De cómo los caballeros de la orden de los grises enojáronse con el señor feudal por designar un nuevo escriba para la región de “la armadura abollada”
Ángel Juárez Masares
Había una vez en una pequeña y lejana comarca, un Señor feudal que reinaba sobre su pueblo desde un coqueto y antiguo palacio.
Muchas fueron las historias que llegaron a nuestros días acerca de los avatares de esa región. Algunas hilarantes y otras dramáticas, pero la mayoría, patéticas.
Antiguos pergaminos, pero sobre todo los cantos de juglares que se trasmitieron de generación en generación a través de fiestas palaciegas, torneos populares, e infidencias de Caballeros decepcionados, permitieron que hoy se conozcan sucesos dignos de recordar.
Uno de ellos habla de la predilección del Amo por los escribas. Pero no por el tipo de escribas severos en sus juicios y de libre pensamiento, sino de los otros; los obsecuentes y serviles.
Rodeóse entonces el Señor de este tipo de personajes, sin mayores cuestionamientos por parte de la “Orden de los Grises” (secta a la que pertenecía), hasta que tuvo la pésima idea de convocar a Sir Walder Vhender para que asumiera como escriba en la Aldea conocida como “La armadura abollada”. Este noble había sabido (bue…) oficiar como tribuno años ha, pero el enojo de la Cofradía se debió que el aludido pertenecía a la “Orden Púrpura”.
A través de algunos documentos rescatados -en tan mal estado de conservación como las relaciones internas de la “Orden de los Grises”- se pudo saber que el Caballero Rubal Hentin púsose furioso al conocer la noticia (en algunos corrillos de taberna aseguran que este Caballero puso una buena saca de monedas para que el Señor feudal ocupara el trono de palacio). Otro noble muy molesto fue Alí Ab Neb, moro convertido y resabio de los tiempos de la dominación, que había sabido llegar (a martillazo limpio) a formar parte de la Corte.
En resumen, porque como se ha dicho los datos son tan confusos como el pensamiento de quienes no tienen más objetivo que el Poder, se puede concluir que a los primeros días del mes de Julio César de 1.511, la caballerosidad de los nobles palaciegos había pasado a ser un eufemismo, y los “principios” tantas veces enarbolados cubríanse rápidamente con un manto de olvido.
Sin embargo, cuentan que el Señor no afrontó la ira de sus Nobles (palabra utilizada en este caso como Título nobiliario, porque de su otra acepción estaba lejos) con la firmeza que debería, porque en realidad la idea era que Sir Walder oficiara como “segundo” del Comendador regional, Don Raoul Bert Inhat, pero ante la arremetida de la Cofradía tuvo que rever sus pretensiones.
En cuanto al objetivo de colocar al aludido escriba en la aldea “La armadura abollada”, solo el Amo lo sabría, porque ningún documento ha llegado a nuestros días que pueda dar razón de ello. No obstante, torpe sería suponer que el Amo era torpe. Muestras había dado de su claridad de pensamiento, y nadie ignoraba en la comarca su costumbre de hacerse el distraído como perro que está mirando un hueso (por no hacer referencia a “figuras” populares un tanto groseras).
Moraleja:
Craso error comete quien procura adquirir complicidad con vil moneda, los mejores no son los que se venden, sino los que mantienen en alto su bandera.
1 comentario:
Por asociación de ideas ¡vaya uno a saber "sinapsiada" en cuáles circunvalaciones cerebrales del organo propio y en el de las que generaron las influencias del feudo! el Cuento medioeval de Hum Bral me recuerda al conocido vallenato de don Carlos Vives,"La Gota Fría"
-"Morales...no me lleva...
Morales,Moralito...qué cultura va a tener, si nació en los cardonales"....
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