De Carcamanes barbudos y quijotes en
bicicleta
Aldo Roque Difilippo
Hace 20
años, en el lejano 1992, hacíamos HUM BRAL
con los rudimentos propios de la época.
Componiendo las páginas a mano sobre una mesa copiadora, dibujándola también a
mano, página a página y era una satisfacción, cuasi de niño ante un nuevo
regalo, cuando íbamos a buscar el paquete de revistas a la imprenta y que
distribuíamos, en bicicleta, moto, o a pie entre los escasos
amigos-suscriptores que la solventaban.
Un día llegó a nuestras manos un
periódico editado en la ciudad de Dolores, más rudimentario que HUM BRAL, impreso en papel de diario y en
letras cuya tinta terminaba tiñiéndonos
los dedos. Un periódico cosido a
máquina, quizá en una vieja máquina igual a las de nuestras abuelas. Se
trataba de “Tiempo Doloreño”, que junto a su título tenía una frase sugestiva:
“Ha llegado el tiempo dijo la
morsa, de hablar de barcos y demás”. Su
director, Arturo Madrid Lindsay, era un personaje acorde a semejante
publicación donde alternaban escribas de toda laya y pelo político.
Arturo, un
hombre muy alto y flaco, con una barba desmesuradamente larga, de diálogo afable y tranquilo con el cual, a los que
hacíamos esta revisteja nos bastó
con cruzar las primeras palabras para
trabar amistad.
Ese
periódico hablaba de todo, pero casi no de periodismo o de los hechos de los que habitualmente se ocupan los medios
de prensa, pero ponía el énfasis en los temas más humanos y entrañables. Como
era de suponer, “Tiempo Doloreño” sucumbió económicamente, aunque amago
cierta resistencia reconvirtiéndose, incluso en una revista primorosamente impresa, con tapas a color y
ahora si temas periodísticos en su
sentido más clásico, pero tuvo el destino que era de suponer, al igual que HUM BRAL y otras
tantas revistas culturales, literarias, y de toda índole que por esa época
proliferaban tanto en Uruguay como Argentina.
Si bien
podría catalogarse de cierta ingenuidad emprender la tarea de imprimir una
publicación que no persiga un fin comercial, desde este ámbito seguimos
reivindicando aquellas antiguas quijotadas. Y fundamentalmente valorando a
personajes como Arturo motivadores de la reflexión, la controversia y las cosas
que movilizan el pensamiento humano.
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