sábado, 12 de noviembre de 2011

EL CUENTITO MEDIEVAL

De como los señores de estas regiones organizaron la reunión del “geocho”
(ante la imposibilidad de llegar a veinte)

                                                                                                                              Ángel Juárez Masares

Había una vez una extensa y lejana comarca llamada “Regnum  francorum”, donde reuniéronse  los jefes de varias regiones del mundo en un cónclave al que le pusieron por nombre, “GEVEINTE” (Gente Venida a Interesarse por Tesoros).
Uno de los Jefes de mayor relevancia era el gran Vara Kobama, quien llegó en un lujoso carruaje y rodeado de gran pompa.
También se destacaba la blonda  Merk , el ocurrente Shark Ozi, el siempre sonriente Silvio de la Bota, más conocido por su predilección por las jóvenes doncellas que por sus dotes de gobernante, y la desconfiada Cris, reina de los Ark-gentinos.
La idea que impulsaba a tantos nobles era por demás encomiable, ya que tenía como objetivo promover discusiones sobre temas relacionados con sus grandes regiones, pero sobre todo hacer acuerdos para ayudar a los territorios más pequeños y vulnerables. ¿Cómo?
Prestándole monedas de oro, y cobrándoles siete por cada una.
Enterados de estos asuntos los señores feudales de pequeñas y lejanas comarcas, decidieron emular a los poderosos y reunirse en alguna parte para crear una organización a la que por dos razones fundamentales  llamarían “GEOCHO”. Primero, porque no llegaban a veinte, y segundo porque la idea era prestarte una moneda de oro y cobrarte ocho).
Fue entonces que nuestro antiguo y coqueto Palacio convirtióse en la sede de la primera Junta donde se debatiría el futuro de los habitantes de estas regiones.
Como no podía ser de otra manera, la organización de tal evento fue encargada a un viejo conocido: Alex Unvago, quien no pudo escapar a la tentación de vestirse de soldado. Fue así que nuestro hombre acudió tempranamente a lo de “Lilita” para que esta buena Dama ajustara a su esbelta figura un jubón verde con capa haciendo juego.
-Los estandartes con la insignia del Zor-ete deben ondear por las calles y las plazas de la aldea- ordenó Alex.
-No hay viento, Jefe- acotó Pablín-  alcahuetillo importante conocido como “el tapón” (porque estaba puesto a dedo).
-Buena oportunidad tienes de hacer algo productivo -acotó Alex- vé y sopla, para que las banderas flameen en triunfo-
-Ímproba tarea me dais, Jefe, pero inflaré mis mejillas hasta quedar azul para cumplir con tan imprescindible encargo-
Poco a poco fueron llegando carruajes con los Señores de feudos vecinos, y nobles montados en cabalgaduras enjaezadas bellamente. El Señor feudal  Guillerme Del Campo dirigía personalmente el recibimiento de los visitantes, pese a que no se podía quitar de encima al inefable Pietro “El Ralo”, que sólo pensaba en organizar una marcha de caballería aunque no tenía nada que ver con el evento en cuestión.
Finalmente el día de la Gran Junta llegó, y los salones de palacio lucían sus mejores galas.
A la cabecera de una mesa de proporciones monumentales estaba el anfitrión, y a sus espaldas, un cartel gigante escrito por Pablín, rezaba: “Ato solene de creación del GEOCHO, cullo ojetibo es ayudar heconómicamente  a  los sere sumanos ma desprotejido”.
A la derecha del Señor estaba sentado  Omhar (amigo de Guillerme y Señor de las tierras de Black River), a quien un lacayo rociaba cada tanto con agua perfumada porque (dicen) tenía olor a repollo hervido. Seguidamente lo hacía Sir Whalter Zim, Señor de las Kolonias, quien acudió al llamado con la condición que no estuviera en agenda el tema de las patentes de carruajes. Más allá se veía al siempre sonriente Karmel Vidal Inn, quien estaba de “colado” porque ya no era Señor feudal (lo admitieron porque era tan dicharachero que amenizaría el banquete preparado para esa noche).
También había acudido a la convocatoria el Señor de Rochás, región de las grandes playas, llegado de tan remoto lugar con la intención de mostrar las bondades de sus arenas curativas (según aseguraba).
Llegada que hubo la hora nona de aquel Octavo día del décimo mes del año del Señor de 1.511, la reunión dio comienzo.
Lamentablemente los documentos a los que este (humilde e ignorado escriba) ha tenido acceso, están incompletos. Se conoce por algunos estudios que alguien se “sonó” la nariz con ellos, pero de todas maneras pudimos rescatar parte de la alocución de apertura del Señor Guillerme Del Campo:
“Estimados cofrades…he nos aquí reunidos para instrumentar acciones que permitan el desarrollo de nuestros pueblos. Sabido es que no existen políticas sustentables en el tiempo si  ellas no cuentan con el debido soporte de la economía (aplausos).
Nuestra región ha sido ejemplo de ello, pues todos los ingresos provenientes de los impuestos que aporta el pueblo, son volcados hasta el último maravedí en su propio beneficio (miradas desconfiadas).
También ha formado parte de nuestra política la administración justa de los recursos humanos, por eso no hemos permitido el ingreso a las funciones de palacio de ningún ciudadano que no haya probado previamente su capacidad (sonrisas sarcásticas).
Pero como no se trata de pregonar propias virtudes para que ustedes aporten al organismo que hoy crearemos, propongo sin más trámite darle un nombre que lo identifique.
-Voto por FM8 –dijo el Señor de Rochàs con voz abaritonada.
-Pero la Frecuencia Modulada aún no se ha descubierto-acotó Alex Unvago ensayando un paso de Ballet para lucir su tutú camuflado.
-Fundación Monetaria del GEOCHO, tarado- respondió respetuosamente el Señor de Rochàs.
-Yo propondría UPM (Unión Para Monedas) –dijo el Señor Omhar de Black River, pero me van a cortar el puente.
-Bien –dijo Guillerme retomando la conducción- dejémoslo para discutirlo esta noche en el banquete, y vayamos al grano, mejor dicho a las monedas. Os mostraré nuestro aporte en efectivo. ¡Que venga Ferdinand de Vor´s con el tesoro! –ordenó a Alex Unvago que salió presuroso a cumplir con el encargo, mientras los músicos interpretaban la primera versión de “La muerte del pato”.
Mientras esperaban, los señores conversaban entre sí intercambiando ideas y anotando lo que aportaría cada uno para tan noble cometido.
Al cabo de un rato, un exaltado Alex ingresa corriendo a la sala portando un rollo de pergamino.
-¡Señor!...!Señor!... Lord Ferdinand no está en su scriptorium…dicen los pajes que partió esta mañana con rumbo desconocido, y encontramos este resumen de las arcas de palacio. No tenemos un maravedí ni para comprar mortadela!...
Lamentablemente no podemos conocer el final de esta historia porque –como lo hemos dicho- los documentos fueron destruídos por –según connotados alquimistas- fluídos nasales (si pertenecen a la nobleza; mocos si son del vulgo) y fluídos oculares (lágrimas sanctas si pertenecen a la nobleza; de cocodrilo si son del vulgo).


Moraleja:
                 Nadie puede alimentar a las palomas –y es un hecho- si cobijais aves de rapiña bajo el mismo techo. 




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