Ángel Juárez Masares
La misma Academia del lenguaje dice de la venganza: Acción de vengarse. Mal que se hace a alguien
para castigarlo y reparar una injuria o daño recibido. Como sinónimos
establece: desquite, represalia, revancha, vindicta.
El término ley del talión (latín: lex talionis) se refiere a
un principio jurídico de justicia retributiva en el que la norma imponía un
castigo que se identificaba con el crimen cometido. El término
"talión" deriva de la palabra latina "talis" o
"tale" que significa idéntica o semejante, de modo que no se refiere
a una pena equivalente sino a una pena idéntica. La expresión más conocida de
la ley del talión es "ojo por ojo, diente por diente".
Históricamente, constituye el primer intento por establecer
una proporcionalidad entre daño recibido en un crimen y daño producido en el
castigo, siendo así el primer límite a la venganza.
Multitud de ordenamientos jurídicos se han inspirado en la
ley del talión, especialmente en la Edad Antigua y en la Edad Media.
Aunque pudiera parecer una ley primitiva proporcionar la
pena en cuanto al delito y con ello evitar una respuesta desproporcionada por
la venganza, la aplicación de la pena con barbarie a lo largo de los siglos, no
implica un defecto de la ley, sino un defecto de los aplicadores. Pero como “los
aplicadores” son los hombres, y nada que provenga de ellos se acerca siquiera a
un ideal de perfección, tenemos entonces dos elementos cuyas fronteras son muy
difíciles de establecer: la justicia, y la venganza. No será motivo de
controversia decir que la aplicación “justicia” nunca deja conforme a las dos
partes, llámese agresor y damnificado, puesto que al primero siempre la pena le
parecerá escasa, y el segundo la considerará excesiva.
Tampoco nadie puede asegurar que la puesta en vigencia de la Ley del talión repare
injusticias, pues también allí será determinante la falibilidad del
“aplicador”, cuando no del humor con el cual haya amanecido el día de
determinar culpas y castigos.
De manera que, enumerados los inconvenientes para que las
faltas a las normas de convivencia y derechos de cada hombre sean castigadas
y/o reparadas en su justa medida, así como ante la imposibilidad de tomar su
administración por parte de cada quién, solo quedará a ambas partes admitir
como buenas las decisiones de “los aplicadores”, so pena de regresar a la edad
de piedra.
¿Cuáles son entonces los elementos a tener en cuenta para
mitigar la sensación de injusticia?
Creemos que una alternativa válida es evitar el odio. Cuando
éste se enquista en el hombre le impide desplazarse por la vida con la
liviandad necesaria para afrontar sus avatares, no deja ver el camino adecuado,
y consume energías que deberían ser canalizadas hacia los objetivos que él se
imponga. En ese caso cada uno buscará –o no- la ayuda de quienes estime conveniente,
llámese dios, dioses, orientación filosófica, Profesional, o Amigos.
¿Qué es esta una alternativa conformista?
Quizá tenga algo de ello, pero la organización social y el
carácter gregario del individuo humano ha devenido a través de los siglos en la
aceptación de lo hoy llamamos hipocresía, a punto tal que –en el caso que nos
convoca- difícilmente el hombre acepte públicamente que en realidad la palabra
justicia es un sinónimo de venganza, y que si fuera posible un acto de
sinceramiento masivo, la Sociedad votaría por
unanimidad la puesta en vigencia de la
Ley del talión.
En el interior de cada uno aún late el cavernario. La
ancestral herencia está vigente, y se pone de manifiesto diariamente en su
forma “civilizada” cuando –por ejemplo- los hombres se juntan en una playa
alrededor del fuego, o cuando se insultan desde un automóvil a otro por una
“cuestión territorial”.
¿Qué acaso estamos proponiendo el regreso a la tribu?
Para nada, “la tribu” está más vigente que nunca, solo
cambiamos Jefe por Presidente, Alcalde, o Intendente, brujo por médico, cazador
por comerciante, garrote por pistola, y cópula por “hacer el amor”, pero eso…es
otra historia.
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