Apuntes de Pintura
Génesis de la pintura uruguaya
(3 era. Parte)
Entre 1930 y 1933 llegan al país muchos
pintores uruguayos formados en la École de París, que reaccionan contra el
colorismo optimista y brillante de los planistas, y practican una pintura mas
sombría, preocupados por el problema de la estructura rítmica y tonal del
cuadro, representando temas de la vida familiar y cotidiana, del trabajo, y del
nuevo paisaje social en los que juega a menudo un rol protagónico la figura
humana. Entre estos artistas se destacan Gilberto Bellini, Ricardo Aguerre,
Amalia Nieto, Carlos Prevosti, algunos de los cuales fundan en Montevideo una
Escuela Taller (ETAP) para poner en práctica docente esas nuevas ideas.
Paralelamente, otros pintores y
grabadores se volcarán al tema social como consecuencia de esa irrupción de los
problemas mundiales en los prolegómenos nacionales vinculados con la crisis
política, y los desplazamientos de familias campesinas a la ciudad. El
prototipo urbano-rural pasa a protagonizar muchos cuadros de ese realismo
social practicado por pintores como Felipe Seade, Norberto Berdía, e influido
en parte por artistas argentinos como Antonio Berni, Lino Enea Spilimbergo, y
Demetrio Urruchúa, o por artistas mas lejanos como los mexicanos David Siqueiros
y Diego Rivera, o el brasileño Cándido Portinari. Esta tendencia, iniciada en
los años ´30, se prolongará entre muchos pintores uruguayos hasta finales de
los ´50.
En 1934 llega Pedro Figari para
radicarse definitivamente en su país; muere cuatro años después. También por
esa fecha arriba Joaquín Torres García (nacido en 1874), un uruguayo que había
dejado Montevideo a los 16 años de edad, y regresaba después de una larga e
intensa trayectoria como artista vinculado estrechamente a los movimientos de vanguardia
en Europa.
Sin dudas, tanto el surgimiento de una
pintura realista de tema social, como la prédica incansable de una pintura y un
arte constructivo de base abstracto-geométrica profesada por Torres García,
fueron los dos hechos plásticos mas relevantes en la pintura producida entre
las décadas del ´30 y del ´40 en el Uruguay.
Joaquín Torres García se rodeó
rápidamente de un núcleo de fieles discípulos (la Asociación de Arte
Constructivo), al tiempo que desarrollaba una nutrida serie de conferencias en
distintas partes de Montevideo (al final de sus días superaban las
setecientas), combatiendo la pintura figurativa –“imitativa”, como él la
llamaba- producida entonces en el país por muchos epígonos del paisajismo de
principios de siglo, y reiterando en esas conferencias su visión crítica acerca
de la evolución de la pintura europea y de la obra de sus grandes maestros.
Este movimiento dio lugar a la formación del Taller Torres García en 1942,
donde su fundador dictó conferencias e hizo trabajos docentes hasta su muerte,
en 1949. Su prédica en Montevideo buscaba crear las condiciones para producir
un arte que no estaría limitado a la pintura, sino que recogería símbolos de la
cosmogonía prehispánica americana tanto como de la tradición grecolatina europea;
un arte capaz de expresar esa idea de lo geométrico, lo estructural, lo
presuntamente eterno universal usando diversos materiales, técnicas, y formas,
pero ateniéndose a determinadas reglas. A esa doctrina la llamó Universalismo
Constructivo y le dedicó la vida. No obstante, salvo una decena de discípulos
entre los que se destacan Gonzalo Fonseca y Francisco Matto, la gran mayoría
aplicó sus enseñanzas predominantemente en la pintura, trasmitiéndolas a su vez
a otros artistas que fueron ingresando al Taller durante quince años después de
fallecido el maestro.
El Taller Torres García y la Escuela del Sur (como fue
denominado el grupo bajo la consigna de “Nuestro Norte es el Sur”) marcan un
hito con repercusión en casi todo el continente latinoamericano. La presencia
rioplatense de Torres García se hizo sentir en la década del ´40, cuando por
múltiples motivos (entre los que se cuenta su prédica de las vanguardias
europeas) se forma en Buenos Aires el grupo Madí. Quizá cierta discutida
ascendencia de Torres García sobre estos artistas y sobre los pintores
uruguayos que impulsarán la corriente “abstracta” en la década siguiente, no se
deba tanto a la pintura realizada por él mismo y sus alumnos, sino a las
repercusiones que tuvo el tono analítico, crítico, y removieron el asunto de
las relaciones entre la tradición del arte occidental y la modernidad,
concebida como una fuente de formas y de ideas sugeridas por el nuevo entorno
urbano y tecnológico en perpetuo cambio.
(Continúa
la próxima semana)
Fuente: Gabriel Peluffo Linari (Breve
Panorama de la Pintura
uruguaya 1830-1980
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