Matilde Urrutia, la cantante que
enamoró a Neruda
Por
Carolina Rojas (*)
Esa
franja de hojas amarillas que es el Parque Forestal en el centro de Santiago,
es el paisaje perfecto para que las parejas puedan pasear y conocerse.
En
este lugar, en 1946 Matilde Urrutia le preguntó a una amiga quién era ese
hombre de gestos parsimoniosos que escuchaba un concierto al aire libre. Neruda
ya era muy conocido en Chile, por eso la pregunta desató estallidos de risa
entre los presentes, pero ahí fue donde todo comenzó. Pero lo que pudo haber
sido sólo un romance, se transformó en algo más.
Neruda
ya tenía un matrimonio consolidado con Delia del Carril, la pintora que siempre
lo acompañó fuera del país. De todos modos fijó su mirada en la mujer de pelo
rojo y la invitó a tomar el té a su casa al día siguiente. En ese tiempo, era
senador de Chile y militante del Partido Comunista. Más adelante, cuando el
poeta fue nombrado jefe de campaña de Gabriel González Videla (presidente de
Chile entre 1946 y 1952), se encontraron otra vez: mientras Matilde grababa el
himno de las Fuerzas de Izquierda, sus amigos cercanos apostaban a que era sólo
un romance fugaz. En 1949, en México se vieron por tercera vez, y no fue el
destino el encargado del cruce sino ella que leyó en el diario de la llegada de
Neruda al país y fue a visitarlo. Los lazos se habían estrechado y fue un
reencuentro amoroso.
Poco
tiempo después, Matilde Urrutia empezó a cuidarlo como su enfermera por la
tromboflebitis que afectaba al poeta y, en simultáneo, iniciaron una relación a
escondidas. Darío Oses comenta en el libro Fue tan bello vivir cuando vivías
que acaba de editar para el centenario del nacimiento de Urrutia cómo fue que
en medio de esta doble vida, Neruda le hizo un guiño, un detalle críptico que
deslizó que ella era su amante. El segundo nombre de Matilde era Rosario: Paz
para mi mano derecha/ que sólo quiere escribir Rosario , dice en su Canto
General.
Antes
que del Carril y Neruda se fueran de viaje por Europa, Matilde le confesó que
estaba embarazada, perdió a ese hijo y luego perdería otros niños. Llegaron las
mentiras, los encuentros, las andanzas por Berlín en la RDA , Bucarest, París, Capri y
Nyon, una ciudad pequeña a orillas del Lago Neman en Suiza: el refugio perfecto
para los amantes.
La
construcción de la casa de ambos es un nuevo comienzo en la historia. Urrutia
vivía en un pequeño departamento en la comuna de Providencia, así que cuando
apenas había living y un dormitorio terminado, se mudó al hogar a los pies del
cerro San Cristóbal llamada La
Chascona , modismo chileno para describir a una persona
despeinada, en este caso en alusión a la abundante cabellera de Matilde. Allí,
ella se dedica a la jardinería. Acepta ser relegada.
El
amor sigue y recién en 1955 Delia del Carril se da cuenta de todo. Herida se va
a Buenos Aires y luego a París. La relación entre La patoja y el poeta se hacía
sólida.
El centenario
El
último 3 de mayo Matilde Urrutia que falleció en 1985 hubiera cumplido cien
años. Desde el jueves 3 y durante una semana completa, la Fundación que resguarda
el legado del Premio Nobel realizó varios eventos a propósito del centenario.
Uno de ellos, el lanzamiento de Fue tan bello vivir cuando vivías, el libro de
Osses que narra episodios de Urrutia como albacea de la obra de Neruda, sus
memorias como detractora de la dictadura de Pinochet e intenta dejar a un lado
las críticas que la describen como una mujer arribista y frívola.
El
texto también describe a una Matilde en su faceta política casi oculta que la mayoría
de sus detractores no reconocen cuando le critican no haber cuestionado las
circunstancias de la muerte de Neruda cuando tuvo que rearmarse, hacerse de una
coraza a la altura de las circunstancias para no fiarse del funeral para Neruda
que Pinochet ofreció, para reconstruir La Chascona que fue saqueada y destrozada tras el
golpe militar. Matilde era una mujer de carácter tan fuerte que podía llegar a
ser temible. Sin esa firmeza no hubiera luchado por darle más disciplina de
trabajo a su marido, por administrar su legado material, literario y moral, y
defender los Derechos Humanos. Ese carácter fuerte generó antipatías. Pero hubo
también mucha gente capaz de valorar lo que hizo, entre ellos grandes
personajes como Gabriel García Márquez, José Donoso, Carmen Balcells, Miguel
Otero Silva, Jorge Amado y Julio Cortázar , cuenta Darío Osses.
