sábado, 15 de noviembre de 2014

Riccardo, el hombre que rajó el muro


"Riccardo, che cazzo hai fatto?" (¿qué coño has hecho?), le dijo el embajador de Italia

¿Qué había hecho? Una travesura: tumbar el Muro de Berlín

Nos lo cuenta desde su casa en Madrid. Y también cómo se ganaba a los jefes comunistas




"Riccardo, ¿che cazzo hai fatto?" (Riccardo, ¿qué coño has hecho?). Así tronaba al teléfono la voz del embajador de Italia Alberto Indelicatto. "Todos los periodistas me han dicho que tú has causado esto", gritó a Riccardo Ehrman.

¿Qué había hecho Riccardo para que el embajador estuviera tan agitado? Una travesura: tumbar el Muro de Berlín. Era el 9 de noviembre de 1989, justo hace 25 años. Desde el balcón lleno de plantas en su casa del barrio de La Latina, en Madrid, Riccardo Ehrman, quien cumplió 85 años hace cinco días, disfruta recordando aquella mañana de noviembre, cuando los periodistas acreditados en el Berlín comunista asistieron a una rueda de prensa que parecía rutinaria. Para todos excepto para Ehrman.

Riccardo llegó tarde y tuvo que sentarse en el estrado. A pocos metros de él presidía la rueda de prensa Günter Schabowski, periodista-portavoz y primer secretario del Partido Comunista de la República Democrática Alemana. "Estuvo dos horas diciendo tonterías", dice Ehrman.

Cuando llegó el turno de preguntas, Ehrman levantó la mano varias veces, pero Schabowski le ignoró. Por fin, Schabowski dio la palabra a Ehrman, y este periodista de la agencia italiana Ansa, soltó la pregunta que tenía preparada: "¿No cree que han cometido un error con su ley de permisos para viajar?".

Era un momento muy crítico para la Alemania comunista. Miles de alemanes del Este estaban escapando por Hungría hacia Austria. Cada día había manifestaciones en muchas ciudades pidiendo libertad. Pero en lugar de facilitar las visas, el gobierno comunista había reaccionado endureciendo la política de permisos de viaje. Ese era el "error" al que se refería Ehrman.

Schabowski se enfadó. ¿Error, nosotros? Nada de eso. De hecho tenía ahí el borrador de una nueva ley de viajes. "Una ley que concede a los ciudadanos la decisión soberana de viajar adonde quieran", dijo Schabowski. Y añadió: "Hemos decidido hoy que los ciudadanos de la RDA puedan viajar por los pasos fronterizos".

Ehrman, de 60 años entonces, se excitó y empezó a disparar más preguntas a Schabowski.
-¿Con el pasaporte sólo? -dijo Ehrman.

Entonces fue cuando Schabowski sacó un papel que tenía en el bolsillo.

-Eh, con carné de identidad -respondió Schabowski.

-¿Cuándo? -gritaron los periodistas a la vez.

Schabowski se puso las gafas y leyó: "Pues ya".

Sin saberlo, Riccardo Ehrman y Günter Schabowski habían abierto las puertas de la Historia. Porque resulta que la rueda de prensa se estaba transmitiendo en directo por varias cadenas de televisión. Miles de berlineses del este salieron corriendo a los puestos fronterizos exigiendo salir de inmediato. Los guardas no sabían qué hacer. ¿Dónde estaba la orden? ¿Dónde estaban sus permisos? ¿Sus visas? "No hacen falta: lo han dicho en televisión", respondían los ciudadanos. Y en lugar de disparar al pueblo, los guardias levantaron las barreras. Así cayó el Muro.

Esa misma noche del 9 de noviembre de 1989, cuando Riccardo Ehrman se acercó al puesto vigilado de la Friedrichstrasse, los berlineses orientales que hacían cola para pasar a la zona libre, le señalaron. «¡Mirad, es el periodista que hizo la pregunta!», cuenta Ehrman. "Entonces me alzaron en brazos". Luego fue a la Postdamer Plazt y vio que estaban derribando el Muro a martillazos. Ehrman recogió varios trozos. La mayoría los regaló. Sólo se quedó con uno muy pequeño que exhibe en su casa.


