Reconocidas
“plumas” de las letras
Los
escritores que un día dijeron NO a la literatura
La actitud negacionista
es un síntoma que han sufrido muchos escritores, algunos inconscientes y otros
no tanto. Las biografías de varios autores han estado siempre presentes en la
historia de la literatura. Así y todo, algunos autores sumamente relevantes un día dijeron NO al oficio literario. Entre
ellos, Juan Rulfo, J.D. Salinger, Pepín Bello o Robert Walser.
Ellos padecieron el síndrome bautizado como “bartleby”.
Fermín Méndez
(Minxto)
Quizás el escriba más
reconocido sea el mexicano Juan Rulfo. Si bien fue autor de sólo una novela fue
una obra maestra: Pedro Páramo. En ella empeñó casi que media vida.
Luego de su consagración y
el inevitable reconocimiento nacional e internacional, cada vez que Juan
Rulfo concurría a un acontecimiento literario tenía que devolver la misma
pregunta de siempre: ¿Para cuándo su próxima novela, señor Rulfo? Nada le
incomodaba más. Así y todo, muchas de las veces contestaba con cierta ironía.
El autor recordaba que ya no escribiría más porque su tío Celerino había
fallecido, y era quien verdaderamente le relataba las historias.
En otras instancias, a
diferencia de su estado de buen humor, Rulfo respondía enfadado. Creía que lo
menospreciaban. Que muchas veces los críticos esperaban de una futura segunda
novela un libro minúsculo, y que lo quería bajar de la lista de mejores
escritores latinoamericano y así descalificarlo como un mediocre más que se
dedicaba a escribir.
Rulfo aseguraba que ya no
tenía nada más que contar, que todo lo había derramado en aquel universo
mortuorio de Comala, pueblo natal de Pedro Páramo. Si alguien la leyó,
seguramente, concordarán que fue una obra brillante. Qué importa sino tiene más
para contar, lo dejó todo ahí.
El caso Jerome David Salinger
Gran escritor, y otro
ejemplo mayúsculo que renegó de la literatura. El escritor estadounidense se
retiró de la escena pública luego de que Mark David Chapman ultimara a John
Lennon. Cuando detuvieron al asesino llevaba consigo El guardián entre
el centeno, obra cumbre de Salinger. Fue tan resonante y mediático lo que
se produjo como consecuencia de este acontecimiento, que el escritor decidió
tomar la postura más drástica de todas: no al éxito, no a la exposición, sí al
anonimato. Simplemente, se retiró cual ermitaño
a un lugar desconocido en Cornish. Fue tanto el delirio, que desde su cabaña recibía
a tiros de escopeta a los curiosos y periodistas que se acercaban.
Bartlebys literarios
Nada que contar, temor
al fracaso después del éxito, agotamiento, desaprobación hacia el mundo,
incapacidad o inseguridad. Estos parecen ser los síntomas de los escritores
ágrafos.
La lista sería larga, pero
quizás quien mejor la ha narrado es Enrique Vila-Matas, en su libro Bartleby
y compañía. En este tratado, el escritor catalán pone nombre a una
enfermedad que ha desgastado, como un cáncer terminal, la vocación literaria de
muchos autores.
Bartleby es el personaje
que inmortalizó Herman Meville en un relato. Este singular protagonista
mantenía una honda negación del mundo, era alguien que siempre se oponía de
manera pasiva a la autoridad con la misma sentencia: “Preferiría no hacerlo”.
Ese conjunto de escritores
con el síndrome bartleby fueron también Pepín Bello,
inspirador de aquella generación estudiantil del 27, con Salvador Dalí, Federico
García Lorca y Luis Buñuel, o el asiduo a los manicomios, Robert
Walser (“escribir que no se puede escribir también es escribir”).
El no a la literatura
también fue, para ellos, su respetable postura, literaria y vital.
No hay comentarios:
Publicar un comentario