viernes, 3 de agosto de 2012

Apuntes de Pintura
Génesis de la pintura uruguaya

(3 era. Parte)

Entre 1930 y 1933 llegan al país muchos pintores uruguayos formados en la École de París, que reaccionan contra el colorismo optimista y brillante de los planistas, y practican una pintura mas sombría, preocupados por el problema de la estructura rítmica y tonal del cuadro, representando temas de la vida familiar y cotidiana, del trabajo, y del nuevo paisaje social en los que juega a menudo un rol protagónico la figura humana. Entre estos artistas se destacan Gilberto Bellini, Ricardo Aguerre, Amalia Nieto, Carlos Prevosti, algunos de los cuales fundan en Montevideo una Escuela Taller (ETAP) para poner en práctica docente esas nuevas ideas.
Paralelamente, otros pintores y grabadores se volcarán al tema social como consecuencia de esa irrupción de los problemas mundiales en los prolegómenos nacionales vinculados con la crisis política, y los desplazamientos de familias campesinas a la ciudad. El prototipo urbano-rural pasa a protagonizar muchos cuadros de ese realismo social practicado por pintores como Felipe Seade, Norberto Berdía, e influido en parte por artistas argentinos como Antonio Berni, Lino Enea Spilimbergo, y Demetrio Urruchúa, o por artistas mas lejanos como los mexicanos David Siqueiros y Diego Rivera, o el brasileño Cándido Portinari. Esta tendencia, iniciada en los años ´30, se prolongará entre muchos pintores uruguayos hasta finales de los ´50.
En 1934 llega Pedro Figari para radicarse definitivamente en su país; muere cuatro años después. También por esa fecha arriba Joaquín Torres García (nacido en 1874), un uruguayo que había dejado Montevideo a los 16 años de edad, y regresaba después de una larga e intensa trayectoria como artista vinculado estrechamente a los movimientos de vanguardia en Europa.
Sin dudas, tanto el surgimiento de una pintura realista de tema social, como la prédica incansable de una pintura y un arte constructivo de base abstracto-geométrica profesada por Torres García, fueron los dos hechos plásticos mas relevantes en la pintura producida entre las décadas del ´30 y del ´40 en el Uruguay.
Joaquín Torres García se rodeó rápidamente de un núcleo de fieles discípulos (la Asociación de Arte Constructivo), al tiempo que desarrollaba una nutrida serie de conferencias en distintas partes de Montevideo (al final de sus días superaban las setecientas), combatiendo la pintura figurativa –“imitativa”, como él la llamaba- producida entonces en el país por muchos epígonos del paisajismo de principios de siglo, y reiterando en esas conferencias su visión crítica acerca de la evolución de la pintura europea y de la obra de sus grandes maestros. Este movimiento dio lugar a la formación del Taller Torres García en 1942, donde su fundador dictó conferencias e hizo trabajos docentes hasta su muerte, en 1949. Su prédica en Montevideo buscaba crear las condiciones para producir un arte que no estaría limitado a la pintura, sino que recogería símbolos de la cosmogonía prehispánica americana tanto como de la tradición grecolatina europea; un arte capaz de expresar esa idea de lo geométrico, lo estructural, lo presuntamente eterno universal usando diversos materiales, técnicas, y formas, pero ateniéndose a determinadas reglas. A esa doctrina la llamó Universalismo Constructivo y le dedicó la vida. No obstante, salvo una decena de discípulos entre los que se destacan Gonzalo Fonseca y Francisco Matto, la gran mayoría aplicó sus enseñanzas predominantemente en la pintura, trasmitiéndolas a su vez a otros artistas que fueron ingresando al Taller durante quince años después de fallecido el maestro.
El Taller Torres García y la Escuela del Sur (como fue denominado el grupo bajo la consigna de “Nuestro Norte es el Sur”) marcan un hito con repercusión en casi todo el continente latinoamericano. La presencia rioplatense de Torres García se hizo sentir en la década del ´40, cuando por múltiples motivos (entre los que se cuenta su prédica de las vanguardias europeas) se forma en Buenos Aires el grupo Madí. Quizá cierta discutida ascendencia de Torres García sobre estos artistas y sobre los pintores uruguayos que impulsarán la corriente “abstracta” en la década siguiente, no se deba tanto a la pintura realizada por él mismo y sus alumnos, sino a las repercusiones que tuvo el tono analítico, crítico, y removieron el asunto de las relaciones entre la tradición del arte occidental y la modernidad, concebida como una fuente de formas y de ideas sugeridas por el nuevo entorno urbano y tecnológico en perpetuo cambio.

(Continúa la próxima semana)

Fuente: Gabriel Peluffo Linari (Breve Panorama de la Pintura uruguaya 1830-1980

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