sábado, 13 de abril de 2013

COLUMNA DESDE LO PISADO



El país de la cola de paja de Mario 
y de todos



No me veo reflejado en ese libro, porque las páginas transcurren como una película que se dibuja en mis tormentos. Es una película gris, muda, cómica. El país de la cola de paja se parece mucho a eso que no quiero ser. Pero que soy. Porque fui construido así. La ingeniería humana me eleva como un puente para que cruce por nuestras espaldas el látigo del presente. Pero también nos derriba y quedamos hechos escombros sobre el piso.




Por Маттиас Rotulovic
(desde el año 1982, 
no publicado hasta ahora)



Hace muchos años que lo leí. Reivindica al milico ¿Vieron que reivindica al milico? Estuvo oculto porque Benedetti encabezaba las listas de posibles ejecutados, me refiero al libro. Mario estaba en esas listas. Las listas que el país de la cola de paja leía en El País. Sería injusto decir que el diario El País tiene cola de paja porque El País, nunca podrá sacarse la cola de entre las patas para mirar bien si es de paja o es de sangre. Sangre ajena. Sangre desaparecida.
Volviendo a lo de los milicos: si, los reivindica porque el libro fue escrito antes de la Dictadura y el milico era un laburante honesto, sufrido, cansado. Y claro, después se tomó revancha. Porque el país de la cola de paja no acepta nunca sus propios fracasos. Y el milico era uno de esos. Fracasado. Como la canción de Zitarrosa que también habla de los milicos del Cerrito. Del dolor de no llegar a fin de mes para la olla. Son pobres tipos que les dan una escoba lo mismo que una escopeta. “Aaaaaaaaaaaatentos… Giiiiiiiiiiiiiiiiire derecha, un, dos, tres… saaaaaaaque escoba, barra, un, dos, tres”.
A Mario le interesa mucho ese tema del empleado público. Del milico y del remolón oficinista. Del que pone su marca de café en el expediente número tal, fecha tal, carpeta tal, oficina tal, marca de café.
Por eso lo critica. Es el país de la cola de paja que no entiende, no comprende que está confiando en ese empleado público. Le confía el orden de este Estado ingobernable (salvo en épocas en las cuales el Estado se activa como único salvador). Lo otro que no entiende el país de la cola de paja es que el empleado público es pago por el Estado. Pero el funcionario se siente impune porque justamente, el Estado se presenta como único salvador. Un salvador invisible que sabe mirar para el costado cuando los dominan, cuando los matan. El Estado lee El País y mira al costado donde está El Día y mira al costado donde está El País y mira al costado donde está El Día y así se queda siempre con ambas versiones de la verdad: la verdad de El País y la verdad de El Día.
Es el mismo Estado o país con la cola de paja protagonista y motivo del libro de Benedetti. Es un ensayo en el cual  dedica un buen espacio a los diarios. Miro para el costado, miro para el costado, miro para el costado... Esos diarios que antes de la Dictadura existían y manipulaban la información, la modificaban a su gusto e interés. Lo mismo hicieron en la Dictadura y lo mismo seguirán haciendo. Los paladines de la justicia de la libertad de prensa libre de compromiso son El Día y El País. Ambos siempre del costado diferenciado uno de otro; como Batlle y Ordóñez y Beltrán. Uno muerto, el otro vivo. Ambos al costado diestro. Siempre derecho. Miro para el costado, miro para el costado… 
El libro es un ensayo, no una novela. No es posible que se edite nuevamente. Primero porque el país de la cola de paja se negaría a descubrirse entre esas páginas. Segundo, porque muchas de las cosas que cuenta ya pasaron de tiempo. Claro está, continuaron en la Dictadura y continuarán adelante en Democracia. Pero pasaron de tiempo.
El libro nació en 1960 como una declaración de principios, un manifiesto de protesta y una continuación (tal vez impensada) de la Moral para Intelectuales de Carlos Vaz Ferreira. Porque la moral es algo que se construye colectivamente, pero que identifica individuos: me identifica a mí con respecto a los otros en una relación directa de morales. Juan Morales nos advirtió desde el 73 lo que debíamos hacer para no morir en el intento.  El problema es que si yo vivo en el país de la cola de paja, puedo o no identificarme con el vecino, ahora, si leo el libro de Mario Benedetti corro el riesgo de ser el vecino. Miro para el costado…
Puedo ver los aparatos de poder que me dominan: la prensa, el Estado, las instituciones religiosas, los políticos, los hipócritas, los periodistas, los oficinistas, los choferes, yo mismo.
Puedo verlo pero por ahora, en 1984 prefiero mirar para el costado. Guardar este artículo. Publicarlo en 2013. No existe El Día. El  país de la cola de paja sigue leyendo El País, evita mirar para atrás, y en el costado: en el costado diestro y zurdo pasan muchas cosas raras a la vez.





(*) Por Matías Rótulo  


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