viernes, 3 de mayo de 2013


Cuentito medieval

De la visita del humilde a la morada del hijo de los bereberes, y de las diferencias y acuerdos que tal industria dejaron en viva carne




                                                                                                                                     Escriba Medieval

Amados Cofrades: no es un secreto para vosotros que –a pesar de nuestras diferencias- suelo visitar al hijo de los bereberes, quien me recibe en su morada (por lo general de mal talante) pero cuyos encuentros no facen otra cosa que enriquecernos.
Fuese así entonces que una destas noches nos sentamos frente a frente con una botella de vino que su tacañería se avino a compartir, y discurrimos por los intrincados caminos de la dialéctica.
Debo confesaros que al principio el innombrable estaba un tanto
reticente a tocar tema alguno, de modo que hube de armarme de paciencia y relatéle en pocas palabras el paso de los nuevos reyes que acerté a ver desde la ventana de mi scriptorium.
-He visto por estos días pasar bajo mi ventana una fanfarria precediendo el desfile de los Reyes-  comencé diciéndole con la esperanza de sacar al homúnculo de su marasmo grave y circunspecto.
-Las gentes del pueblo acompañaban vivando a viva voz el paso de los nuevos monarcas- continué- mientras seis caballos ricamente enjaezados arrastraban al paso la carroza custodiada por seis palafreneros, y sesenta soldados de la Corte impedían con su presencia que la turba transgrediese la frontera entre el vulgo y la realeza.
Apoyado en la piedra blanquecina por el estiércol de las palomas que diariamente llegan a mi alféizar en busca de alimento, vide como pueblo y perros seguían con algazara aquel suceso. Por un instante percibí la mano del Rey ensayando un saludo con su cetro (¿o acaso lo mostraba para que no quedaran dudas de quién manda?) y por otro fue el blanquísimo antebrazo de la Reina que dejó caer un saludo hacia la calle.
Pronto la comitiva perdióse en la ciudad -seguramente buscando la seguridad del trono de palacio- tras una breve incursión por ese mundo ajeno, polvoriento y sucio donde mora la gente sin estirpe-
A esta altura de mi soliloquio fice un momento de silencio que aproveché para beber un buen vaso de vino y morder un trozo de queso, por cierto muy diferentes ambos productos al vino agrio de 1513 y al queso de cabra que acostumbro consumir cuando puedo comprarlo.
Fue entonces qu´el sujeto astilló el silencio y dijo:
-No suele haber hombre mas sometido que un rey, ni mujer mas hueca que una reina. No quiero su trono, ni su cetro, ni su capa, tampoco el oropel que los rodea. Si de realeza hablamos te advierto, viejo Escriba, que  mi “trono” es esta silla que armara para mi un amigo carpintero. Creo además que tu tienes el tuyo, así como tu cetro es la pluma de ganso con que escribes, y seguro que tienes también tu capa real, así sea el trozo de lana que cubre tus espaldas en los días invernales-
Escuchándole atentamente esperé entonces qu´el hombre ficiera un acto de silencio y díjele:
-Intuyo que te quedas solo con la cáscara de la fruta , pues el hueso de la misma vendría a ser qué cosas ficieren y pensaren los reyes cuando en el interior de sus aposentos fungen como hombre y mujer, despojados del ropaje que diferéncialos del resto. Además, no olvidéis las intrigas de palacio, pues donde reina la envidia no prospera la virtud, de modo que alguna buena intención que asomar pueda desde la monarquía es asesinada por la cohorte de alcahuetes que los rodea-
-¡Caramba!- dijo el hijo de los bereberes- ¡qué coincidencia!...hay por estas regiones gobernantes que están convencidos de ser reyes, aún cuando sus comarcas llámanse repúblicas, pero eso es asunto de tan complejo abordaje que mejor lo dejamos para tu próxima visita-
-Debo entender que tienes razones para fablar de ese modo, mas te aseguro que no existirían dictadores ni monarcas si los pueblos no fueran obsecuentes. En este año de 1513 es posible ver al vulgo marchando por las calles al grito de: “el pueblo unido jamás será vencido”, mas hasta ahora no he visto que tal consigna se haga realidad. Recuerda qu´estas comarcas estuvieron 500 años bajo la dominación morisca, y que tal industria logró hacer llegar la sangre al río-
Muchos destos asuntos fablamos esa noche con el hijo de lo bereberes, mas, igual cantidad quedó fuera pues fablar de reyes es facerlo del Poder por el Poder mismo. Si bien la madrugada nos encontró bastante borrachos y con las mismas dudas y certezas que al principio, nos quedó el contento de haber intentado comprender lo incomprensible, y no quedarnos viendo pasar a los reyes aplaudidos por el pueblo como si en realidad hubiere en eso razón alguna.






Moraleja:
                Oj Alá alguien convenciese a los monarcas, que al final de los días habrá un Caronte, y para cada uno de ellos habrá una barca.

No hay comentarios: