“Las
diferencias entre géneros son productos históricos
(pienso en Homero)”
Entrevista realizada
por Rolando Revagliatti
Especial para HUM BRAL
Jorge Brega nació
el 16 de agosto de 1949 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la
Argentina. Es Psicólogo Social, con posgrado en Psicología de las
Organizaciones, egresado de la Primera Escuela Privada de Psicología
Social “Enrique Pichon-Rivière”. Participó en 1977 en la
dirección de la revista “Posta de Arte y Literatura” y entre
1978 y 1985 en la de “Nudos en la Cultura Argentina” (con breve
segunda época —1990-1992—). Desde 1994 forma parte del equipo de
dirección de la revista “La Marea”. Asistió invitado en 2005 al
XIII Festival Internacional de Poesía de Rosario, organizado por la
Secretaría de Cultura de la provincia de Santa Fe, en su país. Fue
incluido ese año en las antologías “El verbo descerrajado”
(Chile), “Canto a un prisionero” (Canadá), “País de
vientre abierto” (Argentina). Ha sido el compilador y
prologuista de la antología “Poesía social y revolucionaria
del siglo XX” (Editorial Ágora, Buenos Aires, 2002; re-edición
ampliada en 2012). Poemas suyos han sido traducidos al chino y al
inglés. Publicó en su ciudad los poemarios “No ha lugar”
(Ediciones del Hormigón, 1975), “Poemas de ausencia” (Nudos
en la Cultura Argentina, 1984; reeditado en 2006 por Editorial
Ágora), “Luz mala” (Ediciones
Cinco, 2004), además del volumen “¿Ha muerto el comunismo? – El maoísmo en Argentina - Conversaciones con Otto Vargas” (Editorial Ágora, 1990; segunda edición actualizada, misma editorial, 1997). Integra el colectivo de intelectuales Plataforma 2012.
1 — Se podría decir que
sos oriundo del barrio de Colegiales.
JB — Así es: Maure
entre Conde y Martínez, donde mis padres alquilaban parte de una
casa chorizo, típica de esos años, con patio y parra, justo frente
a la de mis abuelos maternos, inmigrantes asturianos. Éramos vecinos
de otras familias de inmigrantes italianos, españoles, yugoslavos…;
también de migrantes provincianos que venían a instalarse
precariamente en unos terrenos baldíos que existían frente a la
Algodonera Argentina y se extendían desde la avenida Álvarez Thomas
hasta las vías del ferrocarril Mitre. Allí los pibes jugábamos a
la pelota en lo que llamábamos “el campito”. Mi abuelo paterno,
también inmigrante, era uruguayo, hijo de italianos. En su casa de
Zabala y Giribone vivimos también durante parte de mi infancia y
juventud.
Cursé la Primaria en escuelas de la
zona y la Secundaria en escuelas técnicas. Suspendí el ingreso a la
carrera de Ingeniería para hacer la colimba y
al salir de baja me dediqué a viajar a dedo por nuestro país, Chile
y Perú. El viaje me abrió los ojos a la realidad de los pueblos
oprimidos de América Latina y despertó mi interés por las culturas
originarias, el que continúa hasta hoy.
De regreso (1972), desistí
de una carrera universitaria y busqué empleo. Mi padre era
trabajador gráfico, fue maestro de reclusos en los talleres de
impresión de la Penitenciaría Nacional y más tarde trabajó en una
imprenta privada. Gracias a sus amistades, mi primer empleo fue en
una empresa editorial, en la cual adquirí conocimientos
periodísticos y de diseño gráfico con los que seguí
desempeñándome en distintos ámbitos laborales.
La lectura me apasionó desde
chico y en la adolescencia el “boom” latinoamericano me introdujo
a la mejor literatura y pronto a nuestros grandes poetas: Vallejo en
particular despertó mi pretensión de escribirla. Hacia 1973, con
compañeros que compartíamos inclinaciones culturales y políticas
(Walter Canevaro, Manuel Amigo —artistas plásticos— y Mario
Polanuer —poeta) publicamos carpetas con nuestros poemas y dibujos
bajo el sello Ediciones del Hormigón. Dos años después apareció
con ese sello el poemario “No ha lugar”, con dibujos de
Amigo y Canevaro. En ciertos aspectos, seguíamos el estilo de las
ediciones que el poeta Roberto Santoro realizaba con el pintor Pedro
Gaeta, a quienes conocí por amigos comunes.
Con Santoro congeniamos enseguida, vivíamos cerca y yo lo visitaba
en su casa de la calle Fraga. Él me invitó a integrar la Agrupación
Gremial de Escritores (AGE), en cuyo plenario constitutivo —reunido
en la SADE Sociedad Argentina de Escritores— elegimos como
Secretario a Haroldo Conti (ambos serían detenidos-desaparecidos
después del golpe de Estado). Eran tiempos de gran turbulencia
política. Los miembros de la AGE compartíamos ideas y militancias
de izquierda. Recuerdo que una venta interna de “No
ha lugar” formó parte de una
colecta que realizamos en ayuda a los obreros metalúrgicos de Villa
Constitución,
que estaban en huelga. Era 1975, y pese a que ya se
vislumbraba la proximidad cierta de un golpe de Estado, en la AGE
predominaba aún la actitud de golpear centralmente al gobierno
peronista. Personalmente, adherí a las posiciones del PCR de no
repetir los errores de 1955 y de impulsar en el movimiento obrero y
popular la lucha anti golpista. Esto me fue alejando de la
agrupación.
2 — Por
entonces te vinculás con medios gráficos.
JB — Sí,
por razones laborales. Paralelamente, por mi actividad literaria tomé
contacto con publicaciones culturales. La primera en la que publiqué
poemas, en 1973, se llamaba “SoloSol”. En 1975 comencé a
colaborar en la revista “Los Libros”, dirigida por Carlos
Altamirano, Osvaldo Bonano y Beatriz Sarlo. Fue clausurada por la
dictadura militar en 1976. Al año siguiente participé en “Posta…”
y fue en “Nudos…” donde asomaron algunos de los textos que
reuní después en “Poemas de
ausencia”, poemario que contó con
unas palabras previas de Madres de Plaza de Mayo. “Nudos” fue
una de las expresiones de la resistencia cultural a la dictadura, que
fue muy amplia. En el caso de las revistas, en 1979 llegamos a
conformar una Asociación de Revistas Culturales Argentinas (ARCA).
Aunque breve, nos posibilitó establecer vínculos y colaboraciones,
restaurar tramas de solidaridad que la dictadura había dañado e
intercambiar pareceres sobre la situación social que se padecía,
qué temas abordar y de qué modo zafar de la censura imperante, por
la cual la crítica explícita era muy riesgosa. “Nudos”
editorializaba por medio del arte de sus tapas, que aludía a la
situación represiva, desapariciones, etc. (el director Manuel Amigo
y Eduardo Iglesias Brickles, dos estupendos artistas plásticos, ya
fallecidos, fueron autores de las mismas).
Más
adelante nos sumamos con la revista al Movimiento de Reconstrucción
y Desarrollo de la Cultura Nacional, que reunió a numerosas
personalidades del arte y la cultura opuestas al “Proceso”: Aída
Carballo, Leda Valladares, Ana Pampliega de Quiroga, Suma Paz, Rubén
Szuchmacher, Adolfo
Pérez Esquivel,
Ricardo Monti, León Gieco, Ernesto Sábato, Adolfo de Ovieta, Diana
Dowek, Andrés Cascioli, Josefina Racedo, Antonio Tarragó Ros, entre
tantos otros. El Movimiento cerró en 1984, ya en democracia, con
toda una semana de exposiciones, recitales y mesas redondas en el
Centro Cultural General San Martín, que se llamó “Semana Cultura
de la Resistencia”. Muchos de los que entablamos amistad en aquél
movimiento continuamos compartiendo actividades culturales en los
años siguientes.
3 — Hasta que con
Josefina Racedo y Derli Prada fundás “La Marea”, Revista de
Cultura, Artes e Ideas.
