viernes, 26 de abril de 2013


Manuscritos indígenas mexicanos fueron postulados 
a Memoria del Mundo




Para su inscripción en el Registro Memoria del Mundo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), han sido postulados 58 manuscritos en lenguas indígenas mexicanas, entre libros de tributos, anales, crónicas, vocabularios, gramáticas, arte de la lengua, sermonarios, confesionarios, textos bíblicos, poesía y representaciones, que se complementan con 35 documentos más de los siglos XVI y XIX, según se informó el pasado 3 de abril.


El patrimonio documental está propuesto para el citado registro junto con materiales de la misma naturaleza que custodian la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (Buap), el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) y la Universidad Iberoamericana (UIA), según señala un comunicado del Instituto Nacional de Antropología e Historia (Inah).

Distribuidos en los fondos Franciscano, Colección Antigua, Lira, Colegio de San Gregorio, Colección Bustamante, Federico Gómez de Orozco, Jesuita, así como en la I, II y III Serie de Papeles Sueltos, los 58 manuscritos en lenguas indígenas de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH) proceden en su mayoría de la Biblioteca del Antiguo Museo Nacional, pero emanan directamente de las instituciones religiosas que catequizaron a lo largo y ancho del territorio novohispano.

El material está escrito en chiapaneco, chinanteca, chontal, cakchiquel (de Guatemala), matlaltzinca, mazateca, mixteco, maya, mayo, mazahua, mixe, mixteco, náhuatl, otomí, purépecha, trique, zapoteco y zoque, lo que implicó para los frailes, principalmente franciscanos y jesuitas, el conocimiento profundo de las mismas para realizar las adaptaciones fonéticas convenientes.

Más allá de su posible inscripción en la lista de la Unesco, comenta el historiador Juan Carlos Franco, responsable de la catalogación del Archivo Histórico de la BNAH, su importancia para la historia mexicana y universal es indiscutible, al ser testimonio del proceso de aculturación en el Nuevo Mundo, y que implicó para las distintas órdenes religiosas la adecuación del Evangelio y, por ende, de los caracteres latinos a la diversidad de idiomas originarios de estas tierras.

Abundó que estos ejemplares “son testimonio de la evolución de algunas de las lenguas indígenas del país y dan cuenta de fenómenos sociales como la evangelización y el mestizaje del lenguaje escrito, mediante la adaptación de los caracteres europeos a las palabras de un nuevo continente”.

Mientras sostiene un vocabulario en otomí editado en 1771, el cual se complementa con un impreso, Juan Carlos Franco explica que se solicitaron tipos especiales de imprenta en Europa para adaptar los sonidos a este idioma.

Franco, junto con su colega María de Lourdes González Cabrera, son responsables de la redacción del formulario para la inscripción de los manuscritos en lenguas indígenas, y destacan que entre los más antiguos se encuentra un sermonario del siglo XVI, en lengua náhuatl, proveniente de la Biblioteca Indiana de Lorenzo Boturini.

Otra de las rarezas documentales es un catecismo de fines del siglo XVI o inicios del XVII, en lengua chiapaneca (ya extinta), que en sus páginas intercala la escritura con dibujos. Se trata de una reminiscencia de los catecismos testerianos elaborados durante la Conquista, a base de pictografías, antes de que los instructores religiosos hubiesen aprendido las lenguas de los pueblos indígenas.

Los soportes de estos documentos también refieren a al menos los tres siglos de la Colonia, en que se les consideró una herramienta fundamental para la conquista espiritual. Hay desde los prehispánicos como el papel maguey, hasta el europeo, llámese papel de trapo o pergamino.

Pero no sólo documentos doctrinarios fueron escritos en lenguas indígenas, señala Juan Carlos Franco; ejemplo de ello es un libro de tributos del Marquesado del Valle —que incluía amplios terrenos en Oaxaca y en el estado de México, concedidos por el rey Carlos V a Hernán Cortés—, escrito en náhuatl a fines del siglo XVI.

Versos, poemas e historias también cobraron vida a través de las lenguas indígenas, como es el caso del título Nican Mopohua, historia de las apariciones de la Virgen Santísima María Guadalupe.

Los 58 manuscritos en lenguas indígenas de la BNAH conforman el grueso de los documentos propuestos para el Registro Memoria del Mundo, que se complementa con 35 documentos más que postulan la Buap, el ITESM y la UIA.

Los manuscritos de la BNAH están siendo digitalizados, no sólo por cumplir con las normas de la Unesco para patrimonios susceptibles de inscribirse en el Registro Memoria del Mundo, sino para su preservación, de suerte que evita su manipulación y permite la consulta permanente, al actualizar los soportes tecnológicos.



Fuente: El Universal

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