sábado, 23 de octubre de 2010

Cultor de "la más difícil de las materias: La fraternidad"


Autobiografía de Carbajal

 Nací en diciembre del 43 en Puerto Sauce, en el Departamento de Colonia. Cuando chico, en mi pueblo, había dos fábricas. La textil con 1.800 laburantes y la papelera con unos 600 más o menos. Eran los años de la guerra y mucha gente del campo y de las poblaciones vecinas llegaba en busca de trabajo como habían llegado mis padres por los años 40 y se iban asentando en los alrededores creando nuevos barrios. Así fue creciendo el paisaje de casitas con terreno plantados de tomates y lechugas y jardincito al frente, y el pueblo se extendió a lo largo de la costa.
Las chimeneas altísimas, humeantes, se levantaban por sobre las aguas marrones del Plata, por sobre las interminables dunas donde los pescadores tenían sus chozas, sus botes, sus perros y sus redes tendidas al sol a pocos metros de las gaviotas y los caraos. Y pasando los médanos, un poquitito más allá, en los barrios verdes de plátanos y paraísos, el viento secaba mamelucos y guardapolvos recién lavados.
Fuimos creciendo en la libertad de las lagunas rebosantes de palometas, juncales y pájaros con todos los colores y con todas las melodías. Fuimos creciendo en la pesca del sábalo a la orilla del enorme río, dura pero divertida. Fuimos creciendo con las chimeneas delante de los ojos.
Hice los 7 años de la primaria en la Escuela Industrial Don Bosco, un año en el liceo público y cumplí los 14. Abandoné el saloncito con 30 bancos, mapamundi, hombre anatómico y risas infantilotas... y me aturdí entre 400 telares, otros olores, otro lenguaje y otros. Otros, mitad maestros y mitad compañeros, que me enseñaron durante seis años la más difícil de las materias: La fraternidad. Mientras tanto, con cuatro amigos, una amiga y al apoyo de algunos profesores, fundamos el liceo nocturno libre, o sea que debíamos rendir exámenes totales para oficializar el pase al siguiente curso.
Desde niño me apasionó la lectura... y las letras me fueron ganando. Comencé a escribir desde joven y con una guitarra que compartíamos entre muchos amigos y con el paso del tiempo, me fui volviendo medio cantor, medio compositor, medio poeta. En 1967 llegué a Montevideo y me quedé trabajando en las peñas folclóricas donde cantaba mis canciones y en la biblioteca del Ministerio de Ganadería y Agricultura. Hice un disco con cuatro canciones que pasó desapercibido, hasta que en 1969 grabé mi primer LP en el que sonaron "Pantalón cortito", "La Villa Pancha" y sentados al cordón de la vereda", a las que la gente había rebautizado. En realidad, se llaman "Chiquillada", "La Sencillita" y "A mi gente".
A partir de ese disco mi vida cambió porque las canciones impactaron en Uruguay y algunas se me fueron por Latinoamérica y se hicieron bastantes populares. Entonces llegó el momento de elegir y elegí. La música y la escritura, me convencían más que los consejos de mi madre que se preocupaba por las inseguridades de la aventura no muy prestigiosa que yo comenzaba seriamente, o sea, mi vida de cantor y guitarrero. Y seguí en esto.
Fui a Buenos Aires (Argentina) y de allí a España, donde estuve un año y medio hasta que el franquismo me expulsó a Francia. Cinco años después, Holanda llenó todos mis rincones vacíos... y luego... sobrevolamos México hasta el 84. Volví o volvimos a Uruguay el 3 de noviembre de ese año y nos quedamos ocho más en Montevideo mientras nacían nuestros hijos Antolín y Catalina.
Hace unos 14 años recalamos en Ámsterdam y reparto mi tiempo entre Holanda, donde escribo canciones y cuentos, cocino, limpio, cuido mis hijos y cuido de la casa, y Uruguay (ocasionalmente Argentina, Norteamérica, y algunos países de Europa), donde sigo trabajando en la música con un grupo permanente que formamos por el 86.

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