JB — Con
ellos y con Cristina Mateu, Víctor Delgado, Elena Hanono, Gloria
Rodríguez… Eso fue ya en 1994. Habíamos participado en el
Movimiento por la Verdadera Historia, que en 1992 motorizó los
contra festejos del 5° Centenario de la Conquista de América, y nos
juntamos con algunos amigos de esa movida, entre ellos Adolfo
Colombres, quien convocó a colaborar en “La Marea” a Ticio
Escobar, de Paraguay y a Darcy Ribeiro, de Brasil. También sumamos
el apoyo inicial de Alberto Rex González, Luisa Calcumil, Teresa
Parodi, Joaquín Giannuzzi, Libertad Demitrópulos, Néstor Groppa,
Ana Quiroga, Jorge Hacker, Diana Dowek, Alfredo Saavedra, Ricardo
Cámara, Osvaldo Tcherkaski…
“La
Marea” es un espacio de debate y expresión de una cultura popular,
nacional, científica, democrática, libre de toda dominación
extranjera —como dice la declaración de la independencia cuyo
bicentenario estamos próximos a conmemorar. En tal sentido es que
hemos orientado en ella el tratamiento de temas vinculados a la
educación, las letras, las artes visuales, la historia, las ciencias
sociales.
Mencionar a todos los que han colaborado en estas dos décadas sería
muy extenso, algunos
fueron: David Viñas, Jorge
Lafforgue, Nora Dottori, Jorge Isaías, Teresa
Leonardi, Gabriela Gresores, Luis
Felipe Noé, Guillermo Volkind, Jorge Carrizo, Ana Wortman, Liliana
Tamagno, María Teresa Sirvent, Claudio Spiguel,
Roberto Di Giano, Diana Kordon, Beatriz Seibel, Fernando Ainsa,
Isabel Requejo, Irma Antonazzi, Eduardo Azcuy Ameghino, Santiago
Sylvester, Alberto Ure…
4 — Mentemos el espacio
que “La Marea” dedica a la poesía.
JB —
La poesía tiene un espacio permanente. La tapa es encabezada siempre
por el verso de un poema que se reproduce completo en la primera
página interior, acompañado de los datos del autor. Además, en
otras páginas habrá alguna nota sobre un poeta, una entrevista o
reseñas de sus libros. El primer número abrió con “A galopar”
de Rafael Alberti. Le siguieron Brecht, Giannuzzi, Groppa, Isaías,
Jorge Teillier, María Teresa Andruetto, Mahmud Darwish, Manuel J.
Castilla, Ferreira Gullar, Drummond de Andrade, Osmar Luis Bondoni,
Manuel Scorza, Margaret Randall, Gonzalo Rojas, Raúl Zurita, Diego
Mare, Jorge Rivelli, Ramón Plaza, Francisco Squeo
Acuña, entre muchísimos otros.
5 — Recuerdo que
participé, en 2003 o 2004, en la presentación de un número de “La
Marea”. ¿Cada edición en presentada en algún ámbito público?
Sé que tiene su presencia en la Feria del Libro.
JB — Sí,
cada número es presentado con mesas redondas, muchas veces
acompañadas de manifestaciones artísticas, tanto en Capital como en
aquellas provincias donde contamos con amigos que difunden la
revista. En todos estos años se ha ido conformando una modesta pero
fiel red de apoyo, muy necesaria para una revista que se auto
sostiene. Anualmente, hay dos acontecimientos culturales de gran
convocatoria en los cuales la revista procura estar presente. Uno es
el Festival de Folklore de Cosquín, en torno al cual hemos
organizado peñas y participado del Congreso del Hombre Argentino. El
otro es, efectivamente, la Feria Internacional del Libro de Buenos
Aires. En ésta nos albergó siempre el stand de la Distribuidora
Catari y, en los últimos años, también el stand oficial de
Revistas Culturales. Desde los inicios de la Feria, Catari compartió
su stand con la Librería Raíces y con aquellas editoriales cuyas
publicaciones distribuye, entre ellas “La Marea”. Gracias al
apoyo del stand de Catari-Raíces, conducido por Humberto Cipolletta,
pudimos realizar en la Feria numerosas presentaciones, varias de
ellas con gran concurrencia, como la que sirvió de lanzamiento al
Movimiento por la Segunda y Definitiva Independencia (2007) o la de
homenaje a Atahualpa Yupanqui (2008), ambas con intérpretes de
música popular. Este año organizamos un panel sobre “Teatro,
Sociedad y Poder” con Ricardo
Bartís, Rubén
Szuchmacher y Derli
Prada.
6 — Sos también parte
de un espacio para mí entrañable, en el que he
coordinado intensos Ciclos de Poesía, además de un Café Literario
y algunos eventos compartiendo responsabilidades con otros
escritores: el Centro Cultural “Raíces”.
