viernes, 15 de noviembre de 2013

Cuentos violentos y sensuales cuentos de Perrault




Impresionante ilustración de Pulgarcito por Gustave Doré




Charles Perrault (1628-1703) se hizo célebre por recoger antiguos relatos de la tradición popular francesa y adaptarlos a los gustos refinados de la corte de Luis XIV. Para lograrlo, tuvo que suavizar la crudeza de las versiones originales, cuyo contenido era especialmente violento, escatológico y sexual (a diferencia de los hermanos Grimm, que, en sus cuentos, fueron más fieles a las tradiciones populares alemanas en las que se basaban).
Además, Perrault añadió a las historias algún toque de humor (como, por ejemplo, cuando la reina ogresa de La bella durmiente del bosque quiere comerse a la princesa Aurora "en salsa Robert") y también unas moralejas al final de cada cuento.
Pero, a pesar de los retoques, los cuentos de Perrault estaban basados en historias realmente espeluznantes de asesinos en serie, canibalismo, castigos inhumanos e infanticidios. Además, el escritor conservó algunos elementos poco decorosos e, incluso, escandalosos (como el incesto), que, en ocasiones, eran reforzados en las moralejas. Y es que las narraciones adaptadas por Perrault no pertenecían a la literatura infantil sino a la literatura oral de los sencillos campesinos franceses, que recogían en estos duros relatos los miedos y necesidades de su época.
En la tradición popular, por ejemplo, Caperucita llegaba a beber la sangre de la abuela y a comer trozos de su carne, engañada por el lobo. Perrault eliminó el canibalismo pero mantuvo las connotaciones sexuales de la historia:
Caperucita Roja se desvistió y se metió en la cama. Allí se sorprendió mucho de ver cómo resultaba ser su abuela sin ropa.
La sensualidad del cuento de Caperucita se acentúa en la moraleja del cuento:
 Ilustración de Las hadas por Doré
Vemos aquí que los niños -y sobre todo las niñas bonitas, elegantes y graciosas- proceden mal al escuchar a cualquiera, y que no es nada extraño que el lobo se coma a tantos. Digo el lobo, pero no todos los lobos son de la misma calaña. Los hay de modales dulces, que no hacen ruido ni parecen feroces o malvados y que, mansos, complacientes y suaves, siguen a las tiernas doncellas hasta las casas y las callejuelas. ¡Y ay de quien no sabe que estos melosos lobos son, entre todos los lobos, los más peligrosos!

