viernes, 2 de noviembre de 2012


Hablando de Bueyes Perdidos
Por qué el hombre continúa “marcando el territorio”



Ángel Juárez Masares



Muchas veces se suele hablar de la tolerancia que el hombre debe ejercer en las relaciones con sus semejantes,  además de otras acciones que hacen a la convivencia humana, y a las que naturalmente no solo adherimos, sino que pregonamos toda vez que se presenta la oportunidad.
Sin embargo, esa compleja trama de interrelaciones que convierte a la sociedad en un organismo vivo y unitario, tiene en su origen un componente que generalmente no tenemos presente en la medida que deberíamos hacerlo; que somos animales.
Dice Desmond Morris en “El mono desnudo. Un estudio del animal humano”; “…a pesar de su gran erudición, el Homo Sapiens sigue siendo un mono desnudo; al adquirir nuevos y elevados móviles, no perdió ninguno de sus signos mas vivos y prosaicos. Esto es frecuentemente, motivo de gran disgusto para él; pero sus viejos impulsos le han acompañado durante millones de años, mientras que los nuevos le acompañan desde hace unos milenios como máximo…y no es fácil sacudirse rápidamente de encima la herencia genética acumulada durante todo el proceso evolutivo”.
Procurando moderar nuestro entusiasmo por este científico, cuya obra se ha convertido en uno de nuestros libros “de cabecera”, trataremos de trasladar –o poner en términos actuales uno de los conceptos quizá mas fascinantes que Morris aborda extensamente: la territorialidad.
¿Por qué la territorialidad? Porque diariamente la ponemos en práctica, y no solamente al habitar nuestras “cuevas” y delimitarlas con muros, alambradas, o setos que indican a “los otros” que ese espacio nos pertenece, sino que la ejercemos inconscientemente (o atávicamente) aún cuando nos movemos en los espacios públicos. Si bien ya lo hemos señalado en otras oportunidades, el tema es tan interesante que amerita recordarlo. Por ejemplo; en un ómnibus repleto no nos molesta el contacto (inevitable) con “el otro”, precisamente porque es inevitable; en cambio en “la cola” para pagar hacer algún trámite, sí nos molesta que alguien se nos “pegue” cuando hay espacio suficiente, simplemente porque está invadiendo “nuestra territorialidad”, ese espacio que fluctúa de acuerdo a la distancia física con los demás.
Pero también es cierto que existe otra “territorialidad” que tiene que ver con los demás; que no está pautada por lo físico, a la que frecuentemente se le llama: “derecho de piso”, y sobre la cual ejemplificaremos brevemente, amparados en los bueyes perdidos que buscamos en esta sección.
Ocurrió hace muchos años cuando recién comenzaba a trabajar en una Empresa importante donde la competencia interna suele ser muy particular. Pasaran varias semanas y los “insumos” necesarios para realizar correctamente mi tarea, eran claramente “retaceados”. Luego de hablar varias veces sobre el asunto con mi superior inmediato, una mañana decidí “marcar mi territorio”, y para ello no encontré mejor manera que entrar en su escritorio, levantar la voz bastante mas de lo normal, patear la silla que me ofreció para sentarme, y salir golpeando la puerta.
En todo momento supe que “mi suerte estaba echada”, me llamarían para despedirme, o para que me reintegrara en otras condiciones. En este caso ganó la segunda opción, y a partir de allí conté con lo necesario para desarrollar mi trabajo con normalidad.
¿Que fue una actitud inusual?...Quizá lo fuera. Cada uno actuará en iguales circunstancias a su leal saber, y tampoco esta anécdota pretende ser un ejemplo a seguir. Nada mas lejos de nuestra intención. Lo que pretendemos es trasladar la orina del felino, o las secreciones glandulares que dejan algunos animales en los árboles que delimitan sus dominios, al mono desnudo de Desmond Morris; al de ahora, al que diariamente vemos circular por las calles, refugiarse tras el mostrador de sus despachos, o tras las mamparas de los taxímetros.
Recordemos que –como primates- heredamos la carga del sistema jerárquico, que el macho Alfa continúa dominado al grupo; que el resto está sometido a diversos grados de subordinación, y que cuando se vuelva viejo será derrocado por otro mas joven para que la cadena de la evolución continúe.
De cualquier manera, como lo antes dicho no pretende ser –ni mucho menos- un estudio antropológico, podríamos concluir que el mono desnudo no está preparado para poner “la otra mejilla”; que si otro mono lo ataca se defenderá, y que quizá aquello de: “apología de la violencia”, sea un invento de los machos Alfa para mantener el clan bajo control.

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