JB — Ciertamente
“Raíces” es un espacio muy importante para nosotros porque, como
dije antes, es el que permite a “La Marea” estar en la Feria del
Libro y también uno de los lugares para sus actividades públicas.
Comenzó como librería y distribuidora allá por inicios de los años
‘80 en un pequeño local de Congreso y luego de un par de mudanzas
abrió su primer centro cultural en la calle Paraná, antes de
establecerse en la casa actual de Agrelo 3045, barrio de Balvanera.
Allí nuestra revista ha organizado cursos de historia argentina que
luego publicamos en libro. Tu ciclo de poesía fue muy bueno, de una
gran amplitud. También hubo ciclos de cine-debate, muestras
plásticas, así como numerosos espectáculos musicales. El cantautor
Rafael Amor, por ejemplo, suele actuar allí cuando está en
Argentina, ya que alterna temporadas con España. Actualmente hay
ciclos de teatro que coordina Derli Prada, además de otras
actividades artísticas.
7 — ¿Quisieras
contarnos, Jorge, qué poemas de tu autoría fueron musicalizados y
escenificados, por quiénes, en el marco de qué espectáculos?
JB — Varios
de los “Poemas de ausencia”
fueron integrados a obras dramáticas en versiones musicalizadas, aun
antes de que el libro se publicara. En 1981 el grupo Teatro Hoy, que
dirigían en Buenos Aires Chuli Rossi y Gabriel Díaz, incluyó
“Ronda” en su obra “Y aunque
lágrimas nos cueste”. Al año
siguiente, el Grupo Cultural “Homero Manzi” de Rosario hizo lo
propio en su obra “Tiempo
del hombre”, que sumó otros dos
poemas: “Foto” y “Ellos”. La puesta de mayor envergadura fue
la del Grupo de Teatro Vocacional Mercantil de Bahía Blanca, que en
1985 llevó a escena el libro completo con adaptación y dirección
de Julio González Teves, uno de los fundadores del histórico grupo
bahiense Teatro Alianza. En 1986 el músico Ricardo Cantore, que fue
director de la Escuela de Música Popular de Avellaneda, puso música
e interpretó “Secuestro” y “El ausente” en su disco “Por
mi canto”. En 2002, Derli Prada
integró el poema “Vuelo”
a su unipersonal “Poesía
en ropa de trabajo”, un
espectáculo que incluyó además poemas de mi antología “Poesía
social y revolucionaria del Siglo XX”.
8 — Me voy a permitir
reproducir el texto que consta en la contratapa de ese, para mí,
excepcional poemario que es tu “Luz mala”:
“Tanteos de una poesía objetiva. No metafórica, si tal
cosa no fuese imposible. Un tratamiento directo del objeto en busca
de que la emoción surja de la materia de los hechos, no de la
superficie retórica. Afinidad con la fotografía como arte de la
representación. Procura de su mismo silencio, una dimensión donde
lo esencial resida en lo que no está dicho.” Imagino
que en esta línea has proseguido tu “pretensión de
escribirla”.
JB — Sí,
la pretensión desde luego, aunque lograr lo que uno se propone, como
aquello que en mi caso condensa el texto que citás, es otro cantar.
Hay muchas tendencias y tradiciones poéticas, por supuesto que todas
válidas, aunque tengamos nuestras preferencias. Yo tengo afinidad
con aquellas no confesionales, mayormente enfocadas al mundo
objetivo, prescindentes de lenguaje críptico y atentas a lo social,
o a aquello que Giannuzzi llamaba “el
drama de la época”.
9 — Más de cien poetas
—entre ellos, Domingo Zerpa, Vasilis Vasilikós, Volker Törne,
Kostas Thrakiotis, Carmen Soler, Lasse Söderberg, Pedro Shimose,
Manuel Scorza, Nicolás Vaptzarov, Leonel Rugama, Charles Reznikoff,
Margaret Randall, Joaquín Pasos, Salvador Murillo, Yenny Mastoraki,
Menelao Ludemis, Folke Isaksson, Elvira Hernández, Ho Chi Minh—
has incluido en la primera edición de tu “Poesía social
y revolucionaria del siglo XX”. ¿Repercusiones —a
favor o en contra— a partir de ese volumen y del posterior, con
otros autores incorporados?
