En
busca del sentido educativo perdido
Pablo
Romero
Docente
de Filosofía
y de
Informática
En estos días se presentó públicamente el informe del
Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed) [1], que -entre otras cuestiones
claves- deja al descubierto que Uruguay es el país de la región con menor
porcentaje de jóvenes -de entre 18 y 20 años- en tener aprobado los doce años
de educación formal. A su vez, el
estudio remarca el hecho de que: “Hay ausencia de tareas que requieran
reflexión crítica, comprensión y argumentación". Y añade: “esto es
consistente con el reclamo de los estudiantes de falta de significatividad
(…)”.Resumiendo: una cifra importante de adolescentes uruguayos no logran
terminar los estudios secundarios y existe un marcado declive en el terreno del
pensamiento crítico, situación acentuada tanto por el tipo de tareas que proponen los docentes,
como por la falta de sentido educativo que enuncian los alumnos. Falta de
reflexión y de sentido. Al respecto, hace poco escribí una nota (titulada
”Humanizar la educación”) ver [HUM BRAL http://humbral.blogspot.com/2014/10/opinion.html], donde planteo justamente que esa carencia es uno de
los ejes que deben atenderse en lo inmediato, fortaleciendo el área humanística
desde los últimos años escolares y particularmente en el ciclo básico, en el
marco de la imperiosa necesidad que tenemos de revertir esta situación.
Y quisiera agregar algunas reflexiones que complementan
lo planteado en esa nota: al menos desde mediados de los 90’, el sistema
educativo apunta básicamente -desde su concepción de fondo- al mercado laboral,
descuidando, a la par, la formación humanística (y con ella a sus cometidos
universalistas y dotadores de sentido, que atiende sobre todo a la formación
ciudadana de cuño intelectual). Y no hablo estrictamente de los contenidos
curriculares de cada disciplina cuando me refiero a que el sistema educativo
medio apunta sobre todo al mercado laboral, sino –por ejemplo- al objetivo de
las constantes flexibilizaciones en la evaluación (que apuntan a que los chicos
terminen al menos un ciclo elemental de formación y puedan insertarse en el
ámbito laboral) y, en muchos casos, a las propias prácticas docentes, que van
en el mismo sentido, en tanto se ha derrumbado hace tiempo el pensar que
primeramente se está formando a ciudadanos que harán de nuestra sociedad un
espacio mejor. Ya no se forma pensando que esos chicos puedan llegar a ser
futuros universitarios, futuros profesionales. La masificación de los estudios
secundarios aniquiló la concepción de pensar este nivel de formación como el de
un espacio de formación pre-universitaria, como el espacio clave de los futuros
ciudadanos de impronta humanística y científica de nuestra comunidad. Y el precio a pagar por tal viraje está
resultando extremadamente alto. El discurso instalado es el de la importancia
de "al menos prepararlos para la vida cotidiana y/o el trabajo". En
tal sentido, lo que finalmente parece verse es que cada vez se exige menos, se
flexibiliza y se contextualiza más la educación que se imparte. Y los
resultados, aún en busca de ese objetivo, son contraproducentes. A su vez, a
esta orientación que ha tomado secundaria, se le agrega otra “exigencia
social”, igual de nefasta: el pedido de que se dicten contenidos que sean
"atractivos" para los alumnos, contenidos “divertidos”, lo que suele
ir acompañado de esa otra idea de que no todos son "genios" ni van a
llegar a la universidad, por lo cual habría que preocuparse por “atraparlos”
con temas de su “interés inmediato” y prepararlos para laburar cuanto antes. En
los hechos, esta forma de razonar ha resultado ser un desastre y ya forma parte
de una resignación naturalizada, que se fue dando en el propio cuerpo docente,
incluso en muchos de los que se plantan desde posiciones críticas a esta visión
educativa. Y el resultado es el que muy bien plantea el informe: "Hay
ausencia de tareas que requieran reflexión crítica, comprensión y argumentación".
Diría que lo que hay es unas cuantas generaciones consecutivas que han ido
perdiendo esas cualidades, vitales para toda democracia madura, para el
mejoramiento de toda sociedad.
El discurso por hacer una educación
"divertida", sin mucha carga “intelectualosa inútil”, en una sociedad
con amplias franjas con un caudal cultural muy bajo, termina causando estragos,
particularmente en los alumnos de liceos de menor nivel socio-económico, lo que
termina por reproducir la desigualdad, por disminuir las posibilidades de estos
chicos frente a aquellos que preparan a sus hijos en instituciones (sean
privadas o públicas pero con un alumnado apuntalado por un nivel familiar de
mayor formación intelectual) donde efectivamente se apunta a que la amplia
mayoría continúe sus estudios a nivel terciario, sin tener que apartarse
prontamente para ingresar al mercado laboral (y cuando efectivamente lo hacen,
ingresan con otras posibilidades, habiendo además formado su
"cabecita" de mejor manera).
Por esto mismo, cuando reclamamos que en los liceos
públicos preparen a los chicos con cosas "divertidas", con cosas que
no los "aburran", con contenidos que les puedan ser "útil"
en lo inmediato, no nos damos cuenta del error que estamos cometiendo, de la
medida en la que estamos colaborando en reproducir esa desigualdad y en
hipotecar parte de un posible mejor futuro para esos chicos.
