Los medios y los
medios
Gonzalo Perera
Ni es chiste ni es error de tipeo. Es que las Políticas de
Comunicación que todo Estado debe tener- y muchísimo más cuando gobierna la
izquierda- requieren tomar el toro por las guampas respecto a los medios y a
los medios. Los medios de comunicación como usualmente los concebimos (canales
de TV abierta o para abonados, radios, diarios, revistas, medios digitales) y
los medios de transporte de las comunicaciones (o sea las telecomunicaciones,
y, dentro de ello, lo que es el punto medular: la provisión de banda ancha o
conexión a Internet, que es la tecnología
sobre la que casi todo tiende a transportarse).
Quien conozca de cerca el trabajo de Rafael Correa como
presidente del Ecuador, a muy poco de observar, se habrá dado cuenta de tres
cosas: 1) Que es una máquina de trabajar con una energía intelectual y física
completamente excepcionales. 2) Que tiene una sensibilidad popular y una
consecuente empatía con el ecuatoriano bien de a pie, realmente formidable, un
carisma popular tan excepcional como genuino. 3) Que Correa va en serio en
todo, con él no se jode, ni desde adentro del Ecuador ni desde ninguna
multinacional Soy uno de los muchos intelectuales (en el viejo sentido del
término, no en sentido funcional y contertulio de nuestros días, anoto) que
suscribió una carta de apoyo Proyecto de Ley Orgánica de Comunicación de
Ecuador, que el miércoles 11 de abril entró a consideración de la Asamblea Nacional
de Ecuador, concretando en ley el principio general establecido en la Constitución del
2008, que es quizás la más avanzada en la materia en el continente: LA COMUNICACIÓN
(integralmente entendida) ES UN DERECHO. Esta ley, por ejemplo, reparte las
frecuencias de radio y televisión del modo siguiente: 34 % para medios
comunitarios, 33 % para medios públicos y 33 % para medios privados. Los medios
comunitarios son concebidos en dicha ley como «mecanismos para promover la
pluralidad, diversidad, interculturalidad y plurinacionalidad» (Art. 92) y se
prevé que las entidades estatales contraten publicidad y servicios en tales
medios para la difusión de contenidos educativos y culturales. La ley impide
además la concentración oligopólica tradicional de nuestra región, al
establecer un límite para una misma persona (física o jurídica) de una sola
frecuencia para AM, una para FM y una para televisión, en todo el territorio
ecuatoriano. Actualmente cerca del 90 % de las frecuencias están en manos
privadas y la ley establece las pautas de la «transición» cuya magnitud es
obviamente revolucionaria.
Adicionalmente la ley obliga a incluir un 40 % de
contenido nacional en los medios audiovisuales y 10 % de producción nacional
independiente. En las radios, el 50 % de la música debe ser producida,
compuesta o ejecutada en Ecuador. Por si fuera poco, la publicidad debe ser
producida en el país. Naturalmente la derecha ecuatoriana ha puesto el grito en
el cielo y al momento de escribir esta nota, es incierto el resultado de la
votación legislativa, ya que literalmente, «le han tirado con toda la
artillería» a la ley.
Eso motivó que la
Red de Intelectuales En Defensa de la Humanidad apoyara la ley
en una carta abierta que cuenta con firmas como las de Ignacio Ramonet, Ana
Esther Ceceña, Carmen Bohórquez, Marta Harnecker y Oscar Ugarteche, donde se
afirma que «será un aporte valioso a la democratización de las comunicaciones
en toda Nuestra América».
Por cierto que sí y uno ve con alegría la sonrisa radiante
de Rafael Correa, ese ejemplar hijo del
pueblo del Ecuador, en esta iniciativa,
en todo su esplendor. Pero permítame agregarle, querido lector, que,
como vicepresidente de ANTEL tuve el honor de aportar un pequeñísimo granito de
arena para ayudar al gobierno de Rafael Correa a darle oxígeno a la CNT (Corporación Nacional de Telecomunicaciones), resultante
de la fusión de las compañías Andinatel y Pacifictel realizada el 30 de octubre
del 2008. Los Buccaram, Lucio Gutiérrez y otros personajes similares hicieron TRIZAS la
presencia estatal en telecomunicaciones. Correa (como Chávez, como Evo)
resolvió revertir ese disparate cipayo. Para ello confió en la ayuda de la
experiencia uruguaya en materia de presencia del Estado en un sector
ESTRATEGICO. Me disculpo por la inmodestia de la pequeña autoreferencia pero lo
que viene al caso es que consta como a pocos el esfuerzo que hizo Correa para
poner de pie al estado en «los otros medios»: los de Telecomunicaciones. ¿Y por
casa como andamos? Se trabajó para elaborar una Ley de Medios, la critiqué por
«light», pero era un paso en buena dirección ¿En qué quedó? ¿Usted lo sabe? Yo
no. Veo, como simple ciudadano interesado en la temática, a ANTEL paradita muy
firme en la cancha, desplegando FTTH (fibra óptica hasta los hogares, la mejor
tecnología de telecomunicaciones «alámbrica») y LTE (la mejor tecnología
«inalámbrica») para desesperación confesa (en entrevista en el Semanario
«Búsqueda») del Presidente de la
Cámara de Telecomunicaciones del Uruguay (pomposo nombre para
la caja de resonancia pública de los intereses de Telefónica y el Grupo Slim en
el Uruguay). Este motivo de alegría para mí ha sido matizado por el anuncio de
que este año se discutiría en el parlamento una
Ley Nacional de Telecomunicaciones.
No porque no quiera una tal Ley, sino porque los
lineamientos generales que al respecto se adelantaron, me parecieron de flojos
para bajo. Por ende, ante el desconocimiento de la suerte de la ley sobre «Los
Medios» y ante una posible discusión (que no arrancaría bien) sobre los otros
medios en Uruguay, a la luz de la experiencia de Ecuador, hago votos para que
el espíritu vital y generoso de Rafael Correa nos contagie un poco. Y
manifiesto mi explícita adhesión a manifestación que escuché a militantes del
Centro de Estudiantes de Ingeniería de nuestra Universidad de la República : hay que salir
a la calle, que no todo es cuestión de redes y cartas, por una Ley de Medios
«en serio», que democratice profundamente «Los Medios» (léase en particular
bien clarito: que termine con los inverosímiles privilegios de la monarquía
hereditaria que controla los medios hegemónicos) y por una ley de
Nacionalización de «los otros medios» (concretamente de la infraestructura de
telecomunicaciones del Uruguay). Sumo mi pequeñísimo apoyo al gran compañero
Rafael Correa, sumo mi pequeñísimo apoyo al coraje cívico e inteligencia de los
estudiantes uruguayos. Ojala sus virtudes conciten los necesarios apoyos y
superen la tendencia a la resignación, el gran obstáculo subjetivo a remontar
para para todo gobierno realmente
progresista.
Extraído de: Semanario El Popular
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