JB — Según
la editorial, esa selección tuvo muy buena acogida entre los
lectores, razón por la cual tuvo una segunda edición, que procuré
renovar agregando autores y reemplazando poemas de algunos de los
poetas de la primera edición. Recibí comentarios positivos e
incluso una invitación a participar con la definición de poesía
social en el Diccionario del Pensamiento Alternativo (de Hugo E.
Biagini y Arturo A. Roig, Editorial Biblos, 2008). También
objeciones en cuanto a algunos poetas elegidos u otros ausentes.
Tales objeciones son inevitables en una compilación siempre limitada
por el presupuesto y sin otro rigor que ofrecer una muestra lo más
amplia posible en cuanto a países representados, en particular de
América Latina, con poetas que han sido poco difundidos. Recuerdo
que al comentarle a Joaquín Giannuzzi que estaba preparando esa
antología me dijo: “Eso es para
ganarse enemigos”. Por suerte,
creo no haber llegado a tanto.
10
— Te invito a que compartas con nosotros tu definición de poesía
social.
JB —
Cito la
entrada del Diccionario: “Poesía
social.
Designación de aquella poesía que se involucra en temas y
conflictos colectivos. Categoría genérica difundida en la crítica
literaria desde las primeras décadas del Siglo XX. La amplitud de
sus alcances ha dado lugar a múltiples debates. El
ser humano es fundamentalmente social. La poesía, como medio de
expresión y comunicación humana, también lo es. Tal carácter es
evidente en las propias obras poéticas, desde Homero en la
Antigüedad a la gauchesca en los orígenes del género en el Río de
la Plata. ¿Por qué, entonces, el énfasis del calificativo social
aplicado a la poesía? Se ha dado en
llamar “poesía social” a aquella que, a diferencia de las
corrientes estéticas inscriptas en el “arte por el arte” o en la
efusión lírica de un yo ensimismado, busca su objeto poético en la
realidad objetiva y toma partido en las contiendas sociales.
Generalmente, los autores de
poesía social pertenecen al espectro de la izquierda política
quienes, en particular los de formación marxista, no se limitan a la
descripción naturalista de la
injusticia social, sino que se
proponen contribuir con su arte a la transformación revolucionaria
del mundo. De ahí el célebre verso del español Gabriel Celaya: “La
poesía es un arma cargada de futuro”.
Justamente España ha dado una fructífera poesía de este tipo, en
especial en el bando republicano durante la Guerra Civil, resurgida
con especial calidad y fuerza expresiva en los años 50, aún bajo la
dictadura del general Francisco Franco. Es también en España donde
el mayor poeta social argentino, Raúl González Tuñón, escribe una
obra fundacional del género, “La
rosa blindada”. Dedicado a la
insurrección de los mineros asturianos de 1934 y publicado en 1936,
el libro influyó decisivamente en la producción de otros grandes
poetas de la época, como Miguel Hernández y Pablo Neruda. Fue este
último quien reconoció: “Raúl
fue el primero en blindar la rosa”.
El propio título del libro define un programa estético e impugna
los esquematismos conceptuales que ven una oposición excluyente
entre función política y expresión lírica, una contradicción
dilemática —no dialéctica— entre el referente objetivo y la
expresión subjetiva. Por encima de cualquier parcialismo,
Jorge Brega con Adolfo Colombres, Maristella Svampa, Liliana Tamagno |
Jorge Brega presentando La Marea |
11
— Nunca me animé a preguntártelo cuando nos veíamos en “Raíces”:
¿cómo es ser —haber sido— el yerno de Joaquín Giannuzzi
(1924-2004)?
JB —
Fue un privilegio haber compartido años de relación familiar con él
y con su esposa, la novelista Libertad Demitrópulos, dos personas de
gran cultura y conversación apasionante de quienes aprendí mucho.
Mantuve con ellos un entrañable vínculo de cariño mutuo. Joaquín
era un hombre afable, abierto a recibir a los poetas jóvenes, a
atender sus inquietudes, afectuoso en su trato y muy galante con las
mujeres. Tenía un humor chispeante y socarrón, que le permitía
presentarse a sí mismo como un “pesimista jovial”, que era una
definición certera. Extraño mucho conversar con él. Recuerdo con
especial añoranza los veranos compartidos en la casa que Libertad
había heredado en el pueblo de Campo Quijano, provincia de Salta.
