Aldo Roque Difilippo
Anualmente en Cardona se celebra el “Abrazo del Monzón”, un episodio histórico protagonizado entre Juan A. Lavalleja y Fructuoso Rivera. Celebraciones que consisten en marcas a caballo que llegan hasta el lugar donde ocurrió. Habitualmente toda celebración tiende a resaltar los valores épicos, o hechos notables de la historia buscando contagiar a las nuevas generaciones de ese sentimiento patriótico, apuntando afirmar el sentido de pertenencia de los ciudadanos a su terruño. Pero ¿qué valores se pretenden trasmitir a las nuevas generaciones al celebrarse el “Abrazo del Monzón”? ¿Qué hecho altruista, destacado, patriótico, honorable, ocurrió en el rancho de El Monzón como para ser equiparado a una celebración histórica?
Lo ocurrido en El Monzón fue más bien la historia del perdón a una traición, no fue el abrazo entre dos camaradas de la revolución independentista, no fue el reecuentro de dos viejos amigos. Durante años los historiadores relataron cómo Lavalleja y Rivera, en abril de 1825, se fundieron en un abrazo que permitió el comienzo de la lucha independentista contra las fuerzas brasileñas. Hoy varias versiones echan por tierra el mito, pero en Soriano el encuentro sigue celebrándose.
El abrazo
Algunos historiadores aseguran que no hubo abrazo alguno entre Rivera y Lavalleja. El jefe de la Cruzada Libertadora le perdonó la vida a don Frutos, a cambio de que se sumara a la lucha por la independencia.

Entonces Lavalleja mandó que envainasen los sables y le contestó: 'Aunque no merecía otra suerte que morir a mano de sus paisanos a quienes ha traicionado como igual a su patria, he querido demostrar toda la generosidad que nos anima y ver si con conducta tal de nuestra parte, olvida Ud. su pasado de crímenes y traiciones y entra a hacer causa común con nosotros para libertar la patria'. Ya repuesto Rivera de su primer terror, se negó a cooperar, fundándose en que estaba al servicio del Imperio y no podía traicionarlo, añadiendo otras excusas, hijas de su malvada voluntad.
Entonces replicó Lavalleja: 'Pues bien, compadre, piénselo bien hasta la madrugada; si entonces no se ha decidido a volver al camino del honor, será fusilado y la patria vengada'. Se le hizo retirar enseguida a una tienda de campaña guardada por centinelas de vista. (...) Entregado quedó a sus reflexiones hasta las 2 de la mañana, más viendo que el término fatal se aproximaba, mandó llamar al general Lavalleja y le dijo: 'Compadre, estoy decidido, vamos a salvar la patria y cuente Ud. para todo conmigo'. Lavalleja lo abrazó entonces y lo comunicó a los demás".
La verdadera historia de lo sucedido cerca de Cardona en aquel lejano 1825 demoró algún tiempo en conocerse, fundamentalmente por las pasiones políticas que estas dos relevantes figuras históricas generaron en la política de la naciente nación oriental.
No hay comentarios:
Publicar un comentario