viernes, 20 de julio de 2012


Un maestro del realismo crítico



Aldo Roque Difilippo



Hace 108 años moría el escritor ruso Anton Chejov, un insoslayable referente del cuento moderno. Actualmente catalogado como uno de los grandes creadores del cuento moderno, que siguió las huellas de Poe y Maupassant. Con su "realismo crítico" retratando los pequeños momentos de la vida, la insondable liviandad de los gestos cotidianos, el drama de las pequeñas cosas diarias.



Anton Pavlovich Chejov (1860-1904) nació en  Taganrog - Rusia. Su abuelo había sido siervo, y había conseguido la libertad pagando quinientos rublos. Pavel -su padre-  tenía un almacén, pero vivía en un sector periférico, y era necesario imponerse grandes restricciones en una familia numerosa. No obstante entre los hijos Alejandro llegó a ser periodista, Nicolás, pintor, Iván, maestro, María, profesora y artista, y Mijail, periodista.
A los quince años, debido a un enfriamiento (trabajaba en  la tienda que el padre abandonó), contrajo tuberculosis, lo que en definitiva lo llevaría a la muerte. De tuberculosis murieron también sus hermanos Alejandro y Nicolás. Siendo adolescente funda el periódico "El Tartamudo", produciendo sus iniciales obras literarias. Estudió medicina, y en apenas once años de vida edificó una obra literaria, considerada hoy como modelo del cuento moderno, debido a la concisión y exactitud del lenguaje, situándose muchos de ellos como obras maestras del género.
En 1901 se casa con Olga Knipper, una de las actrices del Teatro de Arte de
Moscú. Ya había publicado dos libros "El tío Vania" (1897), y "Los campesinos", (1897), incursionando también en el teatro con obras como "Las tres hermanas", y "El jardín de los cerezos", estrenada pocos meses antes de su muerte y publicadas en forma póstuma.
El 14 de julio de 1904  muere en las termas alemanas de Badenweiler, en la Selva Negra.

SERÁ TOTALMENTE DISTINTA
Mientras Tolstoi, Dostoievsky y Gógol crearon sus obras sobre la intensidad pretendiendo reflejar la  sociedad, los problemas globales, y las angustias de su tiempo, Chejov caminó por un sendero diferente: las pequeñas cosas de la vida. Sus cuentos estuvieron centrados en un espacio físico y temporal delimitado: la conversación entre dos ancianos, la ceremonia de tomar el té, las reflexiones que propicia una noche helada de invierno.
Mucho se ha hablado sobre el pesimismo de Chejov, y quizá en algunas de sus creaciones se trasunte una cierta decepción de la vida, y por sobre todo a la clase social que él pertenecía. Pero más que pesimismo en Chejov esa decepción es una afirmación de futuro, ya que en su visión la curación de los grandes males de su patria no llegarán gracias a la mística propuesta por Tolstoi. Para Chejov se hacía imprescindible operar socialmente, y no retirarse a una contemplación imposible. Como él mismo lo afirmara: "Muchas veces me reprochan que no presento personajes positivos, pero la verdad es que no sé de dónde sacarlos. Nuestra vida es provinciana, las ciudades están sin pavimentar, las aldeas son miserables, la gente anda en harapos. Yo quiero decirle a todos: Miren bien, y así verán que la vida para ustedes es sórdida y triste. Lo que importa es que lo vean. Una vez que lo hayan  visto, crearán una vida mejor que la actual. Yo no la veré, pero sé que será totalmente distinta".



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