Allí, sentado frente a una ventana, Joaquín escribía a mano en sus
cuadernos escolares esos poemas subyugados por la opulencia vegetal
de “un jardín creciendo fuera de
la historia”, un reino por
completo ajeno a tanta insensatez que hallaba en el mundo humano.
Jorge Brega con Derli Prada |
12 —
¿Qué tipo de novelas preferís?
¿Cuáles detestás? ¿Cuáles volverías a leer? ¿Cuáles son tus
hábitos de lectura?
JB —
Leo muchas
novelas, desde siempre. Tengo un gusto más bien clásico, de buenas
historias que ahonden en relaciones, conflictos y aspectos humanos de
todo tipo y lugar. No elijo por géneros novelísticos sino por
autores o por temas que me interesen en particular. Más que
detestar, ignoro al bestsellerismo. Volvería a leer —de hecho lo
hago— a William Faulkner, José María Arguedas, Cesare Pavese,
Bertolt Brecht, Roberto Arlt, John Berger, entre otros. Mis hábitos
de lectura son bastante eclécticos, además de novelas y poesía leo
historia, textos marxistas, biografías…
13 —
Hasta hace algunos años, en la sección “Banda Hispânica” del
brasileño portal “Jornal de Poesia”, los autores, como parte de
su presentación, debían responder (apenas retocaré alguna
expresión) el siguiente breve cuestionario (el cual te extiendo,
Jorge):
A:
¿Cuáles son tus afinidades estéticas con otros poetas
hispanoamericanos?
Jorge Brega con Diana Dowek y Derli Prada |
JB —
Tengo afinidad
con Gonzalo Millán (Santiago de Chile, 1947-2006), cuya poesía
admiro. Lo leí por primera vez a mediados de los años ‘80 en un
ensayo del estadounidense Thorpe Running, acerca de la poesía
escrita bajo las dictaduras de Chile y Argentina en el cual nos
mencionaba a ambos, entre otros autores. Gonzalo vivía entonces en
Holanda, uno de los países en que pasó su exilio. Pude contactarme
con él y entablamos una amistad epistolar. Aún conservo un ejemplar
de su magnífico “Seudónimos
de la muerte”,
en una edición artesanal intervenida plásticamente, realizada por
él mismo, que me obsequió por correo. De ese libro me permito citar
el poema “Aparecida”:
“Apareció. Había
desaparecido,/ pero apareció. Meses después/ la encontraron en
una playa./ Apareció en una playa/ meses después con la columna/
rota y un alambre al cuello.”
En
su país, sintonizo además con la antipoesía de Nicanor Parra y con
poetas como Jorge Teillier, Gonzalo Rojas, Elvira Hernández o Raúl
Zurita. Me he interesado mucho también por el exteriorismo
nicaragüense –esa amplia corriente poética que puede incluir
desde Coronel Urtecho y Cardenal hasta Leonel Rugama–, así como
por otros poetas latinoamericanos como Antonio Cisneros, Javier
Heraud, Roque Dalton, Ferreira
Gullar o José Emilio
Pacheco.
B:
¿Cuáles son las contribuciones esenciales que existen en la poesía
que se hace en la Argentina, que deberían tener repercusión o
reconocimiento internacional?
JB —
No se me
ocurre una contribución especial destacable por sobre otras. Creo
que existe una diversidad de voces, tanto en cuanto a propuestas
estéticas como a procedencias e idiosincrasias regionales,
merecedora de políticas democráticas de aliento y difusión
nacional e internacional.
C: ¿Qué
impide una existencia de relaciones más estrechas entre los diversos
países que conforman Hispanoamérica?
JB —
Pienso
—vinculándolo con lo anterior— que es la falta de políticas y
acuerdos específicos de los gobiernos de los distintos países en
favor del intercambio cultural entre nuestros pueblos.
Jorge Brega con Leónidas Lamborghini |
14 —
¿Tenés un escritor que te haya
mostrado que la literatura podía llegar a ser tantísimas “cosas”
más de las que habías leído o imaginado?
JB —
Varios. Como ya dije, los primeros
fueron —por una cuestión meramente generacional— los autores del
boom.
En especial libros como “Rayuela”
de Cortázar y “La ciudad y los
perros” de Vargas Llosa, ambos del
mismo año (1963). Fue el descubrimiento de las potencialidades de la
literatura, una “entrada” a autores que posteriormente me
deslumbraron aún más, como Faulkner y otros que mencioné antes.
