sábado, 6 de abril de 2013





“Te deje un billete en la puerta de la heladera”




Fermín Méndez
(Minxto)




Viniendo por ruta 2 dente Montevideo, una vez pasado los accesos a Mercedes, ya se deja ver en la ventanilla izquierda del Agencia Central el estadio Luis Köster. Mítico, de muchas batallas futboleras, de mil anécdotas de la vida. Eran las seis de la tarde y bien en lo alto se veía un trabajador colocando las banderas, las de todos los equipos de la liga local. Lo estaba vistiendo de lujo, para la ocasión, era la final del fútbol grande del interior.

Arriba las banderas flameando, abajo, en calle Espinosa, la del talud del Estadio, brillaba la feria de lo usado. Cuentan que surgió luego de la crisis con dos paliativas básicas: la necesidad de trabajo de la gente, y la demanda por comprar a bajo costo. Así podemos encontrar, el día de la final del campeonato de selecciones de OFI, ropa usada para la dama o el caballero, una lámpara de cobre pero sin enchufe, vasos de vidrio auspiciados por wiskis nacionales, libros con tapa o sin ella, figuritas del álbum de la Copa América pasada (qué tiempos aquellos), una radio Spica, un cuadro sin vidrio, y vidrios para cuadros. Arrancan con sus stands al mediodía, un par de mantas en el suelo hacen de mostrador, unas sillas playeras para la comodidad de los negociantes, mate y torta frita. Pasadas las 19 hs, cuando el sol tiraba sus últimos rayos, los vendedores juntaban su mercadería y las frazadas. – Vamo el Soria hoy eh! A ver si ganamo que me hice la moneda pa tomar unos vino. Seguramente sea Mauá, por litro y suelto; el tinto oficial del departamento.
Cuesta arriba, lento, perezoso, a pie o en moto, el público arribaba a la cancha. “La voz del Estadio” anunciaba cosas, señal de que las puertas estaban abiertas. Comentaba la radio que las anticipadas había volado, de ahí el apuro de un pueblo que no suele ser puntual a la hora del espectáculo. O el susto de quedarse afuera era grande, o las costumbres cambian. Pero hasta los pancheros ya estaban frente a la tribuna principal. Al que le compré en la semifinal anterior lo saludé y me conoció: “mirá que tengo mostaza hoy”. Un capo, con mucho marketing.
Jugaban los sub-15 de Olímpico y Peñarol locales y sonaban vuvuzelas (qué tiempos aquellos II). Al ratito caería la hinchada local, monótona pero ruidosa, tocando una especie de samba carioca pero con el clásico bombo de murga argentino, con platillo incluido. En fin. Lo mejor: las pequeñas banderitas individuales sorianenses y su leyenda de honor “Aquí nació la Patria”. Pero todo, absolutamente todo, quedaría chiquito cuando “la voz del Estadio” comenzó hacer de las suyas.
El tipo tiene el poder. Instalado a pie de cancha, pegado a la salida del túnel, a dos pasos de la mesa de contralor, a cinco de la cantina. Paolo, es su nombre, y en el torneo local hace, además, de delegado del centenario club Sandú Chico. Lo cierto es que el tipo con su notebook y su propia amplificación, lo que se dice informar, informa bien: promovió excursiones a Melo (sin estar confirmado el día de la revancha), promovió la venta coca-panchos-choris de la cantina, instó a comprar una rifa que luego certificó cual escribano con bolillero y todo, e hizo las veces de disc-jockey: pinchó Los Cafres, Daniela Mercury, Jaime Ross, Tabaré Cardozo, Pitufo Lombardo y el clásico enganchado murguero con “Mercedes de mi vida”, “Opa, opa, Mercedes quiere copa”, y varias más. Además: confirmó las alineaciones titulares y los bancos de suplente, mencionó nombre y origen de los cuatro réferis, invitó a los chiquilines que no eran alcanza-pelotas a retirarse del campo de juego, y apeló a la solidaridad de los presentes: “se perdió Bruno, de cinco años, su mamá lo espera junto al puesto de amplificación”. De chapeau!!
¿Sabías qué?
La última vez que la selección de Melo visitó a Mercedes, en el año 2004, el resultado fue favorable a los dueños de casa por un agónico 3 a 2. Habían empatado en el Ubilla 1-1, por ende la tricolor siguió de largo. Ese combinado estaba dirigido por Hugo Sasén y salió campeón Nacional. Es anécdota, pero cuenta como estadística. O viceversa.
En aquella ocasión como la de hoy el Estadio también lucía copado por la algarabía locataria, más puñado de hinchas arachanes, y muchos futboleros de la zona. Cuando la pelota dispone, la gente acompaña. Recordaba bien Leo Montero, relator de Difusora Soriano: “nunca serán tantos como en la final de 1997, donde más de 10mil aficionados colmaron el Köster. Casi el 30% de la población local”. Qué tiempos aquellos III.
Posdata
Entre tanto y tanto, esperando de una vez por todas que empiece el partido, usando Twitter cual efecto mariposa, me arrastró hacia una frase de Pep Guardiola referida a la motivación: “Tenemos que ser audaces, salir al campo y hacer las cosas, no sentarnos y esperar a que suceda. Tenemos que demostrar lo que podemos hacer y que merecemos ganar el título. Tenemos que ser valientes y salir a jugar”. La mente me desvía, lo asocio con mi buen amigo Sebastián Cardozo, motivador psicólogo deportivo de estas tierras, su mujer Florencia y el niño Bautista, y me entero que han recibido al mundo al pequeño Joaquín. Hay felicidad que dura 90 minutos y hay amigos que perduran toda la vida, donde quieran que estén.

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