Gracias a la cocina italiana

Lo que mucha gente desconoce es que la cocina italiana jugó un papel fundamental en la caída del Muro. Un papel decisivo. Riccardo Ehrman había sido enviado desde la agencia de noticias Ansa a la corresponsalía de Berlín Este, adonde llegó en 1976 con su mujer española, Margarita. Se alojaron en un edificio en la zona controlada por los rusos, y poco a poco fueron haciendo amigos dentro del aparato del estado gracias a que Ehrman y su mujer eran unos gourmets de la cocina italiana.

"Margarita sabía cocinar platos italianos muy bien porque había estado casada con un italiano", dice Ehrman mirando a su mujer. Las autoridades del gobierno alemán oriental comenzaron a desfilar por la casa de los Ehrman. Klaus Gysi, ministro de Cultura; Oskar Fischer, ministro de Asuntos Exteriores; Günter Pötschke, director de la agencia de noticias oficial, ADN...

Allí se chupaban los dedos con los raviolis, los fetuccini o el ossobuco preparados por Margarita. «La clave de la comida italiana es el condimento», dice Ehrman, "y eso le salía muy bien a Margarita". Para rematar, los miembros del Partido se metían buenas dosis de grappa, el más famoso aguardiente italiano. «Venían y se emborrachaban. Comenzaban con el aperitivo, luego las botellas de vino, y luego el coñac, terminaban todas las botellas», dice Margarita riendo.

Era en medio de aquellos eructos de 60 grados cuando los prebostes de la RDA le hacían grandes confesiones a Ehrman como amigo. "Me decían que el régimen no iba a durar mucho porque no tenía libertad", afirma Ehrman. Un día, uno de los jerifaltes que cenaba habitualmente en su casa le dijo que no se perdiera la rueda de prensa del 9 de noviembre porque era "muy important"». Y le recomendó que preguntase por la «nueva ley de viajes». ¿Quién era el garganta profunda? Günter Pötschke, jefe de la agencia de noticias.

Riccardo fue a la rueda de prensa con una pregunta que en realidad era dinamita. Y la respuesta improvisada de Schabowski -el papel era sólo un borrador de ley- fue el detonante: provocó la caída del Muro de Berlín y la del propio Schabowski, que fue destituido de modo fulminante días después.

Schabowski pasó dos años en paro y luego encontró trabajo como diseñador y corrector de textos en la revista Heimat-Nachrichten (Noticias de la Patria), en Bebra, una pequeña localidad en el estado de Hesse. Una modesta ocupación para alguien que había tenido tanto poder en la República Democrática Alemana. "Había sido director del periódico Neues Deutschland (Nueva Alemania). Después, responsable del partido en Berlín; luego, miembro del Comité Central y, al final, del Politburó, que era una de las cosas más altas que podía conseguir un comunista", dice Ehrman. Todos los periodistas sospechaban que se debía a que su mujer era rusa. Se llamaba Irina. Posiblemente del KGB.

En cambio Riccardo Ehrman siguió unos años en Berlín, donde, como buen gourmet, fundó la delegación de la Accademia Italiana della Cucina, una organización mundial que promueve los restaurantes de auténtica comida italiana. Desde aquel 9 de noviembre Schabowski y Ehrman se hicieron muy amigos. Posaron junto al Muro de Berlín, hablaron mucho del pasado, se encontraron en Alemania y en España en los aniversarios del Muro, y un día, Schabowski regaló a Ehrman un libro de memorias donde recordaba aquel 9 de noviembre. Se titulaba Hicimos mal casi todo (Wir haben fast alle falsch gemacht). Se lo dedicó con cariño y amistad.

La última vez que se vieron fue hace tres años. El funcionario del partido no tenía bien el corazón, había pasado por el hospital y se dio de baja de su correo electrónico. No hubo más contactos. Ehrman sigue asistiendo en España cada mes a las cenas de la delegación madrileña de la Accademia Italiana della Cucina, que él mismo fundó cuando se retiró para vivir definitivamente en La Latina. Allí, muchos académicos le piden de vez en cuando que les repita cómo fue aquella rueda de prensa que cambió la historia.

"Fue Schabowski, y no yo, quien cambió el mundo", recuerda con modestia Ehrman. "Yo solo hice una pregunta". Claro: pero era una pregunta con mucho condimento.


Extraído de: http://www.elmundo.es/


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