El día que el color invadió
Casablanca
Ángel Juárez Masares
Suele ocurrir que
muchas veces quienes vivimos en este país no tenemos real conciencia de lo que
somos capaces de hacer, y si bien esta reflexión puede ser aplicada a diversas
actividades: deportivas, científicas, profesionales, esta vez está centrada en
el plano de la cultura.
Entre los días 4 y 6 de
este mes, se realizó en pueblo Casablanca, ubicado a pocos kilómetros de la
ciudad de Paysandú, un Encuentro Internacional de Artistas que tuvo como
objetivo cambiar la cara de esa pequeña comunidad, y vaya si lo consiguieron.
Durante tres días, alrededor de 70 artistas de Uruguay, Argentina, y Venezuela,
trabajaron pintando muros y paredes de las casas; elaborando sus obras sobre
grandes telas, creando esculturas e instalaciones que quedarán en el lugar como
acervo cultural, o amenizando las noches a través del canto y la danza.
Este tipo de
actividades tiene además un componente no menor, pues en momentos que la
tecnología ha hecho desaparecer las fronteras geográficas, el permanente
intercambio de mails que se pudo apreciar augura la continuidad de la relación
establecida entre los participantes, con los beneficios que naturalmente ello
implica.
Mas allá de lo positivo
del Encuentro referido, no podemos evitar dirigir nuestro comentario hacia la
capacidad de nuestra gente para organizar eventos cuando se le proporcionan los
medios económicos necesarios para hacerlo. En este caso por iniciativa privada
vinculada al Frigorífico “Fricasa”, y a cargo de Jandra Pagani y Mario Sarabí,
quienes lograron encajar todas las piezas necesarias para alojar casi 70
personas en un lugar que carece de infraestructura hotelera; proporcionar
alimentación adecuada, concertar Charlas -como la ofrecida por Gabriel
Courtoisie sobre Pedro Figari- y además poner a disposición de los artistas el
material necesario para elaborar sus obras.
En otro orden y a
título informativo, cabe señalar que este año no se realizará el llamado “Duelo
de pintores” que tuvo su inicio en la pequeña localidad de Piedras Coloradas, y
luego en Chapicuy, en ambas oportunidades auspiciado por la Intendencia Municipal
de Paysandú. La falta de interés de las nuevas autoridades departamentales en
apoyar el evento hace que sea imposible su realización. Recordemos que esto no
solamente impide que los artistas se reúnan para crear, sino que deja a
Paysandú sin las obras producidas en esos eventos, pues es condición
fundamental que las mismas pasen a integrar el patrimonio cultural
departamental.
Lamentablemente en
nuestro país aún resulta muy dificultoso establecer políticas de Estado
culturales, y –pese a intentos aislados y generalmente de poca monta- el
“divorcio” existente entre el Gobierno Central y las Administraciones
departamentales es evidente y a todas luces –por ahora- irreversible. Por regla
general las intendencias municipales suelen funcionar como “feudos” donde sus
gobernantes “hacen pie” para llegar a Diputados o Senadores, y los eventuales
aciertos de sus antecesores –que los hay- se pierden por falta de continuidad.
Sin embargo es de
justicia tener presente las excepciones que confirman la regla. Baste para ello
recordar que la “Fiesta de La
Patria Gaucha ” que se realiza anualmente en Tacuarembó se ha
posicionado más allá de intereses políticos, y a ningún Intendente sensato se
le ocurriría dejar de apoyarla. También ese departamento ha permanecido atento
a San Gregorio de Polanco en su carácter de Primer Museo Abierto de América
Latina, y a las exigencias del grupo local que vela y trabaja por la obra
muralística y escultórica que ha puesto al pueblo en la mira del mundo.
En definitiva, es
innegable que la calidad del artista uruguayo se pone en evidencia ante la
menor oportunidad –y mas allá de nombres propios- podemos asegurar que en el
pueblo mas pequeño y alejado de la
Capital vive un artista que crea y merece respeto, además de
un apoyo que hoy no tiene. Suele ocurrir también que cuando ese artista logra
descollar por su propio esfuerzo –incluso fuera de fronteras- recién entonces
“la prensa grande” le dedica algún pequeño espacio, no demasiado, porque
también es verdad que por estas latitudes, la cultura no paga.
Breguemos entonces
porque las iniciativas privadas sean imitadas; primero, porque el arte no nace
por generación espontánea, y segundo, porque en la cultura de los pueblos se
asientan las bases de una sociedad mental y físicamente apta para la
convivencia.
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