Seremos putas asesinas
Los cuentos de
Roberto Bolaño parecen desprendidos de toda sensibilidad, pero en realidad se
aferran a la sensibilidad desprendida de esta época. Putas Asesinas puede llegar a alterar algunos ánimos deseosos de
moralejas en tiempos de crisis. Pero lo que hace Bolaño es pararse desde la
crisis (la crisis no es solamente económica), y decirnos lo que odiamos en
realidad. Eso que odiamos es lo que desearíamos no ser para no odiarnos.
Por Маттиас
Rotulovic
(Desde el año 2001)
Los niños son
castrados como parte de un ritual ancestral. ¿Quién salva a un niño? Un
homosexual. Salva a uno y condena a los otros porque no los salva. No salva a
los que estaban con el niño en ese momento en el que lo miró con ternura, pero
tampoco salvó a los anteriores y no se queda para salvar a los futuros. Es
egoísta porque el “héroe” no es tal. Son niños pequeños, de unos siete años,
que serán castrados con permiso de sus padres. La castración va más allá de lo
literal. Es lo descarnado de nuestra sensibilidad sobre lo ajeno. Si soy un
macho con las pelotas bien puestas, la castración de un niño me dolería con
solo pensarlo. Me dolería allá abajo: ¿salvamos a un niño y matamos la
tradición? ¿Por qué queremos salvar a un niño de la castración? ¿Para que siga
trayendo hijos a un mundo que constantemente nos castra? ¿Nos aferramos a los
Derechos Humanos, a los Derechos del Niño? Nos parece odioso el hecho de la
castración pero la aceptamos en la psicología: la castración simbólica. Nos
afecta lo de la castración pero al narrador se le ocurre no contar si hay otras
violaciones de derechos. El homosexual es el más sensible de los hombres, el
más hombre de los hombres, el que se anima a salvar al niño, a matarlo. Así es
el primer cuento del libro: “El Ojo Silva”. El niño es castrado y el hombre es
tuerto (tuerto desde el título. El Ojo Silva era fotógrafo). ¿Qué pasó con
ellos? Lea el libro.
Luego, el libro
no cuenta ni historias de amor ni de desamor. Porque para que haya desamor debe
haber amor, y el amor parece un enemigo inexistente. Porque siempre somos niños
castrados, aunque reproducimos el modelo de lo que somos. Nos odiamos entre
nosotros, pero amamos nuestra presencia individual.
En otro cuento, un
hombre adulto empieza a ver películas pornográficas. Son las películas que hizo
su propia madre, una actriz del rubro. ¿Se imagina a usted, macho con las
pelotas bien puestas, viendo las p
elículas pornográficas que hizo su propia
madre? El padre del personaje fue un “cura renegado”. ¿El personaje habrá visto
alguna escena de su madre estando embarazada de él mismo? Lea el libro.
Un hombre se
muere y tiene la bendición de verse muerto. Es un deseo hiper-individualista
pero es tan generalizado que se ha convertido en algo colectivo. Se ve muerto.
Nota que en la morgue pasa algo raro. Sacan su cuerpo escondido. Lo llevan a
una gran mansión. Ahí, un hombre realiza un acto de necrofilia con el cuerpo.
¿Se imagina usted, macho con las pelotas bien puestas, viendo al cuerpo que le
contuvo la sangre, las tripas y el alma con un hombre pervertido que se
masturba a su lado? El final es sorprendente, lea el libro.
“Las mujeres son
todas putas asesinas”: no me condene, y no condene a Bolaño. El cuento “Putas
asesinas” es una historia de amor. Porque el amor a veces existe. Una mujer
enamorada de una estrella de televisión. Lea Putas Asesinas antes de condenar
al autor.
Pablo Neruda es
aclamado como destruido en el libro del chileno Roberto Bolaño. Por ahí anda
Manuel Puig reivindicado y superado. El libro de Bolaño no es un libro
machista, es un libro que nos habla del machismo, del feminismo, de la cultura,
de la locura, de la muerte, del sexo, del placer, de la libertad y de la
prisión. Todas son acciones humanas, que el autor las lleva al extremo. Nos
lleva a pensarnos como putas asesinas. Porque terminamos siéndolo. Terminamos
siendo castradores, intentando castrar nuestra idea de la castración del
cuento, queremos ver pornografía para no descubrirnos ahí, e increíblemente nos
gustaría estar muertos para cuidar de nuestro propio cuerpo.
(*) Por Matías Rótulo
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