Hablando de Bueyes Perdidos
Por qué el hombre continúa “marcando el
territorio”
Ángel Juárez Masares
Muchas
veces se suele hablar de la tolerancia que el hombre debe ejercer en las
relaciones con sus semejantes, además de
otras acciones que hacen a la convivencia humana, y a las que naturalmente no
solo adherimos, sino que pregonamos toda vez que se presenta la oportunidad.
Sin
embargo, esa compleja trama de interrelaciones que convierte a la sociedad en
un organismo vivo y unitario, tiene en su origen un componente que generalmente
no tenemos presente en la medida que deberíamos hacerlo; que somos animales.
Dice
Desmond Morris en “El mono desnudo. Un estudio del animal humano”; “…a pesar de
su gran erudición, el Homo Sapiens sigue siendo un mono desnudo; al adquirir
nuevos y elevados móviles, no perdió ninguno de sus signos mas vivos y
prosaicos. Esto es frecuentemente, motivo de gran disgusto para él; pero sus
viejos impulsos le han acompañado durante millones de años, mientras que los
nuevos le acompañan desde hace unos milenios como máximo…y no es fácil
sacudirse rápidamente de encima la herencia genética acumulada durante todo el
proceso evolutivo”.
Procurando
moderar nuestro entusiasmo por este científico, cuya obra se ha convertido en
uno de nuestros libros “de cabecera”, trataremos de trasladar –o poner en
términos actuales uno de los conceptos quizá mas fascinantes que Morris aborda
extensamente: la territorialidad.
¿Por
qué la territorialidad? Porque diariamente la ponemos en práctica, y no
solamente al habitar nuestras “cuevas” y delimitarlas con muros, alambradas, o
setos que indican a “los otros” que ese espacio nos pertenece, sino que la
ejercemos inconscientemente (o atávicamente) aún cuando nos movemos en los
espacios públicos. Si bien ya lo hemos señalado en otras oportunidades, el tema
es tan interesante que amerita recordarlo. Por ejemplo; en un ómnibus repleto
no nos molesta el contacto (inevitable) con “el otro”, precisamente porque es
inevitable; en cambio en “la cola” para pagar hacer algún trámite, sí nos
molesta que alguien se nos “pegue” cuando hay espacio suficiente, simplemente
porque está invadiendo “nuestra territorialidad”, ese espacio que fluctúa de
acuerdo a la distancia física con los demás.
Pero
también es cierto que existe otra “territorialidad” que tiene que ver con los
demás; que no está pautada por lo físico, a la que frecuentemente se le llama:
“derecho de piso”, y sobre la cual ejemplificaremos brevemente, amparados en
los bueyes perdidos que buscamos en esta sección.
Ocurrió
hace muchos años cuando recién comenzaba a trabajar en una Empresa importante
donde la competencia interna suele ser muy particular. Pasaran varias semanas y
los “insumos” necesarios para realizar correctamente mi tarea, eran claramente
“retaceados”. Luego de hablar varias veces sobre el asunto con mi superior
inmediato, una mañana decidí “marcar mi territorio”, y para ello no encontré
mejor manera que entrar en su escritorio, levantar la voz bastante mas de lo
normal, patear la silla que me ofreció para sentarme, y salir golpeando la
puerta.
En
todo momento supe que “mi suerte estaba echada”, me llamarían para despedirme,
o para que me reintegrara en otras condiciones. En este caso ganó la segunda
opción, y a partir de allí conté con lo necesario para desarrollar mi trabajo
con normalidad.

Recordemos
que –como primates- heredamos la carga del sistema jerárquico, que el macho
Alfa continúa dominado al grupo; que el resto está sometido a diversos grados
de subordinación, y que cuando se vuelva viejo será derrocado por otro mas
joven para que la cadena de la evolución continúe.
De
cualquier manera, como lo antes dicho no pretende ser –ni mucho menos- un
estudio antropológico, podríamos concluir que el mono desnudo no está preparado
para poner “la otra mejilla”; que si otro mono lo ataca se defenderá, y que
quizá aquello de: “apología de la violencia”, sea un invento de los machos Alfa
para mantener el clan bajo control.
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