El
flautista de City Bell, de José María Pallaoro
Por
Luis Benítez
José
María Pallaoro es un poeta y periodista cultural argentino, nacido
el 28 de febrero de 1959 en la ciudad de La Plata, Provincia de
Buenos Aires, Argentina. Obra poética: “El viaje circular”
(1998); “Pájaros cubiertos de ceniza” (1999); “Basuritas”
(2010); “Setenta y 4” (2011); “33 papelitos y una mora
horizontal” (2012); “Una medida adecuada a todo” (2012); “Son
dos los que danzan” (1ra. edición 2005; 2da. edición ampliada,
2012); “Una piedra haciendo patito” (2013); “Sono due quelli
che danzano / Ples v dvoje” (edición bilingüe de “Son dos los
que danzan”; trad. al italiano por la Prof. Ana Cecilia Prenz
Kopusar y al esloveno por Marko Kravos y A. C. Prenz Kopusar, editado
por Mediterránea, Centro di Studi Inerculturali, Dipartimento di
Studi Umanistici, Università di Trieste, Italia, 2013); “Cantar a
tientas” (2014).
Autor
ya de una dilatada obra poética, Pallaoro acaba de lanzar un nuevo
volumen que, genéricamente, corresponde a lo que conocemos como
poemas en prosa: “El flautista de City Bell” (Ed. Libros de la
Talita Dorada, City Bell, Prov. de Buenos Aires, Argentina, 2015, 40
pp., ISBN 978-987-1918-11-9). En la presente obra el autor platense
da sobradas muestras de su capacidad para emplear una vasta gama de
recursos literarios que evidentemente domina, sin perder por ello la
frescura expresiva y la originalidad que lo caracterizan ya desde sus
primeras producciones. La plasticidad de su estilo le permite a
Pallaoro deslizarse a través de múltiples planos del discurso y dar
cuenta de una amplia variedad de sentidos, sin perder por ello ni el
nivel de evocación y la capacidad de acertar permanentemente en los
núcleos de sentido a los que intenta acceder. Utilizando un lenguaje
aparentemente sencillo y directo, sin embargo trasluce en esta
colección de poemas en prosa una hondura que surge tanto de cada
composición como de la suma de las partes, logrando una polifonía
de poderoso impacto en la sensibilidad del lector. Lo social y lo
amoroso; la situación del hombre contemporáneo en relación al
universo y en referencia a sí mismo; el humor y el horror de nuestro
tiempo; la alegría y el espanto de estar vivo; el conflicto de ser y
de interactuar permanentemente con otros, son apenas una parte de las
tópicas que aborda este volumen, pequeño en extensión, pero de una
densidad y un peso contundentes. Asimismo, la referencia cultural
–los iconos culturales pregnantes- son empleados por José María
Pallaoro en función de su decir, evitando que la apelación a
nombres tan potentes -como los de Kafka, Paul Aster, Roberto Arlt,
Debussy, el poeta argentino Almafuerte y otros- contamine su propia
voz, cuando su intención es emplearla como contraste, como
complemento o derivación de su propio discurso. En suma, un nuevo
aporte de este autor cuyas obras saben sobradamente hacerse escuchar
tanto dentro como fuera de su país.
Así
escribe José María Pallaoro
BALDÍOS
Desde
hace un tiempo, habita una extraña mancha en la pared.
La veo
desde el interior de mi casa. La pared es una medianera. Da a un
baldío. Nunca pisé ese baldío. Tampoco sé el origen de la mancha.
Si bien la pared está un poco alejada del ventanal, digamos unos
ocho metros y medio, no llego a percibir su naturaleza. No es de
humedad, seguro. Ni la sombra de un pájaro petrificado. Es una
mancha que nunca cambia. Sea la hora del día que sea, la mancha
permanece inmutable.
A
veces, tengo el deseo de salir, y observarla mejor, pero la sensación
persiste unos segundos, y enseguida retorna la cordura. También, en
ciertos breves momentos, quisiera perderla, y ver, y ver realmente
esa mancha que como escupitajo o asteroide desconocido está
aplastada a la pared que da a un baldío.
CITY
BELL AGAIN, MARIANNE
¿Te
amé en aquellos días de rock y furia? Quizás estaba demasiado
pasado en ese presente de cuerdas rotas. Me pediste caminar, los dos
solos, por el West End, dejar esa habitación asfixiante de agujas.
Tenías deseos de contarme, soplar al viento de tu infancia en
Hampstead.
Eras
una chica tan bella, decías, viviendo en la miseria de la fortuna.
Luego,
iluminaste la historia de este siglo que ya es otro, y terminamos,
riéndonos, y tarareando melodías de Ben Webster y una balada que no
recuerdo. En estos años creciste con las bellas cicatrices del
futuro. Yo, sigo igual, oyendo, aún tus palabras, mientras camino
por una calle cualquiera de City Bell, ahora sí, creo, con un loco
amor como todo recurso.
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