sábado, 30 de octubre de 2010

dos poetas orientales

Una rosa

Junto a la puerta hay una rosa,
su tallo y sus hojas se curvan con gracia.
Sin viento, sus esencias aún perfuman,
sus flores se mecen a voluntad.
Inquieta en su dormitorio primaveral,
junto a su estuche abierto, practica Lady Ming.
En los estanques titilan los reflejos,
las pendientes de las riberas lucen sus mejores galas.
Ahora escucha el dulce canto de un pájaro fugaz,
luego mira los pájaros que llevando barro se dirigen a sus nidos
zambullámonos en jarras de vino claro;
por lo demás, no habré de preocuparme.


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El paseo

Hacia la noche, no sabiendo donde fijar mi pensamiento
conduzco mi carro por la vieja meseta.
El esplendor del sol poniéndose es inefable;
la sombra del crepúsculo se aproxima a su pesar.



El hada de la luna

Sobre el tabique de nácar
Se oscurece la sombra de la candela.

Poco a poco, la vía láctea declina,
las estrellas de la mañana se apagan.

¿Se arrepiente el hada de la luna
de haber robado el néctar de la inmortalidad?

Mar esmeralda, cielo azul,
noche tras noche,
todo se manifiesta a su corazón.


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