A su vez, estos discursos suelen venir de gente con
formación, que generalmente busca para sus hijos otros objetivos. Por lo tanto,
cabría preguntar: ¿usted quiere que su hijo se "divierta" en el liceo
y lo preparen para "laburar" en lo que sea o que -aunque por momentos
le resulte "aburrido" y le implique un esfuerzo, como lo supone casi
todo los buenos logros que alcanzamos en la vida- lo formen con solidez
intelectual, para que sea un sujeto reflexivo y continúe estudios terciarios?
Lo que desee para su hijo, sería bueno que lo deseara para todos. ¿O hay que
asumir que muchos no van a llegar, por sus contextos desfavorables y que, como
"no les da la cabeza", hay que desearles menos en cuanto a sus
objetivos a la hora de transitar por el sistema educativo? Si llegan o no, va
más allá del esfuerzo que el sistema educativo de secundaria debe hacer al
respecto, pero su objetivo debe dejar de ser principalmente el de formar para
el ámbito laboral. Esa finalidad, en todo caso, la deben tener como primordial
otras instituciones de educación media, sea la UTU o alguna otra, pero
Secundaria debe recuperar su papel de formación intelectual calificada, con un perfil
científico/humanístico en armonía, en equilibrio (hoy ese déficit está más
acentuado en la formación en el área de las disciplinas reflexivas,
particularmente en el ciclo básico, producto de todo ese discurso hegemónico
que vengo planteando).
En este marco, la tarea docente parece haber quedado
vinculada a la acepción de la educación como un espacio de homogeneización
social, en buena medida subordinada a los parámetros de la actividad
económica/laboral. Mientras en el proyecto modernista la escuela funcionó como
un elemento civilizador de corte universalista, las reformas educativas de los
90’ apostaron a lo local, al espacio más propio de los sujetos involucrados en
el hecho educativo, en tanto las palabras claves del nuevo orden educativo
pasaron a ser competitividad, eficiencia y eficacia. Reduccionismo a contenidos
focalizados (que reproducen las características particulares y no universales
en la formación intelectual, lo cual a la larga juega a favor de la
reproducción de la desigualdad) y un
lenguaje en clave empresarial, que suelen pregonar –palabras más, palabras
menos- la amplia mayoría de los técnicos expertos en educacion. El recetar que
hay que formar para competir en el mercado laboral y así insertar al país en el
primer mundo, se ha convertido en el slogan recurrente. Los resultados de esa
mirada, que incluso la propia izquierda -que en su momento fue tan crítica con
esa agenda educativa de los 90'- ha venido cultivando (el machacar de Mujica
con formar en oficios y en ciencias técnicas y el atacar permanentemente la
formación humanística y universitaria, es sintomática de esto que estoy señalando), son los que hoy padecemos. Si no
formamos debidamente la capacidad crítica de los jóvenes, difícilmente pasemos
de tener la capacidad de competir únicamente dentro de una cancha de fútbol.
Incluso, quienes somos docentes universitarios, sabemos muy bien respecto del
bajo nivel con que llegan –aún en ese nivel educativo- los alumnos en materia
de pensamiento reflexivo y capacidad argumentativa. El problema no es menor.
De algún modo, estamos frente al viejo dilema que ya a
mediados del siglo pasado se dio en nuestro país en instancias de la creación
del IPA (Instituto de Profesores Artigas) y lo que supuso en cuanto a separar
la formación docente para secundaria del ámbito universitario, o sea, la
histórica instancia del marco del "debate" entre Grompone y Vaz
Ferreira sobre los fines y cometidos de la educación secundaria, que a larga
generó un dramático tajo en nuestro sistema educativo. La masificación
(bienvenida, pero problemática para el sistema medio, que no ha podido
responder de la mejor manera ) y el apuntar al mercado laboral antes que a la
formación intelectual y la continuación de estudios superiores (más allá,
insisto, de que efectivamente se concreten por parte del alumno) ha terminado
por instalar un sistema educativo con unas carencias enormes en cuanto a su
capacidad de elevar el capital cultural de nuestros alumnos, sumado a un
contexto de época que en nada ayuda. Retomar la especificación señalada líneas
arribas, el sentido educativo que Secundaria nunca debió haber perdido, se
vuelve imperioso y es el objetivo que debemos plantearnos tanto educadores como
autoridades educativas vinculadas a este nivel formativo.
Resumiendo e insistiendo: el sistema educativo necesita
fortalecer fuertemente la formación humanística, hacer hincapié en las
disciplinas dotadoras de sentido, que fortalezcan la capacidad de reflexión y
la capacidad argumentativa de nuestros jóvenes, comenzando decididamente desde
los últimos años escolares y teniendo particular presencia en los años del
ciclo básico de nuestra educación media, que es donde su carencia -en el marco
de una batalla de ideas que se ha perdido frente la concepción de una educación
meramente técnica y dirigida a la formación para el mercado laboral (concepción
complementaria y necesaria, pero que desde hace décadas es abrumadora y
perjudicialmente hegemónica)- está generando resultados desoladores.
[1] El informe completo del Ineed puede leerse en el siguiente enlace:
http://ieeuy2014.ineed.edu.uy/
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