Jorge Brega con Yanina Magrini y Luis Bravo |
15 —
Te cito un párrafo redactado por el poeta Jorge Aulicino: “Storni
vuelve a ser influyente, o es por primera vez influyente, más bien
por temperamento que por una concepción particular de la poesía.
Tal vez no exista poesía femenina, pero existe femineidad en la
poesía. Y eso se encuentra en cantidad muy apreciable en Storni,
quien fue mucho más que esa Alfonsina que flota entre sirenitas y
caballitos de mar en una especie de santuario popular creado por
Félix Luna. Storni ha sido femeninamente áspera y concreta, a la
vez que ornamentalmente lírica.”
¿Acordás? ¿Qué añadirías?
JB —
No puedo sino estar de acuerdo con
él. Desde ya que la relevancia de Alfonsina Storni nada le debe a la
canción de Luna, más bien lo contrario. No sorprende que su poesía
—según señala Aulicino— sea hoy influyente, dado el lugar
central que tienen hoy las cuestiones de género y la situación
social de la mujer.
16 —
Transcurridos ya más de dos lustros de la aparición de tu último
poemario, cabe preguntarte si prevés publicar uno o más que
pudieras tener inéditos. Y complementariamente, ¿no reunirías en
algún volumen una selección de entrevistas realizadas por vos y
artículos de tu autoría que sólo se difundieron en publicaciones
periódicas?
JB —
Sí, preveo volver a publicar
poesía, aunque luego de “Luz mala”
he estado un largo período sin escribirla, y de lo escrito
últimamente debo aún pulir y darle unidad. En cuanto a mis
entrevistas y artículos, pensé reunirlos en libro, probablemente
como parte de una selección de notas literarias de “La Marea”
que incluya más autores, como ya hemos hecho con otros temas, por
ejemplo con los textos dedicados a “Trabajo y globalización”.
Jorge Brega con Martín Micharvegas en Madrid |
17 —
¿Son innecesarias las restricciones formales de los géneros
literarios? ¿Deben derribarse los límites entre lo considerado
poesía o narrativa, en favor de una “simbiosis”?
JB —
Las diferencias entre géneros son
productos históricos. En la antigüedad no había esa distinción
(pienso en Homero). Existen restricciones formales o técnicas que
son inherentes a géneros literarios específicos, como la métrica
estricta de ciertas composiciones poéticas que en el Siglo XX fueron
siendo desplazadas por el verso libre, pero que aún siguen
practicándose. Son procesos históricos siempre cambiantes e
inacabados. Lo que es innecesario —y en vano— es pretender
imponer restricciones de cualquier tipo a la creación. La poesía y
la narrativa están presentes la una en la otra más allá de las
formas.
Jorge Brega con Osmar Luis Bondoni |
18 —
¿De qué lecturas has disfrutado últimamente?
JB —
Entre las novelas
argentinas de los años recientes me gustaron mucho “La
mujer en cuestión”,
de María Teresa Andruetto; “Blanco
nocturno”,
de Ricardo Piglia; “Trasfondo”,
de Patricia Ratto; “El
destino”,
de Carlos Pereiro; “El
viento que arrasa”,
de Selva Almada; “La
vida de los Van Gogh”,
de Camilo Sánchez. Entre las extranjeras “HHhH”,
de Laurent Binet y “Zapatos
italianos”, de Henning
Mankell. En poesía, algunas obras completas que se han venido
editando, como las de Roberto Santoro, Teresa Leonardi o Diana
Bellessi.
*
Jorge
Brega selecciona seis poemas de su autoría para acompañar esta
entrevista:
De “Poemas de ausencia”:
Visita
(O: Un ausente en
busca de otros ausentes)
08:55
Sólo el moscardón
cruzando la sala interrumpe el silencio.
El hombre en el
centro del cuarto observa sus
propias huellas el
polvo flotando en rededor.
Salvo lo que el
atropello quebró nada han dejado.
El hombre gira, el
polvo incendiado con él, el moscardón
vuelve y sale por el
extremo derecho del cuadro.
Las cachiporras las
groserías las bestias
bípedas no tienen
tarea pendiente aquí,
concluyeron.
El sol intercepta en
el pecho
al hombre que
conserva un brazo en la sombra.
Las ventanas faltan
la puerta quebrada yace.