El
libro también se remonta a sus incursiones en el canto, una afición que partió
en su colegio en la ciudad de Chillán, al sur de Chile. Allí tuvo varios
empleos modestos, en una cooperativa, en un correo y en el Seguro Obrero. En
Santiago se perfeccionó con clases de canto particulares, estudió el
Conservatorio y gracias a eso logró pequeñas actuaciones en coros que se hacían
en el Teatro Municipal. Para algunos era soñadora y para otros una mujer con
ínfulas de diva, a la que le avergonzaba reconocer que había participado en una
película peruana llamada Lunareja.
Las
comparaciones también fueron inevitables. Ella no era Delia del Carril, la
intelectual que verdaderamente formó a Neruda. Para unos, Urrutia no era más
que una oportunista que siempre soñó con la fama. Hay un recuerdo de una
testigo en la época de la escuela normalista que alude a Urrutia joven,
estirando los labios frente a un espejo de mano, para cerrarlo de golpe y
repetirse: Esto no es para mí .
Carlos
Mellado, poeta chileno, revive un poco esa rivalidad histórica. La hormiguita
(como llamaban a Delia) era muy respetada y estaba muy vinculada con los
intelectuales de la época, Matilde era provinciana no por desmerecerla, pero si
por nombrar el hecho (...) Si bien no tenía experiencia literaria, aprendió
mucho al lado de Neruda y tras la muerte del poeta tengo recuerdos de haberla
visto trabajando mucho en su obra, buscando escritos y fotos inéditas , explica.
La aprendiza
Juntos
fueron algo más que la pareja apasionada que en medio de invitados cumplía con
el rito de besarse con el atardecer de postal. Empezó a forjarse su mito de
musa, ya lo había sido de manera furtiva con Los versos del capitán. De Neruda
aprendió todo lo que pudo, rozó la política, la literatura, se hizo una mujer
con garbo, buena cocinera y se vestía siempre impecable. Logró domar su melena,
se calzó los guantes blancos cada que la ocasión lo ameritaba. Pero por sobre
todas las cosas pulió su labor de guardiana, esa que la caracterizó hasta los
últimos días de Neruda.
El
escritor chileno Poli Délano describe esta faceta de Urrutia, él que conoció a
ambas mujeres. La separación de Neruda con la hormiguita divide al mundo del poeta
en dos bandos: unos por Delia y otro por Matilde. ( ) En Isla Negra ella hacía
como de rectora, a Pablo, que le gustaba tener a sus amigos cerca, que se
quedaran a comer y a dormir, le cortó la rienda un poco y alejó a algunas de
sus amistades, en ese sentido fue muy aprehensiva , recuerda.
Se
casaron en Isla Negra el 28 de octubre de 1966. Asistieron los amigos íntimos
Blanca Hauser y Antonio Carvajal, quienes habían hecho de celestinos veinte
años atrás. En 1971 se fueron a París, donde el poeta asumió el cargo de
embajador de Chile designado por el presidente Salvador Allende. Ese mismo año
recibió la noticia del Nobel. A finales del siguiente año, el poeta enfermó y
regresaron a Santiago. La situación política se agravaba y finalmente el golpe
militar destruyó la apacible vida de Neruda: el partido, los amigos, la pena.
Esto era el fin. Todo este júbilo del pueblo, esta esperanza de una vida con
igualdad, con justicia, se va desvaneciendo; esta gran esperanza de Pablo, por
la que trabajó toda su vida, se ha venido abajo bruscamente , dice Matilde en
sus memorias.
Doce
días después murió. Urrutia tuvo algunas sospechas de la clínica, abrazó su
cadáver, cuidándolo siempre, como cuando estaba vivo y hasta le ató los
cordones de los zapatos.
Pese a
las críticas, se reconoce su meritorio trabajo, que no está exento de polémica
nuevamente: dicen que acercó a Miguel Otero y alejó a Homero Arce fue el gran
amigo de Neruda de las memorias: no hay menciones para él.
Ella
era la representante del poeta y la gente desparecía en Chile. Comenzó a
preguntase: ¿Qué haría Pablo en mi lugar? . A fines de mayo de 1978, Matilde
junto a Margarita Aguirre y Ana González irrumpieron en la Embajada de los Estados
Unidos para iniciar un ayuno en solidaridad con los familiares de los detenidos
y llamar la atención del mundo sobre la represión vivida en el país. Fueron
bien recibidas por encargo del embajador Walter Landau. Otras veces salió a las
calles a protestar, ya no era la misma de antes. Algo había cambiado.
(*) Periodista.
Extraído
de: http://www.bitacora.com.uy
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