La sutil frontera del ridículo
Ángel Juárez Masares
“¿Fue vida realmente la de Alí Bobredurgo?...
¡Ni parecido! Lo que a él le tocó vivir fue apenas historieta. Argumento de folletín atrabiliario y malandraca. ¡Nada más!”.
Así comienza Horacio Arturo Ferrer su cuento: “Corazón de turco”. Cuento que no puedo continuar leyendo porque la mente se dispara a tantos personajes conocidos, y unos segundos después el asunto se pone más complicado ante la posibilidad -nunca excluyente- que también alguna definición me incluya.
Retomo la lectura donde el autor dice que “uno de los más desconcertantes momentos de su rante tránsito por el vil planeta, fueron los cuadritos de una fenomenal tira cómica”.
No leo más. Cierro el libro y la vieja tapa roja donde alguien estampó una firma ilegible, se convierte en una ventana donde pasan imágenes de burdos personajes que han arrastrado sus vidas al borde de la historieta.
Tipos que cada día se calzaron una “pose” porque sin disfraz sabían que no eran nada. ¡Pobre turco! me surge convencido ya de su existencia. Quizá también él pasó por la vida tratando de “vender” -no sólo baratijas- sino su propia imagen sin encontrarle comprador.
¿Cuántos Alí conocemos cada uno de nosotros?
¿Cuantos personajes caminan la vida al borde del “cuadrito” que limita la viñeta?
Desde ese ministro que antes de hablar sabemos lo que va a decir porque “tiene el casette puesto”, o ese oficial de policía que habla del “masculino que al ser visto en actitud sospechosa por los vecinos, motivó la presencia de un equipo de nuestra seccional que le dio la voz alto…ante lo cual….”
Desde un rincón, el televisor me trae los comentarios de “la previa” del partido Argentina Colombia, tan insoportable como toda “previa”, donde los “periodistas” deportivos tratan de llenar espacios apelando a un lenguaje repetido y plagado de lugares comunes (y que además lo saben todo). Por ahí anda también un veterano que “levantó” su imagen haciendo el ridículo en el programa de Tinelli, y todo encaja en los cuadritos de la historieta.
Sin embargo, si lanzo una mirada a ese mundo donde ha puesto Ferrer a Bobredurgo en el centro del ridículo -lugar que algunos aseguran sin retorno- veo también los héroes invencibles de ese orbe donde todo es posible. Pasa ante mi la obra del argentino Héctor Ohesterheld, con su “Eternauta” luchando contra los opresores de los pueblos; su biografía del Ché Guevara, y tanta tinta vertida en la denuncia. Pasa también el temor del dictador ante la pluma, la “desaparición” de Ohesterheld en 1977, la muerte de sus cuatro hijas, sus yernos, y sus nietos, y ese recuerdo me reivindica con el turco de Ferrer, lo extraigo del ridículo, y acomodo mi ánimo por si alguna vez me toca pasar a ser “un personaje de historieta”.
Eso sí… si me toca, que sea protagonista de un cuento de verdades, de un tipo que va de frente, en el acierto o en el error, que recorra los “cuadritos” sin poses fraudulentas, aunque sea en blanco y negro y sobre un papel barato.
1 comentario:
Como dice Aldo Mazzuchelli en su celebre ensayo sobre los zoombies del Uruguay, y en función de las actividades incluidas en los cuadritos de la historieta donde aparecemos todos, se asiste a "un darvinismo al revés".El de la involución de las conductas por adaptación al medio, estanco, quieto, que no llegará a real.(Ocurrirá alguna vez, pero no estaremos para contarlo
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