sábado, 29 de noviembre de 2014

A 50 años de su muerte



3 poemas de Julio Sosa






A ti
 
Llegaste a mis tinieblas como enviada del cielo.
Tus manos de alabastro curaron mis heridas.
Y oí los cascabeles de olvidados anhelos
que habían enmudecido en medio de mis ruinas...

Me diste una esperanza poblada de inquietudes.
Un amor vacilante de dudas, de temores...
Una paz temblorosa que muere si me huyes
y resucita en risas cuando a mi encuentro corres.

Y en el fugaz instante de esa rara alegría
la noche ya no existe, el tiempo se detiene
y se anida en mis ojos la luz de un nuevo día...

Mi corazón cansado es un niño que espera
fervoroso a tus plantas con pasión enfermiza.
No le niegues, amada, tu adorada presencia.

Por lo que tú más quieras, no le quites la vida...




El error

El erótico error de mis padres


me dio luz, yo me llamo Fracaso...
es mentira que tengo otro nombre
por más que lo diga, lo grite o lo ladre
el severo y absurdo papel de un juzgado...

Fui un orgasmo fatal de un momento
fui un instinto morboso y malsano
y pasé de mi padre a mi madre
por un tubo convulso y enfermo
una noche, hace ya treinta años...

Pude estar encerrado en el vidrio
de la feria brutal de algún sabio.
Por error he nacido y existo
sin poder ayudar a la ciencia
conservado en el fondo de un frasco...

Pude ser una obra suprema
de monstruosa fealdad, una bestia,
pero tengo un defecto que impide
consumar tan macabra belleza...
Y es que en mí, tan deforme y enfermo
puso Dios con crueldad manifiesta
la espantosa salud de un cerebro...


Soledad


Hoy el sol ha golpeado con sus cálidos dedos
los cristales opacos de mi vieja ventana.
Dos gotas temblorosas del nocturno rocío
desde el vidrio me miran en la tibia mañana.

Todo es luz y alegría, y color y sonido,
todo es vida en el campo. Precursora de estío
Primavera ha llegado con dorados pinceles
decorando las flores, alegrando los nidos.
Derraman los panales el amor de sus mieles
que acechan cautelosos zagales escondidos.

Vuela rauda una alondra transportando en el pico
la razón de su vida hacia el verde follaje
y vibrando hacia el cielo su invisible cordaje
se oye grave y sonora la garganta del río.

Dos cachorros lebreles se disputan la presa
matizando la lucha con viriles gruñidos
todo es luz y alegría y color y sonido,
Primavera ha llegado y al entrar en mi pieza
se detuvo indecisa; la ahuyentó mi tristeza.

Más allá de mi puerta ya no hay más flores mustias.
Primavera ha llegado pero entrar no ha querido
porque ha visto, en mi angustia, que tú ya te habías ido...


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