Tampoco introdujo un final feliz en el cuento porque, en su versión, no aparece ningún cazador (que se introducirá en el siglo XIX): Caperucita, por ser una niña desobediente, ocasionó la muerte de la abuela y también ella fue devorada por el lobo.
En La bella durmiente, la madre del príncipe, mientras él está en la guerra, quiso que su mayordomo le cocinase primero a su nieta Aurora, después a su nieto Día, y, finalmente, a su nuera. Todos ellos en salsa Robert, salsa picante a base de pepinillos y mostaza muy apropiada para las carnes.
—Mañana para la cena quiero comerme a la pequeña Aurora.
—¡Ay, señora! — dijo el mayordomo.
—¡Lo quiero! — dijo la reina (y lo dijo en un tono de ogresa que desea comer carne fresca) — y deseo comérmela con salsa Robert.
Pero el mayordomo se compadeció de la madre y los niños y fue matando animales, que cocinaba para la reina, mientras mantenía a la familia escondida en sus habitaciones del palacio. La reina estaba muy feliz pensando que se había comido a su familia pero un día, casualmente, los descubrió. Enfurecida, mandó llenar una enorme cuba con sapos, culebras, serpientes y víboras para poder echar allí vivos a la nuera, a los dos nietos, al mayordomo y a su mujer. Finalmente, el príncipe llegó a tiempo de salvarlos a todos y fue la reina la que terminó devorada por los animales de la cuba.
...la ogresa, enfurecida al mirar lo que veía, se tiró de cabeza dentro de la cuba y en un in
 Ilustración de Piel de asno por Doré (La princesa huye
del palacio, cubierta con una piel de asno, para evitar
casarse con su padre, el rey)
stante fue devorada por las viles bestias que ella había mandado poner. El rey no dejó de afligirse: era su madre, pero se consoló muy pronto con su bella esposa y sus queridos hijos.
Pero, sin duda, uno de los cuentos más terroríficos de Perrault era Barba Azul, el asesino en serie que va degollando a sus sucesivas esposas, cuando se atreven a desobedecer la orden de no entrar en una habitación cerrada (en la que mantiene los cadáveres ensangrentados de todas ellas):
Al principio no vio nada, porque las ventanas estaban cerradas; después de un rato empezó a ver que el piso estaba todo cubierto de sangre coagulada, en la que se reflejaban los cuerpos de varias mujeresmuertas y colgadas a lo largo de las paredes. Eran todas las mujeres que Barba Azul había desposado y a quienes había degollado una tras otra.
En Pulgarcito, aparte de justificarse que los padres se deshagan de sus hijos por su situación de extrema pobreza, hay algunos pasajes realmente duros. A través del engaño de Pulgarcito, el ogro mata a sus siete niñas:
Fue -el ogro- en seguida a la cama de las niñas donde, tocando los gorros de los muchachos:
—¡Ah! — exclamó— ¡aquí están nuestros mozuelos! trabajemos con coraje.
Diciendo estas palabras, degolló sin trepidar a sus siete hijas. Muy satisfecho después de esta expedición, volvió a acostarse junto a su mujer... El ogro, al despertar, dijo a su mujer:
—Anda arriba a preparar a esos chiquillos de ayer.
Muy sorprendida quedó la ogresa ante la bondad de su marido sin sospechar de qué manera entendía él que los preparara; y creyendo que le ordenaba vestirlos, subió y cuál no sería su asombro al ver a sus siete hijas degolladas y nadando en sangre. Empezó por desmayarse (que es lo primero que discurren casi todas las mujeres en circunstancias parecidas) 

  también roba a la esposa del ogro todas sus posesiones, a pesar de que se había compadecido de ellos y los había acogido cuando estaban perdidos y hambrientos.
En Las hadas, una madre viuda echa a sus dos hijas de la casa por diferentes motivos: la buena terminará casándose con un príncipe pero la mala sufrirá el castigo de expulsar un sapo y una culebra con cada palabra que pronuncie. Por si esto no fuera suficiente, acabará muriendo, abandonada por todos:
En cuanto a la hermana, se fue haciendo tan odiable que su propia madre la echó de la casa; y la infeliz, después de haber ido de una parte a otra sin que nadie quisiera recibirla, se fue a morir al fondo del bosque.
En Piel de asno, el rey viudo quiere contraer matrimonio con su bella hija para cumplir el juramento que le hizo en su lecho de muerte a la reina (no volver a casarse si no encontraba una mujer más hermosa y "mejor formada" que ella):
La joven princesa, llena de virtud y pudor, creyó desfallecer ante esta horrible proposición. Se echó a los pies del rey su padre, y le suplicó con toda la fuerza de su alma, que no la obligara a cometer un crimen semejante.
El rey, que estaba empecinado con este descabellado proyecto, había consultado a un anciano druida, para tranquilizar la conciencia de la joven princesa. Este druida, más ambicioso que religioso, sacrificó la causa de la inocencia y la virtud al honor de ser confidente de un poderoso rey. Se insinuó con tal destreza en el espíritu del rey, le suavizó de tal manera el crimen que iba a cometer, que hasta lo persuadió de estar haciendo una obra pía al casarse con su hija.
En Grisélidis, el primer cuento de Perrault, el rey somete a todo tipo de vejaciones a la pastora con la que se ha casado, para cerciorarse de su sumisión y lealtad incondicionales. Para poner a prueba a su esposa llegará, incluso, a repudiarla y a plantearse el matrimonio con la hija (aunque se trate sólo de un engaño que no se hace realidad).

Para Marc Soriano, los cuentos de Perrault supondrían:
Una adaptación que es a la vez fiel e infiel al folklore; conserva lo esencial de los temas, los motivos y los rasgos tradicionales, pero, al mismo tiempo, es extrañamente personal. Parece guiada, de una manera a la vez ciega y certera, por ciertas preocupaciones profundas que dan al conjunto ese tono tan particular que tiene, mezcla de emoción y de ironía, de humor y de terror.



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