viernes, 20 de julio de 2012

Cuentito medieval

De como este escriba fue vencido por la propia arma que utiliza: la palabra



Escriba medieval 

Amados Cofrades: Cuentan que Lorenzo de Médicis, mas conocido como “El Magnífico”, mandaba colgar a sus enemigos políticos del balcón de su palacio. Los caídos en desgracia pendían de los tobillos hasta que morían, mientras que el pintor Andrea del Castagno aprovechaba para plasmar sus agonías en una tela.
El buen Lorenzo no había tenido mejor ocurrencia que coleccionar aquellos gestos, tan agradables para su odio, en una clara muestra que la venganza es dulce, como suelen asegurar algunas gentes sinceras en sus expresiones.
Sin embargo ese episodio llevóme a recordar que siempre la historia se repite, pues en la comarca de nuestros desvelos pululan los “Magníficos” que –teniendo algún poder sobre sus semejantes- también cuelgan a sus enemigos del balcón, aunque no sea literalmente, pues varias son las formas para hacerlo. Esto sucede cuando los hombres no están conformes con su condición de ciudadanos y quieren sobresalir del vulgo a no importa cómo. A veces el argumento empleado es que “desean servir a la comunidad” (asunto que en realidad nadie cree), y en otras ocasiones ni siquiera se molestan en dar explicaciones de sus actitudes para con el prójimo. Vistas y comprobadas estas prácticas, que por lo general van dirigidas a conseguir un lugar en la Junta de Notables, en algún scriptorium de palacio, o directamente a ocupar el sillón del Señor feudal, vemos que en realidad el hombre destos años de 1512 no tiene otros ideales que lo impulsen a metas mas altas. Mientras tanto se afana en corregir a los demás, como si su posición frente a la vida fuese “el fiel” de balanza por el cual todos deben medirse ( o pesarse). El hombre acostumbra, además, pavonearse ante cualquier mérito, título, o victoria obtenidos, por minúsculos que ellos sean, pues la falta de ideales superiores lo aleja de los méritos, títulos, o victorias verdaderos.
Se que no faltará el Cofrade que a esta altura se pregunte: ¿Acaso Escriba quieres emular a Lorenzo “El Magnífico”, colgando de tu balcón a quien no piense como tú?
Nada mas remoto, aunque no cuestiono su metodología. Quien diga que no lo haría es un hipócrita. Lo que pretendo decir es que cada uno debería tratar de mejorar lo que la vida le dio como tarea, y como la deste anciano escribidor es escribir, simplemente usa la palabra.
La palabra puede tener variadas definiciones, pero como todas ellas serán palabras, prefiero decir que la palabra puede subyugar, traicionar, o lastimar. Todo depende como se use. Suele suceder que el pensamiento (impulso que genera la palabra) a veces es tan avasallante que el hombre no encuentra la palabra para expresarlo; otras, el sujeto se empeña en usar la palabra, pero fracasa si el pensamiento es mezquino.
La literatura es el arte de la palabra escrita, la oratoria el arte de la expresión oral, pero de nada sirve empeñarse en ambas lides si el hombre no es capaz de usar el pensamiento. La misión del escritor es poner sensaciones al alcance de otros hombres. Pueden ser éstas de una contundente realidad, o de una sublime fantasía. La tarea del orador es convencer al auditorio, pero eso lo determina siempre la palabra.
El escritor que no ponga sensaciones al alcance de otros hombres, habrá fracasado, como también fracasará el orador que no logre convencer al auditorio. Sin embargo la realidad no está en el lenguaje en que se expresa, éste es solo un instrumento para que la realidad se manifieste.
Pobre de Lorenzo “El Magnífico”, que creyó deshacerse de sus enemigos colgándolos de los tobillos, en lugar de usar la palabra. Seguro no sabía que la palabra puesta en tiempo y forma adecuada, mas daño causa que colgar al adversario del balcón.
Destas razones y otras muchas se apaña este Escriba para no tener temor a que alguien lo cuelgue del balcón; mas, no quisiera ser asesinado por palabra, aunque sabe muy bien que pese a tantos años procurando dominarlas no le otorgan derechos sobre dellas.
Dicen que la misión del escritor es abrir en el monte una picada a machetazos, para que por ella pasen otros hombres a cumplir otras misiones. El anciano solo pide que su pensamiento no mengüe sus impulsos, y pueda continuar marcando apenas un camino de hormigas, mas no sea usando –como esta noche- la palabra atada con los invisibles hilos de la fantasía.

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