El marine que memorizaba a Cervantes en la guerra de Irak
El ex marine Phil Klay ganó el premio literario más importante de EEUU con relatos inspirados en su experiencia en el frente. Allí leyó y memorizó a Cervantes.
Este militar reconvertido en escritor ganó a finales de 2014 el Book National Award, el premio más prestigioso de las letras estadounidenses, con Nuevo destino (Penguin Random House), su primer y hasta ahora único libro. Es un conjunto de relatos de ficción inspirados en sus trece meses de servicio cerca de Faluya (uno de los puntos más calientes del conflicto iraquí entre 2003 y 2011) que ofrece una visión cruda e inédita de la experiencia yanqui en la guerra.No dirías que estás enfrente de un veterano de los Marines que fue a la Guerra de Irak. Sentado en la terraza de un hotel caribeño, ahuyentando con hábiles manotazos los mosquitos (el pánico en Colombia por el virus del Zika es generalizado) y pegando sorbitos a un vaso de plástico de esos ridículamente pequeños que te dan en el dentista, Phil Klay (1983, Westchester, Nueva York) parece más bien el actor guaperas de una sitcom de las que se emiten a la hora de la siesta.
«Estoy orgulloso de haber podido servir a mi país. Y volvería a hacerlo. Soy consciente de que la invasión fue un error. Cuando me destinaron, en el verano de 2005, ya era evidente que la batalla no estaba yendo bien y que no existían armas de destrucción masiva. El caos cada vez era mayor. La función de los Marines fue restablecer el orden y no creo que esa misión sea motivo de vergüenza».
Phil Klay no fue al Hay Festival de Cartagena de Indias a eludir preguntas incómodas. Salta a la vista que no es un veterano de guerra convencional. Mientras su compañeros aprovechaban los descansos en el campo de batalla para «matarse a pajas en las duchas, fumar un montón de cigarros y jugar a las cartas sin parar» (esto está extraído directamente de uno de sus relatos), él leía poesía y memorizaba a Cervantes.
«Antes de viajar a Irak envié a mi propio mail un montón de libros», recuerda. Leyó El arco iris de gravedad (Thomas Pynchon), los relatos cortos de Amy Hempel y nueve volúmenes de la serie Una danza para la música del tiempo, de Anthony Powell. «Era el bicho raro de la compañía. Por lo general, los compañeros no te hablan de Proust, pero he conocido varios oficiales muy cultos. Incluso nos pasaban listas con lecturas recomendadas».
- ¿La literatura fue una consecuencia de la guerra o su paso por el Ejército era una experiencia literaria?
- Cuando estaba en Irak nunca pensé que fuera a escribir un libro sobre ello. Tomaba notas de cosas interesantes que ocurrían, pero sin ninguna intención. Dos meses después de terminar el servicio, de vuelta en casa, comencé a hacerme preguntas. Había sombras oscuras en mi cabeza que necesitaba sacar de ahí. Escribir fue mi salvación.
- ¿Ha recibido amenazas de algún militar por contar situaciones íntimas?
- Intenté borrar el pensamiento de que los veteranos iban a patearme el culo por haberla cagado con el libro. Hice una investigación concienzuda, entrevisté a mucha gente, fue un trabajo periodístico. Pensé que la única forma de acercarme a un tema tan delicado era desde la honestidad y la rigurosidad. Por sorpresa, ha tenido reacciones muy positivas.
- ¿Hubo algún episodio especialmente duro de escribir?
- Es un libro sobre guerra, sería muy chungo si no me hubiera resultado difícil. Hay partes inspiradas en la realidad. Paradójicamente, aquellas en las que hablo de mí no me afectan tanto al leerlas. Lo más delicado es cuando hablas de los sentimientos que genera la muerte en los que te rodean. Hay mucho dolor y [silencio]... eso es duro.
Hablamos un rato sobre la adicción que puede generar la guerra. Menciono el documental The last patrol (2014, HBO), donde el periodista estadounidense Sebastian Junger recorre las vías del tren de EEUU con dos veteranos del Ejército y el fotógrafo español Guillermo Cervera. «Se trataba de reflexionar sobre el daño psicológico tras vivir un conflicto armado», me comentó hace un tiempo Cervera, que vio morir a su compañero Tim Hetherington mientras cubrían la guerra civil de Libia en 2011.
«El ser humano se siente cómodo con la noción de que la guerra es algo lejano, similar al infierno. Pero algunos que la han probado han sentido satisfacción: les ofrece un propósito y un sentido de comunidad. Cuando regresas a la sociedad civil, resulta difícil tener tan claro lo que es bueno y lo que es malo. Puedes sentirte incomprendido y olvidado. Después de una experiencia tan extrema, formar una familia y tratar de ser un ciudadano honesto no es tan sencillo para todos», reflexiona Klay.
- ¿Hay algo que cambiaría en el Ejército estadounidense?
- ¡Oh, Dios! Por supuesto, ¡dime una sola institución pública donde no sea necesario hacer cambios! ¿Tú cambiarías algo del Gobierno en España? ¡Estoy seguro de que sí!
- Se lo preguntaba porque, precisamente en mi país, libros recientes como 'Un paso al frente' (Luis Gonzalo Segura, 2014) y 'No, mi general' (Irene Lozano y Zaida Cantera, 2015) denuncian delitos (machismo, corrupción...) vinculados con el estamento militar.
- El Ejército siempre ha sido una institución conservadora. En el libro desarrollo esa noción de que la guerra se vincula con la masculinidad. No es algo que surja de la nada, sino un reflejo de nuestra sociedad. En este caso se acentúa porque hay diez hombres por cada mujer. Creo que es algo que está cambiando, pero quizá no tan rápido como debería.
Es la primera vez durante la conversación que a Klay no le resulta cómodo hablar. Cambiamos de tema, aunque no a uno más liviano...
- Desde la perspectiva que otorga el tiempo, ¿diría que las guerras son la única solución?
- No. El auge del ISIS es una consecuencia directa de Irak. Pero déjame preguntar a mí ahora: ¿qué podemos hacer en Siria? No creo que mirar para otro lado sea la mejor respuesta. Lo que está pasando allí es culpa de las decisiones de EEUU en el pasado. Ese nivel de caos y sufrimiento de civiles es intolerable. Habrá que intervenir para ayudarles... ¿Qué podríamos hacer exactamente? Ésa es una cuestión delicada. Sólo soy un escritor de ficción, no un analista de inteligencia.
- ¿Siente que la sociedad juzga injustamente a los militares?
- En algunas cosas, la opinión pública es mucho más benévola que antes. En otras, sigue existiendo una falta total de entendimiento. Te diré una cosa: el militar medio es un tío normal que trata de ser amable y ayudar. Por eso decidí escribir desde dentro sobre lo que sucede en la guerra: para generar un debate.
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