El hombre mira al
aire azul lejos.
09:10
Las voces regresan
los niños saltan uno sobre otro.
Ignora dónde los
guardan con su madre viva o muerta
el hombre que se
lleva una mano a la frente
ora sonriendo ora
sollozando según
sople el recuerdo
los sonidos crezcan disminuyan
los pasos se
acerquen se alejen etcétera.
La luz ingresa a
pleno y en ella arde ahora el aleteo loco
del pájaro que
aterrado retrocede.
Ante el
portarretrato vacío el hombre gesticula, el cuerpo
no le basta, el
corazón
finalmente estalla,
el dolor
se queda para
siempre.
09:30
El hombre o el
fantasma del hombre
hace abandono del
predio.
*
Regreso
Al
fin del alba la casa resplandece.
Vista
desde las tunas parece que vibrara
estremecida
por la luz.
Antaño
entornábamos los párpados
y
los contornos se volvían precisos
(era
una ilusión).
Pero
ya no jugamos
e
ignoramos dónde moran nuestros camaradas de entonces.
Los
más pesimistas nombran el fondo del lago
en
cuyas aguas corríamos regatas
(hop,
hop,
guiaba
a
los remeros el timonel con su megáfono).
Hoy
los postigos golpean en la casa vacía
como
un mal remedo de la Minerva imprimiendo
participaciones
de enlace y proclamas de huelga.
Aunque
esto fue más tarde,
cuando
alzamos la vista más allá de los cerros
donde
habíamos enterrado nuestros tesoros de infancia.
Techos
de tejas y muros encalados,
el
pueblo permanece siempre bello,
mas
en la casa nadie aguarda
para
llamarnos descariñados por no haber escrito nunca.
Ahora,
desde el sendero vemos el lago,
las
tunas,
la
casa por última vez.
*
De
“Luz
mala”:
Estiba
En
el vagón
unos
hombres se afanan desdibujándose en el polvo.
Un
rebozo de arpillera los cubre hasta los hombros.
Apenas
si sus ojos logran entreverse.
Sólo
las palas con que expulsan la carga
alcanzan
nitidez al emerger fugaces a la luz.
Los
granos describen una parábola radiante
al
caer en la cinta sinfín que los conduce al buque.
Las
rápidas figuras palean en la sombra:
la
compuerta corrediza ha dejado
una
abertura oscura
por
la que el trigo abandona el país.
*
Figuras
en un paisaje
Una
mujer en un bote.
Se
aparta del tejado con un toque de remo
contra
la franja visible del muro.
No
más que esto se distingue.
Salvo
la copa del eucalipto
que
emerge hacia el oeste de la casa.
El
primer mandatario navega en aeroplano.
Pasa
por allí en el instante
en
que la mujer mueve los labios.
Desde
el cielo de Argentina
su
figura es despreciable.
Una
mínima masa muscular
agitándose
en un páramo de agua.
Binoculares
mediante
el
presidente divisa el movimiento
de
otras figuras menores
bajo
unas mantas
en
el fondo de la embarcación.
Es
entonces que dispone
atusarse
pensativo el bigote.
Y
algo abajo sucede al unísono:
La
figura que rema ve flotar
en
el cielo
a
la máquina resplandeciente.
*
Poética
Como
Hopper
escrutar
desde la noche un cafetín iluminado.
Un
claro lunar desde el monte tupido.
No
un destino ajeno
de
parroquiano acodado al estaño.
Sino
una hondura propia.
Un
misterio íntimo que la conciencia ronda.
*
Inédito:
El cañazo de Don Gómez
El sereno convida aguardiente
y no se le puede despreciar.
Hace décadas que es baqueano
de los arqueólogos aquí
en Pachacamac, morada de sus ancestros.
Hemos encendido un fueguito entre los
pinos
para que el anciano se tiente a contar.
Donde él indicó —recuerda—
hallaron el sepulcro de una princesa
con su ajuar funerario intacto.
El cañazo pega como patada de mula
y todo gira en torno al fogón: los
rostros,
el bosque, las estrellas de la límpida
noche.
Al regreso de aquel día soleado
ella lo aguardaba en su mínimo cuarto
con una doliente mirada de reproche.
*
Entrevista realizada a través
del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
Jorge Brega y Rolando Revagliatti, 13 de septiembre de 2015.
*
*
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