sábado, 1 de junio de 2013


¿Qué leía el escritor José E. Rodó?


Después de 68 años, la Biblioteca Nacional comenzó a catalogar los libros del destacado ensayista y político, material que estará disponible para investigadores.



En 1945, la Biblioteca Nacional recibía parte de los libros propiedad del escritor y político José Enrique Rodó. Pasaron 68 años y esos 1.200 volúmenes quedaron en un depósito, sin catal
ogar y sin estar a disposición de los usuarios. Pero esa situación comenzó a cambiar.
"Pasaron 68 años pero no 69. Cerramos Catalogación un mes y nos dedicamos a Rodó. Los funcionarios se hicieron de tripas corazón y consiguieron horarios para hacer esto. Y ahora me entregaron simbólicamente los primeros ejemplares. Hay que darle el lugar que debe tener esta colección. Y creo que tienen que estar en el despacho del director, porque Rodó fue director de esta institución. Y los investigadores pueden venir acá. Ahora no existe esa información", dijo Carlos Liscano, actual titular de la Biblioteca Nacional.
"Va a quedar acá, pero a disposición de los investigadores, no del usuario común", precisó. "Y va a ser la primera vez, entiendo yo, que lleguemos a saber qué fue lo que leyó Rodó", agregó.
Rodó nació en Montevideo el 15 de julio de 1871 y falleció en Palermo (Sicilia) el 1° de mayo de 1917. "La estatura de su prosa y la dimensión de su talento quedaron nítidamente establecidas ya en 1900, con la publicación de Ariel, el cual tuvo una resonancia amplísima en todo el ámbito de habla española. Anteriormente había publicado La Vida Nueva (1897) y el estudio crítico sobre Rubén Darío (1899)", señala la Academia Nacional de Letras en su página web. Y agrega: "Reconocido, pues, tempranamente, alternando su labor de escritor con las actividades políticas (fundador del "Club Libertad", que pugna por la unificación del Partido Colorado, representante por Montevideo en la XXI Legislatura, electo para la XXIII Legislatura y vuelto a elegir para el período siguiente) José Enrique Rodó se convirtió en uno de los principales integrantes de la generación del 900".
Entre los volúmenes ya identificados se encuentran La sensibilidad americana (Emilio Frugoni), Ecos de ausencia(Eduardo Talero), Las horas galantes (Carlos María de Vallejo), Psicología colectiva morbosa (Pascual Rossi). "¡Rodó leía Euclides da Cunha (...) en portugués! ¡Hay más de una versión de Fausto", comentó entusiasmado Liscano.
Rodó compartió con Carlos Vaz Ferreira "el magisterio ideológico, la prédica incesante, el afán por dirigirse a la juventud y hacer de esta la palanca de renovación de una sociedad que necesitaba el cambio y de un espíritu al que se debía sostener, levantar y engrandecer", señala la Academia. "Pero a diferencia del autor de Lógica viva, el medio del que se vale su expresión es una prosa cuidada, a veces rotunda, a veces llena de matices y de sabias modulaciones", agrega.
El propio Rodó dijo: "Decir las cosas bien, (...) ¿no es una forma de ser bueno?...". "Color", "resalte", "melodía" son las características que el autor manifestó expresamente como autoimposiciones de su ideal artístico. "Crítico, pensador, periodista, educador, político, Rodó es el ensayista (obviamente, nuestro mejor ensayista)", destaca la Academia.
El actual director de la Biblioteca Nacional contó que así como pasaron 68 años sin catalogarse estos volúmenes, la institución "aceptó de manera acrítica donaciones de otras instituciones del Estado. Por eso, tenemos manuales de Medicina de hace 60 años o más que no sirven para nada, mandados por el Ministerio de Salud Pública que no tenía dónde dejarlos. ¡No tienen valor histórico! Algunos por la encuadernación hermosa pueden servir como libros ornamentales, pero nada más. Pero para descartar es preciso un investigador y un experto, meterse adentro y revisar. Y según los técnicos puede haber 100.000 volúmenes", dijo Liscano.


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