Carnaval : Fiesta Pagana, Popular y Centenaria
Aldo Roque
Difilippo
Nuevamente
disfrutamos del carnaval. Una fiesta popular donde en Mercedes se han destacado
figuras como los “Inflafloi” (Isidoro Cano “Zenona” y “Cuarto Litro”
Romero), el “Gordo Atilio” y su murga
“la nueva Ola”, “Río Kid” “Fernandez”, o murgas como “Los Enmascarados”, “Los
Diablos Verdes, “Los Santimbanquis”, “La Tunelina ”; entre otras, Personajes populares que
pueblan las anécdotas de varias generaciones de mercedarios desde antes que el
Coronel Pablo Galarza encabezara el desfile del carnaval de 1894, en los
albores de esta fiesta tradicional, pese a sus interrupciones y altibajos.

Ocultarse
para liberarse
Una celebración
en principio espontánea y posteriormente organizada y reglamentada por el poder
de turno, donde se invertían los roles: “El asunto era cambiar de personalidad
(y de lugar social) –o mostrar la verdad-, ocultar el rostro y el cuerpo para
tener libertades antes no usadas o cumplir aspiraciones ocultas: “el muchacho”
se hacía hombre “aplicándose patillas”, “la mujer se ponía los pantalones del
marido y este se cubría con una cofia”, “el cajetilla de la ciudad se convertía
en gaucho melenudo y peleador” o viceversa, y “los flacos se ponían barriga”. Y
cada uno realizaba sus aspiraciones…”(1)
Serpentina y
papelito
El Carnaval
surgía como la necesidad de expresión de las clases menos pudientes, aunque las
clases “altas” de la sociedad también se les sumaron, y mientras “grupos de
niñas arrojaban flores y serpentinas a los transeúntes”, los pobres lanzaban
“maíz y porotos”, desfilando vestidos tan solo con “calzón corto, blanco o
colorado, alpargatas, blusa punzo o celeste, careta de alambre y un gorro alto
de papel multicolor” gritando “adiós, che, como te va?(…) dando brincos y
estúpidas carcajadas cuando no proferían palabras indecentes que levantaban justas
protestas de las niñas” (2)
Una
tradición que ha perdurado hasta el
presente es juego de agua, por eso no son para nada nuevas las disposiciones
policiales que pretenden controlar los excesos.
Alegría de
los “Viejos Verdes”
Tanta euforia
provoco cientos excesos como lo denuncio el diario “El Nacional” en 1915: “Por
más que al carnaval se le haya extendido la partida de defunción hace mucho
tiempo, él se presenta haciendo piruetas y lanzando carcajadas. Le acompañaban
mujeres livianas como el rostro cubierto y senos desnudos y es bastante para
que lo reciban con alegrías los “viejos verdes” y los jóvenes que creen que al
mundo se ha venido nada más que a divertirse. Es una caricatura y una
degeneración, pero como nunca falta mamarracho y decadente, siempre tendrá
partidarios. El carnaval es una locura en que suenan los cascabeles de la
pecadora y el haragán que se disfraza de estudiante. (...) Afortunadamente no
dura más de tres días”
Justo Pozzolo
estima que las primeras Murgas comenzaron a incursionar en el Carnaval
mercedario a partir de 1915, donde los “Clásicos eminentes” obtuvieron el 1°
Premio de $10, y “Los Como Quieras” el 2°, con $6. La formación de las murgas
iniciales eran bien diferentes a las actuales: siete u ocho integrantes que al
ritmo del redoblante, un bombo con platillos (similar al de los Circos), y a
veces una flauta de caña, entonaban versos muchas veces subidos de tono, como
criticaba “El Progreso” en 1928: “cada año presenciamos el bochornoso
espectáculo de individuos que aprovechan malamente la libertad de esos días,
para decir insolencias y hacer alusiones inconfundibles a personas de respeto”.
Con el correr de los años las murgas fueron mejorando su presentación, así como
su vestimenta, ya que es sus inicios la indumentaria consistía simplemente en
pantalón y camisa “porque esa ropa que se compraba o que eran donadas por
alguna tienda, después les serbia a los muchachos para salir o para trabajar.
Eran otras épocas mucho más difíciles”, nos comenta Justo Pozzolo. Gente
modesta, salvo algunas excepciones como la murga juvenil “Buenos amigos”, del
barrio del Club Independiente. La mayor parte de los murgueros eran analfabetos
, tenían que escuchar ocho o diez veces los versos a los que sabían leer, en
torno a un farol, hasta memorizan las letras.
Aunque
desde las primeras décadas del Siglo XX la prensa mercedaria ha venido
vaticinando “la muerte del Carnaval” esta fiesta popular sigue vigente, y
parecería ser con una existencia que se
extenderá por muchos años más.
(1)“Historia de la Sensibilidad en el
Uruguay”, Tomo I, José Pedro Barrán, Banda Oriental, Montevideo, 1992.
(2)Diario “El Teléfono”, 20/2/
1896, y 4/3/1897, Mercedes.
(3)“Historia de la Sensibilidad en el
Uruguay”, Tomo 2, José Pedro Barrán, Banda Oriental, Montevideo, 1992.
(4)“Capullito, el Gorrión más
volador”, Aldo Difilippo, Revista HUM BRAL, N° 6, Mercedes, 1991.
(5)Idem 6.
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