vio, porque un rato antes había expirado… solo, valerosamente, inexpugnable ante cualquier ambición. El más austero y legendario héroe de la lucha independista de Latinoamérica, dejaba de vivir. Nieves del tiempo cubrían ya su cabeza.
Como decía Jesualdo… “Para el guerrero postrado en cama este año, casi sin enfermedad alguna, se extinguía insensible a la luz infinita, en una tarde magnifica de la primavera que comenzaba”. En ese momento – (al que se refiere Jesualdo) – domingo 22, por una ranura de lucidez en su agonía, el General advierte que hay gente que lo rodea, que lo quiere trasladar a un lugar mejor, en la propia casa del Presidente Carlos López. Pero en el sopor de su gravedad, sin embargo, reverdece el espíritu del viejo rebelde oriental, diciendo que:” ¡Yo no debo morir en la cama, sino montado sobre mi caballo! ¡Traigan al Morito que voy a matarlo!”. Serán estas las últimas palabras, tal vez, que del “Padre de los pobres” en Paraguay, del Jefe de los Orientales y Protector de los Pueblos Libres en Purificación, los hombres escucharan.
Al amaneces del lunes 23, su amigo de la vida y de la lucha, Joaquín Ansina, entra a la pieza y encuentra a “su hermano” muerto, con los ojos abiertos mirando ya a ningún lado. Comienza ahí el proceso de la eterna evocación al ejemplo de su épica grandeza; a su pensamiento como guía de un ideal.
Al día siguiente, sobre un carretón tirado por dos bueyes transportan el cadáver del austero y sin par general revolucionario latinoamericano. Es sepultado en el “cementerio para insolventes”, mientras el cura sepulturero anota… “tercer sepulcro del número veintiséis del cementerio general… un adulto llamado José Artigas, extranjero…”
En su último tiempo se hablaba de su bravura y valor de la causa que defendió. El cónsul de EE.UU. informaba que: “Artigas y sus gauchos han defendido bravamente sus hogares, sus derechos y su país”, agregando que: … “en cierta ocasión fueron a verlo un americano, un inglés y un alemán, y los tres regresaron acordes en la opinión de que era el hombre más sencillo y honrado en su vida y acciones que hubiesen visto”. El adjunto al cónsul Bland, Sr. Rodney, agrega: “Artigas es tenido por persona digna de crédito, como amigo firme de la independencia del país”… “incuestionablemente, es un hombre de talento raro y singular”.
Setiembre de vida y muerte… ¿Habrá recordado antes de morirse o otros Setiembres lejanos?...El del primer sitio de Montevideo en 1811… el del día 10 del año 1815, cuando firma en Purificación el Reglamento de tierra para “que los más infelices sean los más privilegiados!... tal vez el del día 5 de 1820, en Candelaria, cruzando el Paraná; poniendo fin a nueve años de arduo combatir independentista; tan sólo derrotado por las traiciones y la “veleidosa voluntad de los hombres”, de almas corrompidas por la ordinariez de sus ambiciones, con las que delataron sus instintos de carancho y la ausencia absoluta de ética, ideal y coraje, capaz de sostener una noble y justa causa. ¡Por don José, a 160 años de ausencia, vivaz un pensamiento!
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