JUAN CARLOS ONETTI
Juan Carlos
Onetti nació en Montevideo el 1 de julio de 1908 y murió en Madrid en 1994.
Considerado no sólo el escritor más importante que ha dado la literatura
uruguaya, sino uno de los máximos creadores de la narrativa en lengua castellana
del siglo XX.
Hijo
segundo de un funcionario de aduanas descendiente de emigrados irlandeses
(ONetty, parece haber sido el apellido original) y de una brasileña que
pertenecía a una familia de hacendados gaúchos, desertó de los estudios de
derecho a mitad de la carrera, y desde la temprana adolescencia frecuentó las
redacciones de periódicos y revistas de ambas márgenes del Río de la Plata,
viviendo alternativamente en Montevideo y Buenos Aires, ciudad esta última en
la que se instaló por primera vez, y ya independiente de los suyos, cuando sólo
contaba veinte años.
Secretario
de redacción del mítico semanario Marcha, donde firmaba sus críticas y
colaboraciones con el popular seudónimo de Periquito el Aguador, asiduo del
diario La Prensa y de la revista Vea y Lea, y encargado posteriormente de la
sucursal rioplatense de la agencia Reuter, vivió un cuarto de siglo entre ambas
capitales, de cuya síntesis surgiría la fantasmal Santa María donde transcurren
sus principales ficciones (y algo más tarde Lavanda, resumen o boceto de la
Banda Oriental).
Afincado en
Montevideo, entre 1955 y 1975 fue director de bibliotecas municipales del
distrito montevideano y luego integrante de la junta directiva de la Comedia
Nacional, hasta que en el último de los citados años fue acusado de actividades
subversivas por la dictadura que gobernaba su país, y eligió el exilio
madrileño que ya no abandonaría hasta su muerte. En Uruguay había obtenido el
Premio Nacional de Literatura, en 1962, y en España se le concedió el Cervantes,
en 1980, y un año antes el de la Crítica por Dejemos hablar al viento, votado
por los especialistas en forma unánime como el mejor libro de habla española
publicado durante 1979.
Después de
sus primeros relatos (ganó un concurso del género, convocado por el diario La
Prensa, de Buenos Aires, en 1934) se inició en la novela con El pozo (1939),
que los críticos han considerado el más claro antecedente hispánico de la
llamada literatura existencialista, difundida por Sartre y Camus, que dominaría
como tendencia, durante el decenio siguiente, la narrativa occidental. Tras
ella escribió Tiempo de abrazar (1940), Tierra de nadie (1941), Para esta noche
(1943), Los adioses (1954) y Para una tumba sin nombre (1959), además de las
sucesivas colecciones de cuentos Un sueño realizado (1951), La cara de la
desgracia (1960), El infierno tan temido(1962) y Tan triste como ella (1963).
Pero el
pasaje a la madurez y la absoluta autonomía de una obra que aportaba no sólo un
lenguaje inédito en la narrativa hispánica, sino un universo conjetural por el
que los personajes y las secuencias transitaban de un libro a otro,
enriqueciendo en forma creciente el conjunto, se produjo con la escritura de La
vida breve (1950), su primera obra maestra, que tendría posterior continuidad
en otros dos títulos igualmente magistrales: El astillero (1961) y
Juntacadáveres (1967), que constituyen la llamada "trilogía de Santa
María", por transcurrir las tres novelas en la misma ciudad imaginaria, y
ser habitadas por los mismos personajes que se van cediendo el protagonismo de
las páginas de una a las de las otras, sin dejar por ello de ser cada una de
ellas obras cerradas y autosuficientes en sí mismas.
Los temas y
la atmósfera que van configurando la producción de Onetti son comunes y sórdidos:
la soledad, la prostitución, la rutina, el dinero. La vida breve (entre las
mencionadas) es por su exasperado realismo una auténtica obra maestra: relata
el desdoblamiento de un ser tímido y sin aliento, José María Braussen, que se
inventa otro yo, José María Arce, personaje violento que planea un crimen. En
ella se da la fundación de Santa María, una ciudad mítica y ficticia (como
Macondo, de García Márquez, y Comala de Rulfo), de indeterminado emplazamiento
rioplatense, escenario de todo el ciclo narrativo.
El
astillero y Juntacadáveres se centran en la historia del personaje Junta
Larsen. La última, aunque escrita posteriormente, se refiere a hechos
anteriores de Larsen, cuando éste proyecta organizar científicamente un burdel
en la hipócrita sociedad de Santa María. En El astillero (su título más
celebrado) relata el delirio y la derrota del personaje, enredado en la
reorganización del astillero de un tal Petrus y en la seducción de la hija de
éste.
Ya en el
exilio español, Onetti agregó todavía un estremecedor epílogo a la serie con
las densas páginas de Dejemos hablar al viento (1979), una suerte de
Apocalipsis de la ciudad imaginada y de sus reiterados habitantes; trata
también sobre un personaje de imprecisa identidad, Medina, que ejercita
sucesivamente la medicina y la pintura (bajo la protección
de una prostituta)
y, de regreso a Santa María, actúa como comisario, sumido en una total
degradación física y moral.
El ciclo se
completó con dos títulos que recuperan historias ocurridas en la vecina Lavanda
o en el deteriorado y postrero refugio de Monte (los dos igualmente
imaginarios), y cierran con espléndida contundencia la propuesta narrativa del
autor uruguayo: Cuando entonces (1987) y ese testamento de la ficción onettiana
que publicó un año antes de morir y tituló Cuando ya no importe (1993).
Convencido
desde sus inicios del radical epigonismo de la literatura hispanoamericana, y
contrario a la tendencia grandilocuente y retórica en los autores del
continente desde los años de las guerras independentistas, que se había visto
favorecida por las sucesivas influencias de románticos y modernistas, Onetti se
planteó para sí mismo una escritura lacónica, que unida a su temperamento
escéptico y desencantado produjo un estilo que no tiene antecedentes y que abrió
una vía tan fructífera como inédita antes de él en la narrativa en lengua
española.
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